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AHORCADO

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—Tengo órden de conduciros a un calabozo, cuya ventana da<br />

al patio dela ejecución.<br />

—Muy bien, le respondí.<br />

El calabozo donde entramos era bastante espacioso, y tenía<br />

una ventanamayor que todas los otras.<br />

Bastaba subirse en un banco, para llegar cómodamente a<br />

aquella ventana.<br />

Esto es lo que yo hice; y entonces pude ver todo el patio, y la<br />

horcaque estaba ya levantada.<br />

Eran las seis de la mañana y el día empezaba a aparecer, o más<br />

bien unadudosa claridad que pasaba penosamente a través de la<br />

niebla.<br />

Algunas sombras confusas se agitaban acá y allá alrededor del<br />

cadalso.<br />

El día fue avanzando poco a poco, y entonces pude ver,<br />

primero dosfilas de soldados, y luego a sir Roberto Mitchels en<br />

grande uniforme.<br />

Sir Roberto iba de un lado a otro con la sonrisa en los labios.<br />

Tan luego como me descubrió, me envió un saludo amistoso, y<br />

llevódespués su cortesía hasta el punto de acercarse a mi<br />

ventana.<br />

—Desde ahí veréis perfectamente, me dijo.<br />

—Así lo creo, le respondí. Pero, ¿quiénes son todos esos<br />

hombresvestidos de negro que veo allá bajo?<br />

—Son los jurados que han condenado al reo, y que la ley<br />

obliga aasistir a la ejecución.

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