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VE-16 SEPTIEMBRE 2015

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Una rubia peligrosa<br />

—¿Crees que Mario se esconde en esa mansión?<br />

—Seguro. Ahí le espera la amante del banquero, están<br />

compinchados. Ese tío es muy listo, se ha llevado el dinero y a la<br />

chica. Y nosotros en Babia.<br />

—Vamos a comprobarlo.<br />

—Tranquilo, Pedro. No tenemos prisa.<br />

Juan, ojos negros, pelo largo, mandíbula cuadrada, espalda<br />

ancha y brazos poderosos, y Pedro ‘el Tigre’ López, ex boxeador<br />

cuarentón, nariz aplastada y orejas de coliflor, estaban sentados en el<br />

coche en la puerta de la mansión en Aranjuez del banquero Jerónimo<br />

Castro, el personaje que les había ayudado a dar el golpe más<br />

productivo y fácil de sus vidas. Fue llegar y desvalijar la caja fuerte.<br />

Siguieron sus instrucciones y le dejaron en la inmensa oficina del<br />

banco que presidía atado y malherido como habían acordado. Y ahora<br />

el maldito Mario se la había jugado a ellos. Huyó con el dinero y le<br />

habían seguido hasta la mansión donde le esperaba la espléndida<br />

rubia a la que mantenía Jerónimo Castro. Una buena jugarreta que<br />

ellos estaban dispuestos a frustrar.<br />

En los asientos de atrás del vehículo, Miguel el Perla, calvo y feo,<br />

siniestro, un esperpento de hombre, callado como un muerto,<br />

esperaba órdenes. Tenía preparada su pistola. Era frío y eficiente.<br />

Matar se le daba bien.<br />

—Mario lo pagará, me cago en su sombra —perjuró Juan.<br />

—¿Cómo pudo marcharse con el dinero? —gritó Pedro,<br />

dirigiéndose con gesto de cabreo a sus dos colegas.<br />

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