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AHORCADO

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Lord Evandale lo confesó todo, pero añadiendo que si había<br />

suprimido asu hermano, no había tenido parte en ello la<br />

ambición, sino su ardienteamor hacia miss Anna.<br />

Esto bastó para que lady Pembleton perdonase a su esposo, y<br />

la jovenamante y cándida de otros días, se convirtió, bajo el<br />

doble influjo desu padre y de su marido, en la altiva y fría gran<br />

señora que acabamos dever entrar furtivamente en la miserable<br />

casa de lord William.<br />

Aquella tarde, pues, sir Archibaldo y lord Evandale, que<br />

esperaban alady Pembleton con impaciencia, la salieron al<br />

encuentro al verlallegar, y, antes de que hablase, la abrumaron<br />

de preguntas.<br />

—¿Está verdaderamente desconocido? dijo sir Archibaldo.<br />

—Tanto, respondió lady Pembleton, que hubiera pasado mil<br />

veces junto aél sin conocerlo.<br />

—¿Y acepta nuestras proposiciones? preguntó lord Evandale.<br />

—No; no hay con él transacción posible.<br />

Sir Archibaldo se sonrió con desdén.<br />

—¡Bah! exclamó, será un pleito escandaloso, pero saldremos<br />

de él conhonor.<br />

—Empezando, añadió lord Evandale, porque, para sostener un<br />

pleitosemejante, se necesita mucho dinero.<br />

—Y no solamente no lo tiene, dijo lady Pembleton, sino que<br />

me haparecido hallarse en la más profunda miseria.<br />

—Sin embargo es necesario tomar un partido, dijo sir<br />

Archibaldo.

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