Nota filológica preliminar
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XCIV Introducción<br />
Un poeta del sentimiento, capaz, sin embargo de virtuosismo verbal, y que también<br />
estaba en París por aquellos años, fue Rafael Alberti […]. En aquel entonces<br />
fue cuando leyó –acaso en el «atelier» de Montparnasse frecuentado por<br />
Huidobro– La pájara pinta y yo el Émulo Lipolidón [sic]. Ya la palabra jitanjáfora<br />
se había inventado en América […]. Por ejemplo hay una jitanjáfora que yo<br />
empleo en Émulo Lipolidón cuando digo «Pimpón para balitímbalo». Es una onomatopeya<br />
que quiere decir y que no quiere decir nada […]. No obstante su calidad<br />
de embajador, Alfonso Reyes se reunía con nosotros en los cafés de<br />
Montparnasse y nos presentaba jitanjáforas muy bellas. Participó también en<br />
estos juegos Arturo Uslar Pietri, el cual ha publicado treinta y cinco años después<br />
un libro de poemas en Venezuela en el que encontramos muchas «jitanjáforas».<br />
Estábamos casi a punto de volvernos locos en París […]. Se colocaba a las palabras<br />
de forma que dijieran algo distinto de su recta interpretación. Fue, toda esa<br />
época, de gran entusiasmo por la palabra. Muchos años después, en mil novecientos<br />
cincuenta y ocho, al volver de un viaje que hiciera con su esposa a China, le<br />
dimos un banquete a Rafael Alberti en Buenos Aires y, recordando los tiempos<br />
de las «jitanjáforas» de París, compuse unos versos titulados «Pájara jitanjáfora»,<br />
que leí en aquella ocasión (cursivas mías).<br />
En la misma época de su conversación con López Álvarez, en uno de los<br />
borradores manuscritos de Amores sin cabeza (hoja 126, BNF), así nos declara<br />
Asturias el abolengo completo de los dos personajes de dicha pieza, Fanta y<br />
Fanto (hombre y mujer, pero también FANTOche y FANTAsía):<br />
Fanta y Fanto, maniquis, maniquiquis o mannekines, de la familia de los PANTO-<br />
MIMOS, RAYITO DE ESTRELLA, DON YUGO, Émulo Lipolidón, CANTABRI-<br />
TA, DON CANTABRO, ASDAS ASAN, ALCLASÁN-ROBIRO DORIO Y El REY<br />
de la Altanería.<br />
La sátira social dialogada con y a través de máscaras (pienso en el demonio<br />
de El pájaro bobo y, naturalmente, en el Carne Cruda de Torotumbo) es, como<br />
sabemos, una idea de los años veinte, pero la influencia creciente del grotesco<br />
le añade, en las últimas etapas de la trayectoria literaria y teatral de Asturias,<br />
una nota triste, resignada y de muerte. Tan triste, tan resignada y tan de muerte<br />
que aparecen títulos tan explícitos como Dique seco, Gorigori, Maquillaje para<br />
una misa de réquiem, La mano del muerto y Hotel Delfín (o sea «del fin») y etiquetas<br />
tan originales como «disparatorio de perecientes» (para Gorigori). La única<br />
alternativa a tanta muerte viene a representarla la fama, es decir la estructuración<br />
retórica de medallones escénicos dedicados a grandes personajes históricos<br />
por lo general bastante cercanos a la tipología camusiana del «rebelde histórico»,<br />
a la cual, según Albert Camus, pertenecían figuras como la de Sócrates<br />
y la del Cristo. Dentro de este marco, la atmósfera trágica y la muerte recuperan<br />
algo de su antiguo halo heroico y ejemplar (en el sentido cervantino de la