No.5, septiembre-octubre 2008 - Convivencia
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vital. Cuando algunos presagiaban su caída, y hablar<br />
de música era un tema tabú. Una trama ante la cual<br />
nuestros ancestros, no hacían más que persignarse y<br />
cruzaban los dedos antes de pronosticar. Una mano<br />
sobraría para transcribir a los reales trovadores, con<br />
dos pudiere hacer un cuento gótico. Giraban en el<br />
aire mil preguntas, graffitis salpicaban las paredes que<br />
se abrían en pedazos con un huracán de lágrimas.<br />
Seguía lloviendo a miles sobre asfalto humedecido,<br />
llovía siguiendo aquel sendero del abismo, nubes<br />
asfaltadas. ¿Dónde están los músicos de esta ciudad?<br />
¿A qué hotel de esta isla se prostituyeron? ¿A qué<br />
lado del mar se marchó el periodismo? ¿Por qué gira<br />
turística olvidó la crítica su razón de ser? Aquellos<br />
que soñaron con decirle verdades a la gente, dejaban<br />
la mirada en el mercado, o simplemente obturaban<br />
sus oídos para no escuchar, el humilde silencio que se<br />
levantaba entre acordes y glisandos contra el Sheriff.<br />
A fuerza de un Giant Steps de John Coltrane, los<br />
prodigios del Bird Charlie Paker, From África, sambas,<br />
Andrea´s Tema, Frizzy, bossas y; otros tantos milagros<br />
nacidos en el corazón de Richard: el Padre, el guía;<br />
con uñas de marfil o plectros de imaginación. En solos<br />
de su vieja guitarra, majestuosa y políglota. Anfitrión<br />
de la peña del miércoles, en museos o en el barrio.<br />
Antes en las tablas de un teatro cuyo nombre hoy no<br />
puedo recordar y que ahora exhibe entre su cartelera,<br />
la puesta de una lápida en reposición: cerrado por<br />
labores constructivas, el arte está en peligro de<br />
derrumbe. Luego en un lugar a cielo abierto cada<br />
sábado a la hora en que dormía la mitad de la ciudad.<br />
¿Quién sabe si un poquito menos? Después en una<br />
casa de poetas e incansables bebedores, digo,<br />
soñadores; donde el Barman pide tiempo a los clientes<br />
para aplaudir los disparos, los misiles que el drum le<br />
regala a la noche en Tempestad Blues, un himno con<br />
marcado stress social, con los signos tribales del<br />
pueblo, la canción que le pide la gente mientras<br />
productores, locutora y sonidistas; encogen la cabeza<br />
entre los hombros ante la apoteosis del más fiel.<br />
Público que exige otra, y ¡otra! Cuando aquellos que<br />
organizan la tertulia se tiraban de los ojos para<br />
decretar el gong. Inútil, infecundo, ocioso; contrario a<br />
las noticias que publica entre doradas letras, el bajo<br />
de Yoan Alonso Blanco. Antes en un 4 cuerdas que le<br />
quedaría chico, luego con un 5 ó 6 que en el comienzo<br />
pareciera enorme para su temperamento, y después<br />
le ayudaría a descubrir su condición mayor. El asalto a<br />
los montes sagrados, aquel alba de sus temas más<br />
originales: Picadillo, una nota de aplomo en el progreso<br />
y; Paseo en clave de Fa, una vuelta natural a sus<br />
orígenes; sin tanto adorno ni especulaciones, simple<br />
y bien almado. Revalorizando en cada célula melódica<br />
el dinero de la gente, el peso pinareño, visas y divisas<br />
desde el barrio. Será por esta progresiva conexión del<br />
bajo, drums, guitarra, que la magia de Slancio no se<br />
acaba cuando cierran los tres bares que hay en mi<br />
ciudad y reluce en la esperanza de la gente un<br />
20 Un umbral para la ciudadanía y la sociedad civil<br />
Grupo de jazz que deleita con su ritmo.<br />
continuamos y; algún saxo de Yunior que he omitido<br />
ex profeso entre mis líneas anteriores porque hablaba<br />
bien seguro de que el mismo no precisaría una<br />
presentación formal, más allá de su categoría de recién<br />
graduado que se estrenaría como espíritu del grupo<br />
luego de sus proverbiales interpretaciones sobre el<br />
majestuoso Tom Jobim y su virtud loable para<br />
componer, temas que harían de Slancio un árbol más<br />
frutal que maderable y le valieran una calificación de<br />
5 o súper excelente en su concierto de titulación-y<br />
qué hablar del hechizo que conspira contra todos<br />
cuando junta su elegancia con aquel aliento cósmico<br />
del drums, percutiendo la vida, vendaval que sabe<br />
bien a donde va: Diuleisis. No sé si lo logré reproducir<br />
correctamente, su nombre se las trae como su talento.<br />
Lo único real es que el menor que manda sobre el<br />
drums, arranca los aplausos más atómicos, y emana<br />
una fuerza que contagia todo el session (con matices<br />
de rumba, rock and roll o hip hop; cada vez que<br />
desenvaina sus baquetas) o ese patio underground<br />
de dormidos y sonámbulos, cuerdos y ebrios; quise<br />
decir poetas, trovadores, buena gente, malos tipos,<br />
regulares, casa de diversidad, conocida como casa<br />
colonial, sita frente a un policlínico; el patio donde un<br />
barman se deleita entre canciones y poemas. Y se<br />
torna dadivoso con mi amigo cuando sirve un doblete<br />
de ron, casi siempre barato, mas por suerte, cubano.<br />
Cuando llega el final del concierto junto con aquellas<br />
cervecitas polares de diez cañas o diuresis equina.<br />
Como dice una abuela de 70 que le sabe varios trucos<br />
a la levadura.<br />
El Sheriff vive. Algunos en el pueblo no se han dado<br />
cuenta. El jazz es una bomba de fe. Slancio, una<br />
esperanza que persiste conspirando.<br />
______________<br />
Maikel Iglesias (Pinar del Río, 1980)<br />
Poeta y músico pinareño