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No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia

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Por Fray Plácido Álvarez Castro-Quirós<br />

Tomo prestado para título de esta reflexión un<br />

término utilizado por Emilio Ichikawa en su reciente<br />

contribución a <strong>Convivencia</strong> no. 3: “Piedad pedagógica<br />

y crítica de la Ilustración”. En su artículo interesante,<br />

aunque quizás demasiado breve, Ichikawa enfoca sobre<br />

las relaciones de poder que se dan en el ámbito<br />

pedagógico y advierte acerca de peligros inherentes,<br />

que pueden enfrentarse con la “piedad pedagógica”.<br />

Pero ¿qué significa ese término?<br />

La expresión trajo inmediatamente a mi mente un<br />

texto del prólogo de la Regla para Monjes de San Benito<br />

de Nursia (†580): Escucha, oh hijo, los preceptos del<br />

maestro e inclina el oído de tu corazón; acoge de grado<br />

y cumple con eficacia la admonición del padre<br />

piadoso1 ...<br />

Puede resultar extraño que se traiga a colación un<br />

documento que fue escrito hace 1.500 años en un<br />

contexto especial, el monástico, pero como monje<br />

cisterciense de la estrecha observancia (trapense), que<br />

sigue la Regla de San Benito, me resulta connatural y<br />

veo en la Regla una expresión de la “piedad<br />

pedagógica” propia del cristianismo, y que esta puede<br />

enriquecer la discusión del tema.<br />

La Regla es un instrumento pedagógico que recoge<br />

las intuiciones de formativas de la tradición monástica<br />

cristiana hasta el siglo VI. Un documento tan antiguo<br />

tiene evidentemente elementos caducos, propios de<br />

la época en que fue redactado y que por lo tanto hoy<br />

no rigen, pero también nos transmite una visión pro-<br />

RELIGIÓN Y SOCIEDAD<br />

PIEDAD PEDAGÓGICA Y VIDA<br />

CRISTIANA<br />

Algunas consideraciones al leer un artículo del prof. Emilio Ichikawa en <strong>Convivencia</strong> 3<br />

Abadía de Montecassino fundada por san Benito de Nursia.<br />

funda de la formación, que por ser cristiana es muy<br />

humana. La Regla, como dice su título, es para monjes,<br />

pero las peculiaridades de la formación monástica<br />

quedan enmarcadas en una visión más amplia, y por lo<br />

tanto pueden ser entendidas, mutatis mutandi, para<br />

otros ámbitos. En lo que sigue trataré de señalar lo<br />

que en mi opinión son los elementos centrales y aún<br />

válidos de esa visión.<br />

En primer lugar, San Benito entiende el ser humano<br />

como una unidad de alma y cuerpo2 que se desarrolla<br />

a través de un sistema de relaciones; estas apuntan a<br />

un salir de sí mismo para un encuentro con Dios, con<br />

los demás y consigo mismo. Este salir de sí mismo es,<br />

paradójicamente, un llegar a la plenitud del propio ser;<br />

para esto es esencial aprender a distinguir lo verdadero<br />

de lo falso y lo bueno de lo malo3 . Este proceso, que<br />

es el formativo, implica no solo el intelecto sino la<br />

totalidad de la persona y se lleva a cabo no solo en el<br />

aula, sino en la totalidad de las relaciones.<br />

Distinguir lo verdadero y lo falso por medio de<br />

deducciones lógicas es lo propio de la ciencia. Hay<br />

otros ámbitos del ser que requieren más que eso: el<br />

contacto de la propia conciencia consigo misma y con<br />

la sabiduría heredada, que para el cristiano es en parte<br />

esencial revelada; es ahí donde se aprende a distinguir<br />

lo bueno de lo malo, y la razón puede legítimamente<br />

dar su asentimiento a la revelación; sobre esto han<br />

insistido tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI.<br />

La conciencia se va formando a través de una<br />

experiencia multifacética y es eso lo que el “padre<br />

piadoso” trata de inducir; desde esta perspectiva se<br />

entiende que San Benito llama al superior del monasterio<br />

no sólo maestro4 sino también “padre” 5 (abad) y<br />

médico6 .<br />

Al dar San Benito gran importancia al “padre” del<br />

monasterio, surge el peligro de una tendencia al<br />

paternalismo autoritario, que se ha verificado en<br />

ocasiones en 1.500 años de historia, pero la Regla<br />

misma apunta a los elementos que contrarrestan esa<br />

tendencia.<br />

En primer lugar el abad es responsable7 ; responde a<br />

otro por sus acciones, principalmente a Dios en<br />

términos del Evangelio y de la misma Regla8 , cuyos<br />

parámetros no puede violentar; en segundo lugar a la<br />

<strong>Convivencia</strong>. Año I. No 5 I 45

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