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historia de chile, los mitos y la realidad - Luis Emilio Recabarren

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El oficial mandó a cesar <strong>los</strong> disparos y or<strong>de</strong>nó el asalto <strong>de</strong> <strong>la</strong> “guardia b<strong>la</strong>nca”. Los civilesentraron disparando a diestra y siniestra. Incendiaron el local y <strong>de</strong>struyeron <strong>la</strong> imprenta.A lo menos doce obreros murieron carbonizados o ultimados por <strong>la</strong>s armas.En 1922 fue publicado en Punta Arenas un folleto titu<strong>la</strong>do “Los horrorosos sucesos <strong>de</strong>l 27<strong>de</strong> julio”. Su autor se firma con el seudónimo Marcolín Piado. Fue reeditado en julio <strong>de</strong>1987. En sus páginas hay un documentado re<strong>la</strong>to <strong>de</strong>l asalto, incendio y masacre a <strong>la</strong> se<strong>de</strong> <strong>de</strong><strong>la</strong> Fe<strong>de</strong>ración Obrera <strong>de</strong> Magal<strong>la</strong>nes y sobre <strong>la</strong> <strong>de</strong>spiadada represión que siguióposteriormente. Se reproducen varios testimonios. Uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> es <strong>de</strong>l obrero UlisesGal<strong>la</strong>rdo.Fue <strong>de</strong>tenido el 30 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1920 en su hogar en Punta Arenas. Lo condujeron a <strong>la</strong>comisaría. Era mediodía. Lo interrogaron y golpearon salvajemente. A <strong>la</strong>s tres <strong>de</strong> <strong>la</strong>madrugada <strong>de</strong>l 1º <strong>de</strong> agosto fue sacado <strong>de</strong> su encierro y subido a un camión <strong>de</strong>l batallónMagal<strong>la</strong>nes, que manejaba un soldado <strong>de</strong> apellido Vergara.Ulises Gal<strong>la</strong>rdo re<strong>la</strong>ta: “El camión, tras una rápida marcha, nos <strong>de</strong>jó en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya frente altaller Minerva. Descendimos todos y mientras el inspector Román me apuntaba al pechocon un revólver, el subprefecto Guzmán me ataba <strong>la</strong>s manos con cor<strong>de</strong>les. Enseguida esteúltimo me introdujo un pañuelo en <strong>la</strong> boca colocándome otro por fuera que servía <strong>de</strong>mordaza. Luego fui embarcado en un bote. A<strong>de</strong>ntro, el soldado que conducía el camión,procedió a amarrarme <strong>la</strong>s piernas a <strong>la</strong> altura <strong>de</strong> <strong>los</strong> tobil<strong>los</strong>. Para ejecutar esta acción seocuparon unos a<strong>la</strong>mbres en uno <strong>de</strong> cuyos extremos se amarró una piedra <strong>de</strong> regu<strong>la</strong>rtamaño.. Habrían bogado unos cien metros cuando <strong>los</strong> remeros (el agente Otaíza y elsoldado Vergara) cesaron en su tarea para tomarme uno <strong>de</strong> <strong>la</strong> cabeza y el otro <strong>de</strong> <strong>los</strong> pies,<strong>la</strong>rgándome al mar como se bota un bulto cualquiera <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> columpiarlo para hacerlo<strong>de</strong>spedir con fuerza. El impulso <strong>de</strong>l <strong>la</strong>nzamiento y el peso <strong>de</strong> <strong>la</strong> piedra me hizo tocar fondo.95

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