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No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia

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A partir de 1959, canceladas a la altura de cero<br />

casi todas las relaciones con el vecino del Norte, el<br />

País organizó la Primera Serie Nacional de Beisbol<br />

Amateur que, a medida que pasaron los años y ganó<br />

en calidad, fue cada vez menos amateur. Desde el<br />

mismo primer momento, se destacaron figuras como<br />

Miguel Cuevas, Owen Blandino, Pedro Chávez, Manuel<br />

Alarcón, Manolito Hurtado y Jorge Trigoura. Poco<br />

después, y escalonadamente aparecieron emblemas<br />

de la talla de Agustín Marquetti, Antonio Muñoz, Luis<br />

Giraldo Casanova, Gurriel, Víctor Mesa, Urquiola, Los<br />

Sánchez de Matanzas y Omar Linares. ¿Qué si hemos<br />

tenido altas y bajas? Pues claro, hombre. ¿En que esfera<br />

de la vida no las hay? ¿Acaso los Yankees de Nueva<br />

York y su amplia fanaticada en el mundo no suspiran<br />

de nostalgia al evocar aquellos tiempos de Joe<br />

DiMaggio, Mickey Mantle, Elston Howard, El Brujo<br />

Boyer y Whitey Ford? No lo dudes, viejo.<br />

Pero la afición del beisbol cubano siempre ha sido<br />

objeto de esa educación tendenciosa que, a través<br />

de los años nos ha inoculado entre cuero y carne eso<br />

de que tenemos que ser los mejores en todo. Los<br />

mejores en la cama, los más lindos, los más bárbaros<br />

y me vuelve a la corteza cerebral Marisela Verena con<br />

su Nosotros los cubanos. ¿Pertenecemos a la cúpula<br />

del beisbol mundial? Vaya, eso no lo dudan ni nuestros<br />

detractores. ¿Somos los mejores de manera absoluta?<br />

Bueno, la verdad que eso sí es discutible. Y la discusión<br />

se acentúa a partir del bien o mal llamado “Clásico<br />

Mundial de Beisbol”, porque, desde entonces, hemos<br />

perdido en la arena internacional a un ritmo tan<br />

alarmante, que ya amenaza con romper records<br />

históricos. Todavía, más de la mitad de los que se<br />

preguntan “por qué” no dan con una respuesta que<br />

los satisfaga. Claro, para razonar no basta con un pozo<br />

de sustancia gris saludable, se necesita información,<br />

y, por cierto, de eso adolecemos. Qué pena.<br />

Y la bola de nieve rodando cuesta abajo adquiere<br />

proporciones catastróficas después de las últimas dos<br />

derrotas recibidas a manos de un equipo universitario<br />

de Estados Unidos en el Torneo de Harlem en Holanda.<br />

Que si Pacheco no movió el banco, que si por qué no<br />

puso a Peraza en lugar de Pestano, que si Garlobo<br />

acabó con sus dos errores, que si a Ariel Palma se le<br />

quedaban altos los rompimientos... nada, la historia<br />

de siempre: Perdemos porque lo hicimos mal y ni una<br />

sola alusión a la calidad del contrario. Gano porque<br />

soy mejor y pierdo porque, circunstancialmente lo hice<br />

mal, pero sigo siendo mejor. ¿Qué Cuba puede ganarle<br />

a ese y a cualquier equipo? ¿Quién lo duda? Ahora,<br />

¿qué también puede perder, porque se trata de rivales<br />

que nos igualan o nos sobrepasan en calidad?<br />

Evidente, solo que no estamos preparados para<br />

aceptarlo. Y, al decir esto, hablo como cubano y nada<br />

más. Es verdad que a los europeos, cuando están en<br />

un partido de fútbol, su educación tradicional se les<br />

va para no sé dónde, pero yo no vivo allá y no me<br />

interesan las raíces de su mal. Las del mío sí sé dónde<br />

están. Vaya, creo saberlo, para no caer del todo en lo<br />

mismo que critico.<br />

Durante muchos años, el deporte amateur y el<br />

profesional compitieron por separado. El viejo<br />

concepto de deporte aficionado se fue paulatinamente<br />

convirtiendo en un espantajo de difícil explicación.<br />

Hasta los de menos cacumen llegaron a darse cuenta<br />

de que es imposible lograr equipos de altos<br />

rendimientos en cualquier deporte con personas que<br />

tienen que ganarse la vida en un trabajo y entrenar en<br />

sus horas libres. En Cuba, donde el tiempo extralaboral<br />

se emplea al ciento por ciento en la difícil tarea de<br />

sobrevivir, no podría haber deporte en lo absoluto, si<br />

la providencia gubernamental no pusiera su mano.<br />

Los deportistas cubanos se dedican al deporte de<br />

manera exclusiva. El Gobierno, como único empleador,<br />

lo tiene todo en sus manos para dar esta facilidad. En<br />

el pasado, muchos dueños de centrales azucareros y<br />

otras industrias daban “empleo” a muchas promesas<br />

errantes que, con esa garantía de su arroz y frijoles se<br />

podían entregar de lleno a la práctica de su deporte<br />

favorito. Esto explica, en parte, el por qué nuestros<br />

ingenios eran una fuente inagotable de peloteros. Las<br />

palabras profesional y aficionado son desde bien atrás,<br />

términos desmotivadores. Para nuestros jugadores<br />

actuales, aunque sus salarios se justifiquen a través<br />

de fábricas, planteles educacionales o fuerzas<br />

armadas, su actividad rectora es el deporte y, aquellos<br />

de altos rendimientos, de una forma u otra reciben<br />

más remuneraciones por otros conceptos y se sitúan<br />

en un estándar de vida que llega a estar muy por<br />

encima del de la media poblacional.<br />

¿Es esto diferente en otros países? No creo que<br />

mucho; sólo que fuera de Cuba, los mejores, si quieren<br />

vivir de su arte, tienen que saltar a la esfera del<br />

profesionalismo reconocido, y, por tanto, hasta no<br />

hace mucho, se perdían para los colores de sus<br />

respectivas banderas nacionales, por eso, durante<br />

muchos años, la potente escuadra cubana competió<br />

con supremacía absoluta frente al rezago del beisbol<br />

mundial. Era raro un torneo en el que no termináramos<br />

invictos. A los equipos de Estados Unidos, únicos que<br />

nos hacían algún tipo de resistencia, les reservábamos<br />

el mejor pitcher, sin remordimientos ni preocupaciones,<br />

en resumidas cuentas, lo otro que se nos enfrentaba<br />

era pura libra de pie, y, simplemente, les ganábamos<br />

sin grandes ni pequeños esfuerzos. ¿Quién no recuerda<br />

aquellos juegos de diez y tantos y veintitantos por<br />

<strong>Convivencia</strong>. Año I. No 5 I 23

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