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—¡Dios lo quiera! —Y aun creo poder afirmar que necesitaremos abrir un agujero de quincea diez y ocho pies de profundidad. —Entonces, dijo Shoking, no hay más que entrar en la casa y dirigirnosen seguida a master Farlane. —De ningún modo, repuso Marmouset. —¿Y por qué razón? exclamó Vanda. —Porque Farlane no nos conoce, y como no somos fenians, no podemoshacerle el signo misterioso que sirve de contraseña a su partido. —Entonces, ¿qué medio adoptar? —El más sencillo, dijo Marmouset: Shoking va a volver inmediatamente aFarringdon street. —Bueno, respondió Shoking. —Y verá al jefe fenian que le acompañaba, lo pondrá al corriente de lasituación y le suplicará que venga en seguida a ponernos en contacto conmaster Farlane. —Voy corriendo, dijo Shoking. —Bien, repuso Marmouset, nosotros esperamos aquí. Shoking no aguardó más y partió como una flecha. Vanda y Marmouset permanecieron en la calle inmóviles y con los ojosfijos en aquella casa donde no se veía luz ni el menor movimiento, perocuya puerta se abriría de seguro al presentarse el jefe fenian. No tuvieron que esperar mucho tiempo.
Shoking tenía buenas piernas, y en esta ocasión supo servirse de ellascon fruto. Un cuarto de hora después estaba de vuelta, y venía, como Marmouset lohabía pedido, en compañía del jefe fenian. Shoking lo había puesto perfectamente al corriente, pues ambos veníancargados con los herramientas necesarias para cavar la tierra y, aun siera necesario, para abrir una trinchera en la roca. El jefe fenian saludó a Vanda y Marmouset. En seguida se acercó a la puerta, y en vez de levantar la aldaba, sepuso a golpear con los nudillos, como si tocase un tambor, de un modoparticular. Así se pasaron algunos minutos. La casa permanecía en tanto silenciosa, y no aparecía luz en ningunaventana. —Parece que duermen bien, exclamó Marmouset impaciente. —Un poco de paciencia, dijo el jefe fenian. Y se puso a golpear por segunda vez, pero de un modo muy distinto delprimero. Esto fue también en vano: ni ruido, ni luz respondió a este llamamiento. —Pero... ¿esta casa está desierta? exclamó Vanda. —No, repuso el jefe fenian. Y golpeó por tercera vez, empleando siempre un ritmo diferente.
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PONSON DU TERRAIL ————— L
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Hubiérase creído presenciar uno d
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Rocambole iba y venía alrededor de
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El camino estaba cerrado, y volver
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—Dado pues el cañon y el proyect
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—¿Te parece demasiado tiempo? di
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En cuanto a William y Polito se hal
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Rocambole dispuso alrededor de ella
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Y designó a Paulina con el gesto.
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presos o no; tanluego como seas due
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Vanda se alejó también, pero volv
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—Porque la explosión va a hacero
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Era la bóveda de la galería que s
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—Amigos míos, les dijo Marmouset
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—Enterrados, dijo la Muerte de lo
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El hombre que tan providencialmente
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—Sin duda, repuso el jefe fenian
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—¡Ah! es verdad! dijo Marmouset
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—Entonces partamos, dijo Marmouse
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Apartó con un remo la maleza, y po
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Page 45 and 46: —Para eso, respondió Shoking, es
Page 47 and 48: —¿De qué? preguntó Vanda. —E
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Page 65 and 66: Rocambole guardó silencio por algu
Page 67 and 68: —¡Ah! ya lo sabía yo! exclamó
Page 69 and 70: —Voy a encerraros esta noche mism
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Page 75 and 76: —Entonces voy a explicarte lo que
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Page 81 and 82: ahora que se aproxima elmomento de
Page 83 and 84: —Acabad, le dije. —Y hasta... s
Page 85 and 86: —Sobre todo, dijo sir Roberto, si
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Page 91: —Esta casa debe de estar, según
Page 95 and 96: —Vas a convencerte de seguida, pu
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Page 103 and 104: Shoking no se lo hizo repetir dos v
Page 105 and 106: —Sí, en el tercer piso. No hay m
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Page 123 and 124: XV Llegados a la cueva, el abate Sa
Page 125 and 126: La noche era oscura y la niebla ext
Page 127 and 128: —¿Y para qué? —¡Toma! para v
Page 129 and 130: Shoking retrocedió algunos pasos m
Page 131 and 132: Los montes Cheviot separan el conda
Page 133 and 134: civilización, y deconsiguiente muy
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Page 137 and 138: Lady Evelina persistió en su negat
Page 139 and 140: Los partidos no faltaban por cierto
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Hallábanse entonces en medio del v
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Al contrario, pareció guiarlo, y s
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—¡Pero, desgraciado!... ¿Habéi
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—¡A mí!... ¡a mí! exclamó. S
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Los médicos convinieron en que se
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El honrado Escocés no perdió la c
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—No he visto al hijo de lady Evel
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Lord Ascott, como hemos visto, la h
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—¿Y qué importa? —Importa muc
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El antiguo solar había visto nuevo
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—O mejor dicho, tengo siempre el
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poco, su rostro vadesapareciendo y
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—Pero, entonces..... —Entonces,
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Y aquí milady, enjugando de nuevo
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Betzy dejó escapar un suspiro. —
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Antes de poner en movimiento las ca
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Tom no se desalentó sin embargo. A
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modo se dirigían albosque vecino,
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—¡Ah! —Un hombre lo acompañab
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—Al irse, os ha lanzado una mirad
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al mismo tiempoque le dirigía a hu
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Lord William se había quedado mira
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Lord William se sonrojó a su vez.
