VE-16 SEPTIEMBRE 2015
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Unos niños se dieron gusto con los dulces confitados que<br />
extraían de una pequeña bolsa y que arrojaron al rostro del<br />
inanimado hasta que un trueno les hizo correr a sus viviendas.<br />
Las farolas se encendieron, iluminaron con sus sombras<br />
naranjas las ropas del hombre inerte, también a los ojillos tras las<br />
ventanas oscuras, rostros revelados con los instantes de los<br />
relámpagos, vibración a cristales con sus estruendos.<br />
La tormenta formó arroyos, sinfonía líquida in crecendo entre<br />
oscuridades por fallos eléctricos, intermitencias en la deleitación de<br />
los vecinos, agradecimientos mentales porque las autoridades<br />
tardarían más en retirar el objeto de su embeleso, aquel cuerpo que<br />
quedó cubierto por la lluvia en menos de dos horas.<br />
El clima de avidez por ver de nuevo al occiso se unió a las gotas<br />
en su caída. Con la retirada de las aguas, las viviendas de los<br />
alrededores se fueron reactivando, aunque muy pronto volvían a los<br />
mohines rutinarios conforme descubrían la presencia solitaria de un<br />
zapato junto al poste donde alternaban el verde, el amarillo, el rojo. El<br />
silencio había retornado gradualmente entre el ruido de los autos. La<br />
vida cobraba forma de nuevo.<br />
José Luis Sandín (Valencia)<br />
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