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No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia

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a subteniente, y ya se mantiene luchando durante toda<br />

la guerra. Unas veces cura heridos y otras combate<br />

heroicamente. El general Pedro Díaz le impone el grado<br />

de Capitana, y sale al encuentro del Titán de Bronce,<br />

al llegar este a Paso Real de Guane, uniéndose a su<br />

batallón.<br />

Pudo ver a Cuba Libre, y una vez terminada la<br />

guerra, regresó a su hogar siendo su única compañía,<br />

Rafaela, una huérfana que había recogido durante la<br />

contienda. Y como si ya no hubiera hecho bastante<br />

por su Patria, el 21 de enero de 1911 aquella intrépida<br />

mujer tomó posesión de la Secretaría de la Junta de<br />

Educación de Viñales. En 1913 se trasladó enferma a<br />

La Habana, a la casa de su amigo Antonio Hernández<br />

Rivera, donde el 14 de enero de 1914, fallece la<br />

patriota de Viñales, la ilustre Adela Azcuy.<br />

Otra mujer ejemplar fue Isabel Rubio. Nació en Paso<br />

Real de Guane, el 8 de Julio de 1837. A los 16 años<br />

contrae matrimonio con Joaquín Gómez, de cuya unión<br />

nacerían sus hijos Ana María, Isabel, Rosa y Modesto.<br />

Cuando la Guerra de los 10 Años, el hogar de los<br />

Gómez-Rubio se convierte en centro de conspiración<br />

donde Isabel, enérgica e infatigable, mantiene una<br />

febril actividad abogando por la causa de la libertad<br />

con todos los medios a su alcance. En 1878 aprovecha<br />

la oportunidad de que una de sus hijas está exiliada<br />

en Cayo Hueso, Florida, para ir a visitarla, y<br />

entrevistarse con los patriotas que allí conspiran. En<br />

1885 conoce a José Martí, quien años después, y<br />

conociendo las cualidades de la cubana, la nombra<br />

su agente personal y del Partido Revolucionario<br />

Cubano para la provincia de Pinar del Río. En 1895, y<br />

mientras, en los Estados Unidos se planeaba la Guerra,<br />

en Pinar del Río la casa de Isabel Rubio vuelve a ser,<br />

igual que en 1868, hervidero revolucionario. Gracias a<br />

sus esfuerzos, los días 23 y 24 de <strong>octubre</strong> de 1895<br />

se sublevan cuatro grupos en la provincia pinareña:<br />

uno cerca de la capital de Pinar del Río; otro en Guane;<br />

uno en San Juan y Martínez y el cuarto en Mantua. Ya<br />

contaba 58 años de edad cuando Isabel, que nunca<br />

temió la muerte, pasó a engrosar las filas mambisas<br />

para ejemplo y estímulo de los guaneros. Cuando<br />

llega Maceo a la provincia con la Invasión, dice Miró<br />

Argenter1 en sus Crónicas de la Guerra que, “las<br />

campanas echadas al vuelo y los vítores de la<br />

población apagaban las notas musicales de la banda<br />

militar”. Para Isabel Rubio ese día fue también muy<br />

importante porque el General Maceo le confirió el<br />

grado de Capitana de Sanidad.<br />

Haciendo el bien agotó las medicinas de su<br />

botiquín, producto de su peculio particular. Consumió<br />

también las enviadas por adictos a la revolución, que<br />

llegaban a sus manos por distintos caminos. Cuando<br />

no tuvo con qué curar, buscó hierbas por los campos,<br />

deshizo sus sábanas y ropas íntimas para fabricar<br />

vendajes y convirtió en harapos sus vestidos. Llegó a<br />

fundar un hospital ambulante cerca de San Diego de<br />

los Baños, en el que colaboró con ella una tropa de<br />

mujeres que la acompañaban en tan riesgosa misión,<br />

y a las que había preparado como enfermeras. Cuando<br />

el 12 de febrero de 1898 se encontraba la tropa<br />

Isabel Rubio.<br />

femenina en El Sebo-rucal, término de Los Palacios, el<br />

campamento fue atacado por la columna enemiga al<br />

mando de Antonio Llodrá. Isabel decide jugarse la<br />

vida para salvar a los heridos, y di-rigiéndose a la<br />

puerta del campamento, protegiendo con su cuerpo<br />

la entrada, grita: “¡No tiren, que somos mujeres y<br />

enfermos!”. Por respuesta se oyeron varios disparos,<br />

cayendo Isabel herida en una pierna. La iban a rematar,<br />

cuando su compañera Petra Ríos lo impide. Se la llevan<br />

prisionera y luego es ingresada en el hospital mili-tar<br />

de la provincia. Pero ya era tarde. La gangrena estaba<br />

muy avanzada y fallece tres días más tarde. Isabel<br />

nunca flaqueó, estuvo siempre en pie ante cualquier<br />

adversidad y batalló hasta el final. “Todo por Cuba”,<br />

fue siempre su lema, y lo cumplió a cabalidad, pues<br />

dio hasta su propia vida por ella.<br />

Natural de Quiebra Hacha, Pinar del Río,<br />

Magdalena Peñarredonda vio la luz primera el 22 de<br />

julio de 1846. Su padre Hilario Peñarredonda, era<br />

capitán del ejército español, y su abuelo José había<br />

tomado parte en la batalla de Trafalgar. Su madre,<br />

Adelaide Doley, una emigrante francesa, que había<br />

viajado a Cuba desde Haití.<br />

<strong>Convivencia</strong>. Año I. No 5 I 63<br />

Foto: Archivo de Wilfredo Denie.

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