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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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Finalmente, hacia el final del décimo grado, a John se le ocurrió un plan a prueba de tontos para que yo<br />

pudiera tener sexo: Tina Potts. Tina parecía aún mas un pez que Jennifer, tenía labios más grandes y tenía<br />

los dientes de arriba más salidos que los de abajo. Una de las chicas más pobres de la escuela, tenía una<br />

postura arqueada que advertía su inseguridad y tristeza interna, como si alguien hubiera abusado de ella<br />

de niña. Lo único que tenía a su favor era senos grandes, pantalones ajustados que presumían su trasero<br />

bovino y que, según John, ella cogía –lo cual era suficientemente bueno para mí. Así que empecé a<br />

hablarle a Tina. Pero, como estaba perdidamente obsesionado por mi reputación, sólo hablaba con ella<br />

después de clases cuando no había nadie más.<br />

Después de unas cuantas semanas, logré juntar el valor suficiente para pedirle que nos encontráramos en<br />

el parque. Previamente, Chad y yo fuimos a la casa de mis abuelos, robamos uno de los decrépitos<br />

condones genéricos del gabinete del sótano, y vaciamos media botella de Jim Beam de la alacena de mi<br />

abuela en mi termo de Kiss. Sabía que no era Tina a quien tenía que embriagar –sino a mí. Para cuando<br />

llegamos a casa de Tina, la cual estaba a casi media hora de distancia, el termo ya estaba vacío y yo casi<br />

me caía de borracho. Chad se fue a casa y yo toque el timbre de su puerta.<br />

Caminamos juntos hasta el parque y nos sentamos en la falda de una colina. En un instante empezamos a<br />

acariciarnos, y en cuestión de minutos ya tenía la mano debajo de su pantalón. La primera cosa que pasó<br />

por mi mente fue lo velluda que estaba. Tal vez no tenía una madre que le ensañara a rasurase la línea del<br />

bikini. Lo siguiente que pasó por mi mente mientras la masturbaba y apretaba sus senos era que estaba a<br />

punto de eyacular en mis pantalones porque estaba tan cerca de tener sexo. Para evitarlo, sugerí que<br />

diéramos un paseo.<br />

Caminamos colina abajo hasta un campo de base ball y, debajo de un árbol, justo detrás del plato de<br />

home, la llevé al piso, sin darme cuenta siquiera de la trascendencia del lugar en que estábamos. Luché<br />

con sus pantalones ajustados, eventualmente arrancándolos de su trasero, después me bajé los<br />

pantalones hasta las rodillas y abrí el descolorido paquete del viejo látex del abuelo como si fuera el premio<br />

de una caja de cereal. Colocándome entre sus piernas, empecé a deslizarme dentro de ella. Tan sólo la<br />

emoción de la penetración fue suficiente para producirme un orgasmo, y aún antes de que estuviera<br />

completamente dentro, ya había terminado.<br />

Para preservar lo poco que quedaba de mi dignidad, pretendí que no había eyaculado antes de tiempo.<br />

“Tina,” chillé. “Quizá no deberíamos estar haciendo esto... Es demasiado pronto.”<br />

Ella no protestó. Tan sólo se levantó y se puso los pantalones sin decir una palabra. Durante todo el<br />

camino a casa, yo seguía oliendo mi mano, la cual parecía permanentemente manchada con el olor de la<br />

vagina de una chica de preparatoria. En su mente, ni siquiera habíamos tenido sexo. Pero para mí y mis<br />

amigos, ya no era un chico desesperado. Era un hombre desesperado.<br />

No hablé mucho con Tina después de eso. Pero pronto tuve que probar mi propia medicina –cortesía de la<br />

chica más adinerada y popular de la escuela, Mary Beth Kroger. Después de observarla lascivamente por<br />

tres años, invoqué todo mi valor y la invité a salir a una fiesta cuando estábamos en último año. Para mi<br />

sorpresa, ella aceptó. Terminamos en mi casa bebiendo cerveza, conmigo sentado incómodamente junto a<br />

ella y demasiado asustado para hacer algún movimiento porque ella me parecía toda una dama. Pero mi<br />

ideal de Mary Beth Kroger se desintegró rápidamente cuando ella se quito toda la ropa, brincó encima de<br />

mí y, sin molestarse siquiera en usar un condón, me cogió como un animal salvaje montado sobre un<br />

aparato de ejercicios a toda velocidad. Al siguiente día en la escuela, Mary Beth se puso de nuevo su<br />

máscara de perfección y procedió a ignorarme como siempre lo había hecho. Todo lo que gané fueron<br />

unos profundas marcas de uñas sobre toda mi espalda, las cuales mostré orgullosamente a mis amigos,<br />

quienes, en honor de Freddy Krueger, la rebautizaron como Mary Beth Krueger.<br />

Para entonces, mi primera cogida, Tina, tenía siete meses de embarazo. El padre irónicamente, era la<br />

persona que me había arreglado la cita con ella: John Crowell. Ya no vi mucho a John después de eso,<br />

porque él estaba ocupado lidiando con las consecuencias de no usar condón. A veces me pregunto si se<br />

casaron, se establecieron y criaron niñas drogadictas de senos grandes juntos.<br />

* * *

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