La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson
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en un árbol, obtener regalos y ver el caos en las calles con las luces y la decoración. Pero el hecho de que<br />
me gustara esa festividad no significaba que dejaría que se interpusiera en una buena broma.<br />
Varios días antes de navidad, Missi y yo fuimos a la tienda de abarrotes Albertson’s, la cual entre la una y<br />
las tres de la mañana era frecuentada por adolescentes en busca de provisiones para diversas bromas.<br />
Aunque podía pagar todo lo que yo quisiera, de todas formas robaba cosas porque sentía la necesidad de<br />
mostrar mi superioridad sobre los pendejos que trabajaban ahí. Además, siempre he creído que el robar en<br />
centros comerciales debería ser castigado con la pena de muerte, porque es tan fácil que si eres tan<br />
estúpido como para que te atrapen, entonces mereces morir.<br />
Esa noche robamos un puñado de clips y flashes para cámara fotográfica. En el auto de Missi, dimos<br />
vueltas por el vecindario, deteniéndonos en cada casa que tuviera un nacimiento y robábamos dos cosas:<br />
el niño Jesús y el Rey Mago negro. Nuestra intención era sabotear tantos nacimientos en el mismo<br />
vecindario para que la gente creyera que era una conspiración. Después planeamos enviar una nota de<br />
rescate de parte de un falso grupo militar negro a cada casa, que decía, “Sentimos que América ha<br />
iluminado y plastificado falsamente la sabiduría del hombre de raza negra con su propaganda racista sobre<br />
su mentada ‘blanca navidad’”. La única falla de nuestro plan fue que nadie le prestó atención. No hubo ni<br />
una palabra sobre ello en los periódicos.<br />
La navidad siguiente decidimos hacer algo más blasfemo y compramos varios jamones salados en<br />
Albertson’s. Desafortunadamente, eran demasiado grandes para robarlos, pero yo siempre he estado<br />
preparado para pagar el precio por mi arte. Los desenvolvimos y regresamos a las mismas casas,<br />
remplazando al niño Jesús con la carne putrefacta. Resulto en una escena hermosa, especialmente<br />
cuando, con nuestros jamones sobrantes, saboteamos nacimientos en las iglesias locales, y como un<br />
simbólico tiro de gracia, dejamos carne de puerco en el pesebre del recinto de la estación de policía.<br />
Pocas empresas de South Florida se libraron de nuestras bromas, especialmente ligares frecuentados por<br />
niños, como Toys R Us y Disney World. Un día, Missi, Jeordie y yo fuimos a Disney World con unos<br />
juguetes nuevos que habíamos comprado en una tienda de magia, un lanzador de fuego que lanzaba<br />
llamas de las palmas de nuestras manos y una navaja pegada a un tubo lleno de sangre para que<br />
pudiéramos crear heridas falsas. Todos habíamos tomado ácido y alucinábamos que toda la gente en el<br />
parque de diversiones estaba afiliada al Servicio Secreto. Todos parecían hablar con sus relojes,<br />
reportando cada uno de nuestros movimientos a sus cuarteles generales, aunque en realidad lo más<br />
probable es que estuvieran tratando de alejar a sus hijos de nosotros. Estábamos convencidos de que<br />
todos sabían que habíamos tomado LSD, lo cual fue confirmado (en nuestras mentes) cuando entramos la<br />
casa embrujada y, a la mitad, el carrito se detuvo y una voz anunció, “Por favor asegúrense de que no<br />
haya ningún fantasma en su carrito,” una referencia aparente a la canción de Marilyn Manson and the<br />
Spooky Kids, Dune Buggy. Cuando el carrito se sacudió y echo a andar de nuevo, dijeron o nosotros<br />
imaginamos que dijeron, “Disfruten el resto de su viaje.” Después, nos detuvimos en el zoológico donde<br />
puedes acariciar a los animales y, mientras Jeordie trataba de comunicarse con los pollos, yo observé<br />
fascinado por una hora completa la vagina palpitante de una cerda, no muy diferente a la que montaría<br />
años mas tarde en el video de Sweet Dreams.<br />
En uno de los fantásticos mundos plásticos del parque, había una docena de familias sentadas en unas<br />
mesas de picnic, felices y satisfechos al tiempo que devoraban piernas gigantes de pavo. Era una<br />
celebración barbárica de la carnicería con un toque irónico dado el hecho de que había pichones y gaviotas<br />
volando sobre sus cabezas, ajenas a la masacre perpetrada contra sus parientes. No soy vegetariano,<br />
pero ese espectáculo alegremente brutal me pareció incorrecto y asqueroso. Entonces caminé a donde se<br />
encontraban unos gemelos que estaban vestidos de forma idéntica, y que parecían salidos de Children of<br />
the Damned. Mientras estaban ahí sentados desgarrando sus huesos de pavo, me paré delante de ellos,<br />
me levante los lentes oscuros para revelar mis ojos desiguales, les mostré la sonrisa más molesta que<br />
pude hacer en mi estado, y saqué mi navaja y rebané mi brazo. Dejé que la sangre corriera por mi muñeca<br />
y que goteara sobre los restos de boletos y palomitas de maíz que estaban en el suelo. Ellos dejaron caer<br />
su comida y corrieron gritando mientras yo caminaba contento por mi éxito, porque no hay nada como el<br />
sentimiento de saber que has hecho una diferencia en la vida de alguien más, aún si esa diferencia es una<br />
vida de pesadillas y una fortuna en terapias.<br />
De regreso a Fort Lauderdale el día siguiente, pasamos por el Reunion Room y, en la misma esquina en la<br />
que había visto el choque, estaba un manifestante de Provida, un tipo delgado de cabello gris, con una<br />
camisa de manga corta y camiseta debajo de ésta y pantalones azules de trabajo. Todas las tardes<br />
marchaba alrededor de la cuadra como un obrero en huelga, pero en lugar de traer una pancarta pidiendo<br />
un mejor plan de salud, la suya estaba decorada con fotos de fetos abortados. Cualquiera que lo<br />
escuchara, recibía un largo sermón sobre como nos vamos a ir al infierno por matar a los nonatos.