VE-16 SEPTIEMBRE 2015

Malas influencias (bajo la luna llena)
—¿A dónde te crees que vas? ¡Donna! ¡Donna, ni se te ocurra!
¡Vuelve aquí inmediatamente! —gritó su madre, incapaz de moverse
de la cama. Su hija se había encargado de mantenerla bien atada.
Pensó en lo que pasaría si su (probablemente muy ebrio) marido y su
hija se cruzaran por el pasillo en ese preciso instante, cerró los ojos y
se dejó llevar. “Que pase lo que tenga que pasar”. Daba igual la
importancia del asunto. Siempre había sido así.
La música sonaba tan fuerte en el salón que los vecinos se
fueron despertando, uno a uno. Primero las luces, luego la
incertidumbre, algún curioso asomándose al porche, y, por último,
gritos amenazadores. “¡Como no bajéis el volumen voy a llamar a la
policía! “. Donna se acercó al viejo tocadiscos, y subió más el volumen
para acallar los incipientes gritos de su padre, provenientes del
sótano. Donna se sirvió un trago de whisky sin hielo, la botella
favorita del viejo demacrado que, pisos más abajo, gritaba sin parar,
golpeando repetidamente la puerta con la cabeza. Se sentía relajada y
libre por primera vez en muchos años. En un evidente estado de
excitación se mordió la lengua sin querer y le dieron ganas de salir a
la calle y aullar. Le entró la risa tonta al imaginarse las reacciones de
sus vecinos.
El mordisco de Bobby estaba haciendo su efecto. Recuerdos
fugaces del (entonces) aterrador momento atravesaron su cabeza.
Ella le había suplicado que no lo hiciera, había llorado hasta el último
instante. Todo el mundo conocía la condición especial de Bobby, pero
su familia tenía mucha influencia en el pueblo. Nadie le hacía la
sombra, jamás. Siempre rodeado de matones como él, eran la banda
que todo ser humano común temía. Donna era un ser humano de lo
67