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No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia

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Magdalena, conocida cariñosamente como<br />

“Llellena”, contrajo matrimonio a los 15 años con José<br />

Cobielles, un comerciante español que tenía negocios<br />

en La Habana, lugar a donde fueron a residir. Ya por<br />

entonces Magdalena se había superado intelectualmente<br />

concurriendo a tertulias literarias y recibiendo en su<br />

domicilio a escritores y poetas como Manuel Sanguily,<br />

Enrique José Varona, Miguel Figueredo, Alfredo Zayas<br />

y Julián del Casal.<br />

Pero muy pronto Magdalena sufre la primera herida<br />

por la causa de la libertad. Las autoridades españolas<br />

asesinan a uno de sus hermanos por conspirar,<br />

apareciendo su cadáver en un matorral. Alentada por<br />

compatriotas y amigos, se decide a escribir un artículo<br />

para el periódico “El Criollo” con relación a la muerte<br />

de su hermano. Aquello no fue del agrado de su esposo<br />

ni de las autoridades españolas, teniendo que emigrar<br />

a los Estados Unidos. En el extranjero se relaciona con<br />

los cubanos que preparan la revolución, conoce a José<br />

Martí, y se vuelve entusiasta propagandista de los<br />

ideales martianos y de las tareas del Partido<br />

Revolucionario Cubano. Allí también establece<br />

contacto con Juan Gualberto Gómez, quien sería su<br />

enlace para la parte occidental de la Isla, centralizando<br />

así la acción política en que había de asentarse el<br />

movimiento insurreccional. Esta actividad contrariaba<br />

al esposo de Magdalena, y eso produjo la separación<br />

del matrimonio. Pero ya para entonces solo le<br />

importaba Cuba, y decía con arresto: “Que Cuba sea<br />

libre y habré obtenido el bien supremo de la tierra”.<br />

“La Abanderada de Vuelta Abajo” fue mujer de un<br />

brío extraordinario y de profundo y sincero patriotismo.<br />

Se infiltró en las filas invasoras, y con audacia y el<br />

pretexto de visitar a sus familiares en Artemisa,<br />

Magdalena trasladaba escondidos en su cuerpo<br />

importantes documentos para Maceo que nunca<br />

fueron ocupados por las autoridades encargadas de<br />

vigilar la Trocha. Por sus méritos Maceo la designó<br />

“Delegada del Sexto Cuerpo del Ejército Libertador”.<br />

Delatada por un prisionero, fue detenida por las<br />

fuerzas españolas y sometida por Valeriano Weyler a<br />

la bartolina en la Casa de las Recogidas de San Juan<br />

Nepomuceno en La Habana. “No ha sido poca la suerte<br />

mía, decía Magdalena, pues en el mismo calabozo ha<br />

estado incomunicada otra presa política natural del<br />

Pinar del Río, Crescencia Noroña, más de 4 meses”. En<br />

vez de humillarse y flaquear, en la cárcel su carácter<br />

se robusteció aún más.<br />

Sofía Peláez, 2 hermana de la renombrada artista<br />

cubana, Amelia Peláez, nos habla de su relación con<br />

Magdalena Peñarredonda: “A su regreso de<br />

Norteamérica, mi madre Carmela del Casal y de la<br />

Lastra, fue a residir con una lejana parienta de mi madre,<br />

Magdalena Peñarredonda […]. En la época en que<br />

vivíamos en Yaguajay, Magdalena iba siempre a pasar<br />

el verano con nuestra familia, y cuando mi padre se<br />

estableció en La Habana en 1915, Magdalena,<br />

separada desde hacía tiempo de su marido, vino a<br />

residir con nosotros, hasta que poco después de 1930<br />

se trasladó a Artemisa […]. A partir de entonces se<br />

mantuvo entre Artemisa y La Habana. Más adelante<br />

64 Un umbral para la ciudadanía y la sociedad civil<br />

su familia decidió que permaneciera definitivamente<br />

en su pueblo natal, pues era ya una mujer muy mayor.<br />

[…] Le interesaba mucho la botánica y era pintora<br />

aficionada. Durante las temporadas veraniegas que<br />

pasó junto a nosotros en Yaguajay, hacía excursiones<br />

a las afueras del pueblo, donde pintaba pequeños<br />

paisajes. Magdalena fue quien puso a nuestra hermana<br />

Amelia, muy niña entonces, por primera vez, pinceles<br />

en las manos”.<br />

Magdalena Peñarredonda, “modelo de paciencia y<br />

de patriotismo”, como de ella dijera Martí, murió el 6<br />

de <strong>septiembre</strong> de 1937, a los 91 años de edad, en<br />

Pinar del Río rodeada de su familia y con la admiración<br />

y el respeto del pueblo cubano.<br />

Otras patriotas pinareñas<br />

Catalina Valdés, que ennoblece con su entrega y<br />

valentía la historia Patria, nació en Consolación del<br />

Sur, el 22 de Marzo de 1837. Desde su juventud se<br />

dedicó a las labores del campo junto a su esposo,<br />

Francisco Páez, y cuando estalla la guerra Catalina,<br />

su esposo y sus doce valientes hijos, deciden unirse<br />

a la Invasión. Casi todos los hermanos Páez lograrían<br />

obtener altos grados en el Ejército Libertador, y<br />

Catalina tuvo la suerte de no perder a ninguno en la<br />

contienda y de ver a Cuba libre. Murió el 23 de<br />

agosto de 1915 en el barrio de Lajas, en<br />

Consolación del Sur, a los 78 años de edad. Su<br />

cadáver reposa en el Cementerio de esa ciudad, en<br />

esa bella la tierra pinareña que tantas veces fuera<br />

testigo de su temple y de su arrojo.<br />

Petra Ríos fue compañera en la lucha patriótica con<br />

Isabel Rubio en un hospital de sangre; Paquita<br />

Rodríguez, patriota de la guerra del 95, se destacó en<br />

la lucha junto a las hermanas Pérez Rodríguez y Pérez<br />

Montes de Oca, y otras valientes pinareñas. Francisca<br />

Barrios quien cuando en 1896 los mambises incendian<br />

el pueblo de Sábalo, en Guane, salva el archivo, las<br />

imágenes, el Santísimo y los vasos sagrados de la<br />

iglesia de la localidad y se los entrega al párroco de<br />

Pinar del Río. Corina Pérez de Báster, quien va a la<br />

guerra con toda su familia, dando a luz a un hijo en<br />

uno de los campamentos. Regla Socarrás, perseguida<br />

y presa por su labor revolucionaria; María Luisa Chipi,<br />

natural del término municipal de Cabañas, es acosada<br />

por las guerrillas junto a su familia, deambula de un<br />

lado para otro, y después de muchas penas, ve morir<br />

a su padre en plena manigua.<br />

Está también Paulina Pedroso, la patriota de<br />

Consolación del Sur, quien desde los comienzos de la<br />

Guerra de los 10 años tuvo que exiliarse a Cayo Hueso,<br />

y luego en el 95 a Tampa. Ella y su esposo Ruperto<br />

trabajaron en las fábricas de tabaco de esas ciudades.<br />

La casa de Ruperto y Paulina se convirtió en un hogar<br />

para Martí, donde desarrollaba sus planes<br />

revolucionarios. Cada vez que Martí se hospedaba allí<br />

se desplegaba en la fachada de la casa la bandera de<br />

la naciente república. Cuando el atentado contra el<br />

Apóstol, Paulina Pedroso cuidó de él con esmero de

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