VE-16 SEPTIEMBRE 2015

—Nos sorprendió. Cuando quisimos reaccionar ya había saltado
por la ventana, pero le hemos herido.
En el moderno y lujoso salón de la casa, Mario estaba sentado en
un sillón, se acababa de servir un wiski y tenía el vaso en la mano. Se
sentía mal, con un dolor agudo que le atravesaba el muslo. ‘El Perla’
le había alcanzado de refilón con uno de sus disparos. «Una putada»,
pensó y se fijó en que la mancha roja de su pantalón se iba haciendo
más grande. Necesitaba un médico. «Tengo que salir de aquí cuanto
antes». A sus pies reposaba un maletín del que sobresalían fajos de
billetes de 500 euros. En la mesita, una pistola. Soraya, con sus
pantalones vaqueros ajustados y una blusita amarilla de tirantes que
dejaba al descubierto unos hombros dorados, permanecía de pie. Era
una mujer 10, un lujo, sus favores costaban cheques con muchos
ceros. Lo sabía bien Jerónimo Castro
—Vamos a por él —gritó Pedro al mismo tiempo que saltaba del
coche—. No quiero que se nos escape otra vez.
Juan y Pedro se dirigieron a la puerta principal. Mario los vio
saltar del coche y caminar con paso decidido. Imbéciles. Se creían que
le iban a coger.
—Soraya, mete el dinero en ese maletín y sígueme.
—Esos no te van a dejar escapar.
—No te preocupes, la casa tiene un pasadizo en el sótano que
conduce a la mansión de al lado. Lo hizo Jerónimo Castro para
escapar si tenía visitas inoportunas. Sígueme.
Mario, cojeando, apoyándose en un bastón, marchaba delante, la
condujo hasta el sótano. Llevaba una linterna, con ella alumbró una
pared y le señaló a Soraya una palanca que sobresalía. “Bájala”. Fue lo
último que dijo. Vio a Soraya con su pistola en la mano y lo
comprendió todo. Ella los había engañado a los cinco. El disparo le
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