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La%20larga%20huida%20del%20infierno%20Marilyn%20Manson

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para racionalizar el consumo de drogas en los meses por venir tan a menudo como la excusa de la reunión<br />

surgiera.<br />

Regresamos al estudio y nos preparamos para grabar la canción que daba título al disco. Sin embargo,<br />

Dave ya había regresado a su Playstation, envuelto en la trilogía alien. Por respeto, ya que él era<br />

prácticamente miembro de Skinny Puppy, una banda mucho más vieja que nosotros, esperamos a que<br />

muriera. Para cuando se nos unió, Twiggy había desparecido escaleras arriba para inhalar otra línea.<br />

Después Pogo tuvo que salir a tomar aire, por haberse sustituido la cocaína por su dotación personal de<br />

hierba exótica, la cual fumaba en una lata aplastada de Coca Cola con agujeros en un lado. Después Daisy<br />

desapareció para tocar la guitarra en su grabadora. Cuando finalmente estuvimos juntos de nuevo, Dave<br />

nos había abandonado para ver el juego de hockey de los Maple Leafs de Toronto que estaba esperando.<br />

Habíamos terminado por esa noche.<br />

Los días pasaron, las semanas pasaron, y el entusiasmo se convirtió en molestia cuando comenzamos a<br />

darnos cuenta de que nuestro primer día en el estudio no era un ejercicio de calentamiento sino un patrón<br />

de inactividad. Cada vez que la inspiración llegaba, nadie estaba cerca o había demasiadas drogas cerca,<br />

y, como una chispa sin oxígeno, nuestra inspiración se disipaba cada vez.<br />

Pudo haber sido cualquier noche en los meses que siguieron en que estaba recostado en la cama,<br />

completamente despierto por toda la cocaína aún corriendo a través de mi sucia corriente sanguínea. Missi<br />

estaba estirada junto a mí, dormida, sin saber que la razón por la cual no habíamos tenido sexo en las<br />

semanas anteriores no era porque estaba demasiado ocupado pensando en el trabajo sino porque estaba<br />

drogado. Como casi todos los demás de la banda, pasaba más tiempo drogándome y hablando de hacer<br />

música que haciendo música.<br />

Me salí de la cama tan calladamente como pude y caminé descalzo por el polvoriento piso de madera<br />

hacia la sala, con cuidado de no tropezarme con las latas de pintura roja y negra. Estaba viviendo en una<br />

gran casa tradicional de New Orleans en el Garden District rentada a través de la agente de bienes raíces<br />

de Trent, una mujer severa y regañona. Recientemente había obtenido su permiso para repintar la<br />

monótona sala. Pero siempre desde que había comenzado a trabajar en ello, el teléfono comenzaba a<br />

sonar –con ejecutivos, managers y agentes de bienes raíces de la compañía disquera que me decían que<br />

no me era permitido alterar la casa. Justo el otro día, había recibido una llamada de Dave, un carpintero<br />

medio gracioso con un ojo caído que había logrado mantenerse en la nómina de Nine Inch Nails aún<br />

cuando su gira había terminado hacía más de un año. Aunque el nuevo trabajo de Dave consistía en<br />

solicitar a las compañías dar a la banda mercancía gratis –camisetas, zapatos, bongs, video juegos- sus<br />

deberes de trabajo ese día incluyeron el honor de llamarme para decirme que debía pagar a los dueños del<br />

edificio cinco mil dólares, para regresar el cuarto a su color original.<br />

Cada vez que veía las paredes medio pintadas de rojo oscuro y con las orillas color negro brillante, mi<br />

mente se nublaba de odio por todos los que me habían dicho una cosa cuando en realidad querían decir<br />

otra, todos los que me habían mentido intencionalmente sabiendo que serían atrapados después, todos los<br />

que habían logrado arrastrarse por la vida sin daño alguno dejando tras de sí un camino de duplicidad y<br />

traición coagulándose detrás de ellos. New Orleans era una ciudad poblada por hombres de dos caras que<br />

eran todo sonrisas en tu presencia y cuchillos y dagas en tu espalda. La mayoría de los problemas del<br />

mundo podrían haber sido evitados si la gente hubiera dicho lo que quería decir.<br />

Escalé al asiento de cuero rojo de una silla de peluquero de metal de la sala que servía como capullo,<br />

como protección contra un estudio que se había convertido en un enemigo y una ciudad que se había<br />

vuelto en mi contra. A menudo imaginaba que era la silla de un piloto removida de un helicóptero como el<br />

que voló mi padre en Vietnam. Cerré mis ojos y me concentré en mi corazón, latiendo al triple de su<br />

velocidad normal en mi pecho. Dejé que el latido, el ritmo, el calor se propagara por mi cuerpo, después<br />

me concentré en sacar esa esencia envolvente y cálida de maltratado y abusado contenedor que era mi<br />

cuerpo, como había leído en tantos libros sobre proyección astral. Me dejé ser llevado hacia arriba, más y<br />

más alto entre la noche, hasta que estuve inmerso en un blanco radiante. Me sentí crecer, sentí un cuerpo<br />

envolviéndome, alas saliendo de mi espalda, mis costillas atravesando mi piel como cuchillas dentadas, mi<br />

rostro deformándose en el monstruo en que sabía me había convertido. Me oí emitir una fea risa, mi boca<br />

se alargaba en una malévola sonrisa lo suficientemente grande para tragar la esfera girante que era la<br />

Tierra bajo mis pies, un mundo de pequeñas vidas con pequeños problemas y alegrías aún más pequeñas.<br />

Podría tragarlo si quisiera, deshacerme de él de una vez por todas. Es por lo que habían estado rezando.<br />

Es por lo que yo había estado pecando. ‘Recen ahora, hijos de puta,’ me oí decir debajo, y el sonido hizo<br />

eco en el firmamento. ‘Pidan que su vida haya sido sólo un sueño.’ Y entonces la Tierra contestó con un<br />

grito que resonó tan fuertemente en mi cabeza que tuve que presionar las palmas de mis manos contra mis<br />

sienes para mantener mi cordura, o locura.

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