VE-16 SEPTIEMBRE 2015
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Fue en un parque de la localidad, allí lo vi a lo lejos,<br />
escondida tras un viejo roble. Él conversaba con la mujer que poco a<br />
poco se llevaba su cariño. Era una amante sin escrúpulos, cargada de<br />
egoísmos y maldad, porque no le importaba destruir nuestro amor.<br />
Era una perra en celos provocando a su víctima, bebiendo de sus<br />
labios carnosos, los restos del amor que yo le entregué. Sin importar<br />
lo lógico, mis vísceras nublaron mi razón. Así que tomé el arma,<br />
apunté hacia el reflejo de mi odio, y disparé.<br />
Ella cayó entre sus brazos, y un grito estremecedor despertó la<br />
tranquilidad de la noche. Los perros aullaron, y las luces de los<br />
apartamentos vecinos, comenzaron a encenderse. Él se ahogaba en su<br />
llanto cargado de desesperanza, y con llamadas de auxilio trató de<br />
atraer su atención. ¡De pronto! Una niña salió de un carro estacionada<br />
en la esquina, corrió llorando hacia la madre tendida en la hierba.<br />
Fue en ese momento que recordé; ella era la hija de los dos. Mi<br />
memoria estaba nublada por una larga mentira que un día me<br />
inventé. Después de todo, aquella mujer era su esposa, y yo, la<br />
amante fiel que destruyó en un segundo, lo único real de ésta historia.<br />
Eva C. Franco (Isla de Margarita, Venezuela)<br />
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