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—Pues bien, dijo lord William son
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Cuando el Indio iba por los caminos
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El elefante sagrado de los Indios.
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—No hay nada imposible, dijo sent
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Y volvió a sentarse familiarmente
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poderoso; y, ya os lo hedicho, si m
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—Y sir Jorge..... ha muerto, ¿no
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Aquel Indio era un brahmin. El brah
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El supuesto Indio hablaba con tal e
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—¡Ah! —Pero continúa. ¿No te
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—Ven conmigo, repitió. Tan ciert
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—¡No!... ¡no! dijo vivamente el
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—¿A mi? exclamó sir Evandale es
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—Y solo quedará por vos, estoy s
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Y le entregó una cartera henchida
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—¿Qué haréis pues de él? —Q
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Estos desgraciados caminaban lentam
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—¿Por qué me preguntáis eso?
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Pero, en vez de detenerse, los pres
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—Ahora lo comprendo menos. El ten
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—No lo sé aún, repuso Nizam; es
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de muchos caballos,y el roce de las
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—Juradme que la picadura de esa v
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Y abrió precipitadamente una puert
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amo... os amo, noporque sois un nob
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—No; al contrario, tengo mucho ca
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—Que avisen a miss Anna y a sir A
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—No tienes necesidad de comprende
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Sir Archibaldo y miss Anna lo pensa
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—¿Y bien? le preguntó. —Mira
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—Sin duda. —Y entonces..... —
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Al mismo tiempo una fuerte bocanada
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Allí pasó algún tiempo, esperand
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El lugar de la cita era junto a aqu
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cuando viodeslizarse a un hombre po
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Partieron en medio del día, en un
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—Sí. —Y no la has introducido
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—No sé qué nombre es el que lle
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Allí, compulsando los registros de
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El buque que conducía a Tom dobló
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Los negros le habían dejado su cin
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—Sí, y decía que era lord: así
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—Sí, dijo Frantz, pero bueno es
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—¿Dónde se halla? —A cien leg
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En fin, a eso del mediodía, Tom de
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Tom vio a su frente un ancho vestí
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Mister Bruce era un gallardo joven
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—He estado sin memoria durante m
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En fin, después de una pausa de al
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—En fin, al cabo de un año, el c
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—¡Ah! exclamó Mr. Bruce palidec
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Pero mi corazón no se había cerra
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—Es necesario que volváis a Ingl
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tiene diez y ocho leguascuadradas d
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La solicitó subrepticiamente por a
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Un mes después, Walter Bruce, su e
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Erguida y majestuosa, sigue lentame
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—Tengo un secreto que confiaros,
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Lady Pembleton no respondió. —¡
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Hay allí un poco de todo: muchos l
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En Londres, todo hombre de negocios
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Mr. Simouns se quedómirando fijame
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—¿Por qué causa? —Porque a lo
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—Veamos, os escucho. —Sin que o
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necesario, paraperseguirlo, obtener
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—No lo creo, caballero. —Y yo e
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Veíase allí en efecto una mujer q
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Lady Pembleton había permanecido e
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—Os será muy difícil, si no imp
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—Pues bien, es necesario probarlo
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Tres años después, el deportado W
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—¿Y cuál? —Es necesario que e
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—Entonces, inscribidme por mil.
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Nadie ha podido saberlo de positivo
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»El teniente Percy vive efectivame
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—Pues si habéis contado conmigo,
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Y dicho esto, el extraño personaje
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Tom era un hombre enérgico. En los
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A poco se abrió una escotilla, una
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—Sí, y me ha dado órden de desa
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El Regente, gran steamer transatlá
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¿Aquel hombre había caído al agu
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Tom se hizo conducir a casa del Có
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Pero allí lo esperaba una nueva y
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Mr. Simouns tuvo lástima de la des
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—¿Por mí? exclamó Tom. —Un d
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En ella venía adjunto un billete d
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—Os engañáis. —¿Creéis que
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—En seguida dejarán la Inglaterr
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—Lord Evandale vacilará ante el
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Y diciendo esto le dio un cupón de
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Esperad con confianza. Creo haber h
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Y le entregó una carta abierta. Es
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—Permitidme aún una pregunta, Mr
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Betzy, puesta en libertad bajo cauc
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—Sin embargo, añadió Mr. Simoun
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Mr. Simouns, que lo observaba a hur
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media noche,bebiendo porter, sherry
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La mañana siguiente, a eso de las
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El mismo pasante que había noticia
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El noble personaje pasó allí una
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Pero lord Evandale se agitaba con l
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Dos hombres entraron inmediatamente
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de pronto en ayuda alord William y
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acusándose detodos sus crímenes,
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—Ya sabéis que hay en Londres un
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—Sin duda. —¿Y cómo saldrá e
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—¡Pronto! pronto! dijo, levantao
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—No hay que chocar con semejantes
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—No hay cuidado, dijo el segundo:
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Pero luego que tuvo el diario en su
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—Sí, dijo el abate Samuel, pero
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Este libro fue distribuido por cort
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