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Bolívar como héroe trágico - Aníbal Romero

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En realidad, las revoluciones hispanoamericanas, conducidas por<br />

aristocracias criollas que básicamente anhelaban controlar el poder político e<br />

imponer su dominio sobre el resto de la sociedad, carecieron de un sustrato de<br />

pensamiento equivalente al que caracterizó la experiencia del nacimiento de los<br />

Estados Unidos. 139 Lo que dijo Joaquín Campino respecto al caso chileno se<br />

aplica a la generalidad de los estallidos de 1810: “La revolución…se hizo por<br />

odio al gobierno colonial y los peninsulares sin que nadie tuviese idea fija acerca<br />

del gobierno que debía en consecuencia establecerse después.” 140 De allí que<br />

las revoluciones hispanoamericanas hayan sido más bien “rebeliones” —en el<br />

sentido que explica Arendt; es decir, insurrecciones que no se referían<br />

esencialmente al establecimiento de la libertad, sino a la conquista del poder<br />

político <strong>como</strong> instrumento para el ejercicio del dominio social. 141 En cambio, el<br />

objetivo de la revolución norteamericana fue fundar la libertad y establecer<br />

instituciones duraderas: su producto fue una Constitución aun vigente; el de las<br />

revoluciones hispanoamericanas, una cadena de dictaduras que se extendió por<br />

décadas.<br />

La revolución norteamericana, escribió Tocqueville, “se originó en un<br />

reflexivo y maduro apego a la libertad, y no en algún vago e indefinido instinto de<br />

independencia, de ausencia de orden y de límites. No fue guiada por pasiones<br />

exaltadas; al contrario, avanzó en estrecha vinculación con el apego al orden y a<br />

la legalidad.” 142 Es decir, una situación muy diferente al desbordamiento<br />

anárquico en que desembocó la experiencia emancipadora de la parte sur del<br />

continente, en lo que tiene que ver con la organización social y la<br />

Hume), que contrastaba con el concepto rousseaunianio dominante en el paradigma conceptual bolivariano.<br />

Sobre este tema, véase, Luis Castro Leiva, Sed buenos ciudadanos (Caracas: Alfadil Ediciones, 1999),<br />

pp. 32-64, 91-126<br />

139 El más notable ejemplo de la riqueza conceptual de la revolución norteamericana es, desde luego, el<br />

conjunto de documentos compilados bajo el título de The Federalist. La edición definitiva es la de la<br />

Wesleyan University Press, Hanover, NH, 1961<br />

140 Citado en, Encina, T. VI, pp. 78-79<br />

141 Arendt, pp. 32, 34, 40, 66, 68, 92, 119, 159, 198<br />

142 Alexis de Tocqueville, Democracy in America (New York: Harper & Row, 1966), p. 64<br />

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