Revista Nueva Epoca No 2 - Universidad Autónoma del Estado de ...
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los bienes. Fue así como el hombre también tomó la autoridad en la casa, surgiendo la familia patriarcal,<br />
una organización <strong>de</strong> cierto número <strong>de</strong> individuos bajo el po<strong>de</strong>r paterno <strong><strong>de</strong>l</strong> jefe que la encabeza. En su<br />
acepción original la palabra familia <strong>de</strong>signa un cierto número <strong>de</strong> esclavos pertenecientes a un mismo<br />
hombre, estando también bajo su po<strong>de</strong>r la mujer, y los hijos, ostentando el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> vida y muerte<br />
sobre todos ellos; este mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o <strong>de</strong> familia fue la que antecedió a la familia monogámica, en la que para<br />
asegurar la fi<strong><strong>de</strong>l</strong>idad <strong>de</strong> la mujer, y con ello la paternidad <strong>de</strong> los hijos, aquélla era entregada sin reservas al<br />
hombre.<br />
Esta condición diferenciada <strong>de</strong> acceso a los recursos materiales colocó en <strong>de</strong>sventaja a la mujer, quien<br />
progresivamente tenía menos participación en la producción remunerada y por lo tanto reconocida. El<br />
varón entonces, acaparó el trabajo productivo material remunerado y en la medida que éste se<br />
perfeccionaba se producía y reforzaba la <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la mujer hacia el varón (Kollontai, 1927, citada<br />
por Lagar<strong>de</strong>, 1997:95).<br />
Con el patriarcado se legitimó la explotación <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> obra <strong>de</strong> la mujer como ama <strong>de</strong> casa, la<br />
disposición <strong>de</strong> los espacios sociales por género, implicó una división sexual <strong><strong>de</strong>l</strong> trabajo, en la que se<br />
valora el trabajo en lo público y se niega el valor <strong>de</strong> trabajo a lo realizado en lo privado, el trabajo<br />
doméstico llevado a cabo por la madresposa alu<strong>de</strong> a una actividad carente <strong>de</strong> especialización, que<br />
cualquier persona pue<strong>de</strong> hacer, carece <strong><strong>de</strong>l</strong> dominio <strong>de</strong> alguna competencia específica, a lo que habrá que<br />
sumar su carácter <strong>de</strong> obligatoriedad amorosa, sin embargo cuando esta tarea es realizada por una mujer<br />
ajena en términos consanguíneos o afectivos, se consi<strong>de</strong>ra como un trabajo que sí ha <strong>de</strong> ser remunerado,<br />
pero al mismo tiempo se trata <strong>de</strong> una actividad que en términos sociales es igualmente poco reconocida<br />
sino es que nada reconocida o bien, reconocida <strong>de</strong> forma peyorativa y por lo mismo recibe una baja<br />
remuneración (Lagar<strong>de</strong>, 1997).<br />
Una vez establecido el patriarcado, la mujer quedó fuera <strong><strong>de</strong>l</strong> espacio social <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> las tomas <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>cisión, este or<strong>de</strong>n social entre los géneros al que se suma la capacidad biológica <strong>de</strong> reproducción en la<br />
mujer fueron los elementos básicos para asignarle su “propio lugar” el espacio <strong>de</strong> lo doméstico.<br />
De acuerdo con Engels en el hogar <strong>de</strong> la sociedad primitiva, la dirección <strong>de</strong> la casa si bien estaba<br />
confiada a las mujeres, también se trataba <strong>de</strong> un actividad públicamente reconocida, por consi<strong>de</strong>rarla tan<br />
necesaria como el cuidado <strong>de</strong> proporcionar los víveres, tarea que le correspondía a los hombres. Con la<br />
sociedad patriarcal las cosas cambiaron para la mujer, pues el trabajo doméstico perdió su carácter<br />
público y se transformó en un servicio privado, la mujer se transformó en una criada que no tomaba<br />
parte alguna en la producción social (Engels, 1995).<br />
El patriarcado como espacio histórico <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r masculino (Lagar<strong>de</strong>, 1997), establece un conjunto <strong>de</strong><br />
normas traducidos en <strong>de</strong>rechos y prohibiciones aplicados a los dos sexos, colocando al hombre en lo<br />
público y a la mujer en lo privado, espacios sociales jerarquizados, constituyendo lo que Amorós llamó<br />
invariante estructural, una condición social que se produce y reproduce en casi todas las socieda<strong>de</strong>s; las<br />
activida<strong>de</strong>s más valoradas, las que tienen mayor prestigio, constituyen el espacio <strong>de</strong> lo público, lo que es<br />
visto. Estas activida<strong>de</strong>s las realizan los hombres, prácticamente en todas las socieda<strong>de</strong>s conocidas,<br />
quienes se <strong>de</strong>sempeñan en el espacio <strong>de</strong> la competencia. Este reconocimiento no suce<strong>de</strong> en el ámbito <strong>de</strong><br />
lo privado, no hay posibilidad <strong>de</strong> que lo realizado en este espacio pueda ser visto por la mirada pública,<br />
entonces, no hay manera <strong>de</strong> establecer estándares <strong>de</strong> competencia entre las mujeres amas <strong>de</strong> casa, todas<br />
ellas son iguales, se mueven en el espacio <strong>de</strong> lo indiscernible (Amorós, 2001).<br />
En suma, la familia patriarcal se distingue por una obediencia al jefe <strong>de</strong> ella, que no es otro que el varón.<br />
En la sociedad patriarcal los hombres tienen ciertos <strong>de</strong>rechos sobre las mujeres que las mujeres no<br />
tienen sobre ellos ni sobre sí mismas (Lamas, 2000). El patriarcado estimula: un antagonismo genérico,