La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
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varios collares para perro, un par de espuelas y esposas metálicas diseñadas para aprisionar piernas,<br />
muñecas y pulgares.<br />
“Sin embargo, no siempre las aplico en piernas, muñecas y brazos,” ríe.<br />
Continuando hacia abajo hay una montón de pinzas y grilletes que se usan para estrechar las partes mas<br />
tiernas del cuerpo. Debajo de eso me presenta un juego de utensilios que parecen familiares como<br />
“lenguas de caracol.”<br />
“Estas son maravillosas para tortura (genital),” sonríe, levantando las lenguas cariñosamente y cerrándolas<br />
en el aire como una langosta metálica. “Y además, cuando alguien come caracoles, siempre piensan en<br />
mí.”<br />
Debajo hay alrededor de treinta anillos de metal, hule y cuero que tienen de una a cuatro pulgadas de<br />
diámetro. Aparentemente, fueron inventados por los chinos para mejorar la duración sexual.<br />
Personalmente creo que parecen aretes de pirata, ¿pero que va a saber un tipo con una vida sexual<br />
promedio como yo?<br />
Aún más abajo, me muestra un pequeño paracaídas de cuero y cadenas. Parece un accesorio para una<br />
figura de acción; ya me lo imagino –autentico accesorio sadomasoquista para las Ninja Tortugas<br />
Adolescentes Pervertidas. Me explica que este artefacto se utiliza para “estrechar los genitales.” No creo<br />
que puedan encontrar uno de esos en la juguetería.<br />
Aún más extraño, hay una lente de aumento. “Esto es para que los hombres con los que trato puedan<br />
echar un buen vistazo a lo que tienen y puedan verlo con sus ojos como lo ven mentalmente.”<br />
Guardada en la parte inferior hay una colección de collares de picos, brasieres de cuero, máscaras,<br />
bozales y flecos para pezones y pene. Toma estos últimos y me indica, “hago a los hombres bailar con<br />
estos puestos y todos los flecos deben balancearse en la misma dirección.” En adición a ese tesoro de<br />
juguetes también hay una cola de caballo (completa con una “clavija” para asegurarla al trasero) y un<br />
grillete real el cual dice haber comprado en una venta de cochera.<br />
Cruzando el cuarto, en la otra pared, es donde Mistress Barbara guarda sus armas mas peligrosas, por<br />
decirlo así. Por supuesto, hay una gran cantidad de cadenas, así como un bastón inglés de madera,<br />
muchas paletas para dar azotes (mimbre, roble, goma, cuero y plástico), una vara de medir, una regla, un<br />
removedor de pintura, un arma medieval con picos que ella llama ball breaker, algunos gatos de nueve<br />
colas y suficientes látigos como para hacer salivar incontrolablemente a Indiana Jones. Además los<br />
cajones contienen cosas como estimuladores electrónicos de músculos, enemas desechables, velas,<br />
guantes de hule, condones (ella usa tanto secos como lubricados), sangre falsa, yeso de París, papel<br />
aluminio, un cautín, bolsas plásticas para basura, plumas, pieles, cepillos, talco, loción de vitamina E,<br />
vaselina, un cajón entero de vibradores (en varias formas y tamaños), más lencería que Victoria’s Secret y<br />
Frederick de Hollywood combinados, y una caja de luces de bengala. Siendo el tipo ingenuo que soy,<br />
pregunto para que son las luces de bengala –desearía no haberlo hecho.<br />
“En los cumpleaños y el 4 de Julio pongo una de estas en la punta de su pene y la enciendo,” confiesa sin<br />
ningún rastro de sarcasmo. “La mayoría de estas cosas son utilería pero la mayoría de los hombres aman<br />
vestirse como mujeres. Vienen aquí para ser femeninos.”<br />
Cuidadosamente, me siento sobre la manta que cubre su cama tamaño matrimonial. Bajo esta, donde la<br />
mayoría de la gente normal guardaría, digamos, un juego de Monopolio o incluso sus muñecos de KISS,<br />
noto una jaula.<br />
Aunque Mistress Barbara sólo ha practicado el sadomasoquismo comercialmente (no comercialmente en el<br />
sentido que conocemos; esta práctica es bastante ilegal) por tres años, lo ha estado haciendo en privado<br />
por 45 de sus 57 años. Su iniciación en el mundo del sadomasoquismo llegó a la madura e incierta edad<br />
de 12 años.<br />
“Vivía en California y había un hombre de 21 años que venía a mi casa todo el tiempo,” recuerda,<br />
encendiendo un cigarro. “Un día me estaba molestando con su látigo y me hizo enojar. Así que, tomé el<br />
látigo y lo hice quitarse la ropa y manejar de regreso a la ciudad desnudo.”