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LA MÚSICA - Fraternidad Rosacruz Max Heindel de Madrid

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La transición <strong>de</strong> Lemuria a la Atlántida estuvo marcada por la creciente<br />

<strong>de</strong>nsidad <strong>de</strong> la atmósfera, cuerpos físicos más solidificados, y la conciencia<br />

humana enfocada en forma más <strong>de</strong>finida en el mundo material. La<br />

humanidad estaba ahora perdiendo esa hermosa y casi continua<br />

comunicación con las Huestes angelicales que los Lemurianos habían<br />

disfrutado. Como consecuencia, hubo una correspondiente pérdida en la<br />

percepción <strong>de</strong> las armonías celestiales. Sin embargo, en esta etapa <strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>sarrollo no había perdido el contacto con los mundos internos a tal<br />

grado como para negar o aun dudar <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> la Música <strong>de</strong> las<br />

Esferas, fuera realmente oída o no. Tal negación no ocurriría hasta el<br />

profundo materialismo <strong>de</strong> nuestra presente era. Por eso, los Iniciados <strong>de</strong>l<br />

Templo Atlante, sacerdotes y sacerdotisas <strong>de</strong> la eterna sabiduría,<br />

ejecutaban sus ritos sagrados en completa armonía con los ritmos<br />

celestiales.<br />

Los Templos Atlantes eran en realidad universida<strong>de</strong>s don<strong>de</strong> las faculta<strong>de</strong>s<br />

físicas, mentales y espirituales <strong>de</strong>l hombre eran cultivadas y <strong>de</strong>sarrolladas.<br />

Al grado que él <strong>de</strong>jaba para vivir en comunicación con los mundos<br />

superiores que su cuerpo estuviese sujeto a la <strong>de</strong>sarmonía y la<br />

enfermedad, así era un Maestro Iniciado quien entraba en sintonía con la<br />

nota estelar <strong>de</strong> un individuo para reemplazar la <strong>de</strong>sarmonía <strong>de</strong> éste por<br />

armonía. Para este fin se administraba la música, la gran panacea<br />

curativa, en estos Templos.<br />

Los Atlantes eran mucho más susceptibles a los efectos terapéuticos <strong>de</strong>l<br />

ritmo que la humanidad <strong>de</strong> hoy. Ellos podían atraer las fuerzas vitales en<br />

pulso <strong>de</strong> las plantas en crecimiento y apropiarse <strong>de</strong> ellas para la<br />

revitalización y renovación <strong>de</strong> sus cuerpos. También podían transferir estas<br />

energías <strong>de</strong> una planta a otra, así aumentando la fuerza <strong>de</strong> la débil o<br />

afectada por esa <strong>de</strong> la sana y vigorosa. Las vibrantes corrientes <strong>de</strong> vida<br />

emitían tonos específicos a medida que surgían hacia arriba. Los atlantes<br />

podían oír estos sonidos y transcribirlos en música tan perfectamente<br />

armonizada a los ritmos <strong>de</strong> las plantas que poseía una dinámica eficacia<br />

curativa. En el tiempo, por lo tanto, la terapia musical se convirtió en una<br />

<strong>de</strong> las principales ramas <strong>de</strong> la instrucción <strong>de</strong> Templo.<br />

El idioma fue <strong>de</strong>sarrollado por los Atlantes, una especie <strong>de</strong> Dialecto<br />

Cantarín. Sus palabras entonadas proyectaban po<strong>de</strong>r a cualquier objeto<br />

nombrado, y por ese po<strong>de</strong>r el objeto podía ser formado <strong>de</strong> nuevo según la<br />

voluntad <strong>de</strong> un individuo. Los cánticos y mantrams <strong>de</strong> todas las antiguas<br />

religiones tuvieron su origen en este dialecto cantarín. Los sacerdotes <strong>de</strong><br />

Templo y sus discípulos avanzados también podían oír las notas claves<br />

musicales <strong>de</strong> los objetos naturales y eran capaces, por medio <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

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