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No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia

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SLANCIO CONTRA EL SHERIFF<br />

Por Maikel Iglesias<br />

El reggae es el sonido de la gente cuando en su<br />

silencio se deja escuchar, el aplauso de la naturaleza.<br />

Es el himno privado de los pueblos. El jazz es la<br />

liberación. El éxtasis. Una lámpara que encenderá tu<br />

vida en las noches oscuras del viernes. Venid, oíd,<br />

vivid; libérate en la guerra de los símbolos. Fráguate<br />

una paz contigo y siempre. Todo lo que ayer buscabas<br />

ahora se resume en ti. Toda la verdad respira con el<br />

aire que olvidaste. Nos aguarda un camino trillado<br />

por la voz del tiempo, vamos, soy Slancio y te invito<br />

a volar, soy nosotros, tú mismo, soy ahora.<br />

Eran tres o cuatro gatos arañando en el tejado y<br />

unas ganas infinitas de abrazar la luna, aullando por<br />

todos los lugares con sus trastes del 67, siguiendo<br />

las notas perdidas en el pentagrama que fue izando<br />

en la memoria, el sueño de volver a un mundo nuevo.<br />

Eran pocos o bastantes de la escuela al callejón<br />

retozando con lo prohibido, entre aquellos<br />

cachivaches y el escepticismo popular de entonces,<br />

bombardeado a todas horas por la moda,<br />

importaciones, souvenir y reciclaje. Érase todo el deseo<br />

de unos tipos que pensaban diferente y creían en sus<br />

voluntades. Fueron tantos los algunos como el ser<br />

que multiplica su firmeza por el corazón, cuando pocos<br />

le auguraban buena onda. Ellos apostaron hasta el fin<br />

toda la ilusión con que vivían, su presente más adverso<br />

e iconoclasta, babélico a la enésima potencia. Mientras<br />

unos en pandilla se entregaban a la feria del alma y<br />

otros culebrones. Así empezó la historia de esta lucha<br />

de contrarios. Sobre asfalto mojado y perfidia. Sin más<br />

capital que la suerte, sin otra licencia que la vocación,<br />

los sueños, talento, holocausto y tesoros por venir.<br />

Tres felinos se hicieron al mar desde un pueblo<br />

pequeño y prescindible, desde aquella bahía olvidada<br />

que sólo aparece en los mapas, con noticias de muerte,<br />

ciclones, tabaco o beisbol, esporádicamente. La que<br />

ayer fue un motivo de burlas por su ingenuidad, su<br />

esperanza tan verde todavía, y los otros colores<br />

humildes en los mismos portales de siempre. Richard<br />

era un loco para muchos, una piedra en el zapato de<br />

los necios molestando en los juanetes del poder y lo<br />

que está de moda. Es hermoso su designio, interesante,<br />

promisorio; pero tan condenado hasta morirse de<br />

hambre. Aquí no hay cultura para eso, tal vez en La<br />

Habana o en Nueva York. Nosotros subsistimos con<br />

mentalidad de aldeanos. Recuerdo a los escépticos<br />

rifarse estos elogios de estribillo, realistas,<br />

pragmáticos; palabras evocadas desde la obediencia,<br />

el sentido común o el cansancio. A veces pernicioso,<br />

a veces desprendido; cuando apenas soplaba una<br />

brisa a favor de los filibusteros, cuando a Slancio aún<br />

MÚSICA<br />

no le llamaban por su nombre e iban tres en carabelas<br />

a la vieja Europa, Oceanía, Paso Real City o cualquier<br />

isla original, de vuelta; un rincón en donde izar sus<br />

instrumentos, las armas que habrían de bastarle para<br />

desafiar a esos ateos de la música, corsarios que<br />

luchaban al compás de un ritmo malversado. Bajo,<br />

drums y guitarra contra el Sheriff. Bomba, sentimiento<br />

y poesía contra el seudorritmo; inquietos, rebeldes y<br />

providenciales. Piratas conspirando con su arte contra<br />

Babilonia. En un tiempo de fusión o confusiones. Fue<br />

así como les conocí en el mar. Guiaba mi chalupa<br />

contra la corriente y en el centro de la niebla divisé<br />

sus velas. Corríamos un año del siglo de las sombras.<br />

No estábamos tan solos como un día creímos.<br />

Sumaba a este piquete las ideas de un titán infatigable,<br />

un sembrador de utopías, el hombre que ha vivido<br />

Público disfrutando del jazz de Slancio.<br />

más de medio siglo y pareciera poco, el hombre que<br />

ha sobrevivido tres generaciones buscando los<br />

orígenes, el hombre que se fue tras la verdad, y se<br />

oculta en los anales y abre zanjas en la tierra; no para<br />

erigir trincheras contra su enemigo (por eso en los<br />

periódicos cabalga inadvertidamente o digamos que<br />

se muestra tímido, no es un tipo de los medios, es<br />

más bien un médium de los ghettos), no por escaparse<br />

hacia la nada, sino tras la semilla, sino a donde el<br />

agua. Siempre a la raíz. Joseph, por eso te ganaste un<br />

blues y el cariño de todos. Por eso hoy te cantamos<br />

gracias por el jazz, caballero honorable del fútbol.<br />

Nunca dejaste esperando a la novia del saxo, a la<br />

chica delirio de tantos metales. Gracias por tanto<br />

sudor, y la sangre que pusiste en tus rugidos; a tu<br />

diario de goles le fuiste sumando un efecto sonoro<br />

<strong>Convivencia</strong>. Año I. No 5 I 19

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