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Revista Mansaborá 25 del IES Profesor Hernández-Pacheco de Cáceres

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olvidado a Bernhard, y eso que éste se despidió de ella echando pestes. Unos Estados Unidos<br />

que no juzgaran contemporáneos a Melville y Dickinson y Twain, a James y Whitman y<br />

Faulkner. Aquí, en cambio, no hay plan de estudios que no procure borrar, suprimir, aniquilar<br />

el pasado, cercenarnos. En las elecciones recién celebradas, ¿algún político ha lamentado esta<br />

amputación, este empobrecimiento, esta ignorancia deliberada, este desprecio, la espalda vuelta<br />

hacia lo que, pese a morir, nunca muere y sigue hablándonos?”.<br />

Ya terminamos con las citas, la de una compañera, la de una escritora. En los Jueves<br />

Sociales, su columna de El Periódico de Extremadura, Pilar Galán, de la que hemos leído<br />

su última obra Tecleo en vano, escribe sobre El Quijote, Cervantes, y cómo leer. Atentos,<br />

porque no tiene desperdicio. El artículo se llama Cervantes deshilachado: “Nos hemos<br />

acostumbrado a que un poema tenga solo ciento cuarenta caracteres, tipo pensamiento sufí o<br />

estallido fugaz de ingenio, qué más da si da lo mismo, a que todo cuento sea microrrelato, y a<br />

que las novelas se nos caigan de las manos a no ser que sean una mezcla de Twitter y<br />

Facebook con estética de videoclip. De teatro, mejor ni hablamos. Un soneto ya es mucho, una<br />

obra en verso, un desatino, y los textos dramáticos no son lo importante, sino un mero<br />

acompañamiento de un espectáculo de luz y sonido a la altura de un parque de atracciones. Con<br />

estos mimbres, a ver quién es el guapo que celebra a Cervantes , con lo que escribía. Anda que<br />

no tiene páginas El Quijote, demasiadas. Le sobran unas pocas, las que van desde En un lugar<br />

de la Mancha hasta se murió cuerdo. Yo no digo que no se puedan salvar algunas frases, pero<br />

capítulos enteros... Y las Novelas ejemplares, larguísimas. Y el Persiles , eterno. Si es que<br />

así no se puede llegar a los jóvenes. A ver qué le hubiera costado escribir aforismos, o meter<br />

más fantasía, elfos, dragones, menos molinos, eso sí, y alguna escena de amor más subidita,<br />

una Dulcinea firmando un contrato de sumisión, mucho más romántico, dónde va a parar. Nos<br />

quejamos de que los políticos no se hayan esforzado en organizar una celebración en<br />

condiciones, pero es que Cervantes tampoco se lo ha puesto fácil. Pues anda que no tienen<br />

ellos ocupaciones ahora como para enredarse en celebrar a un escritor muerto hace tanto. Y que<br />

escribe así, tan antiguo, con palabras que ya no se usan en ningún sitio. No hace libros para<br />

jóvenes, no, a no ser que los pasemos por la trituradora de lo políticamente correcto y se lo<br />

demos a nuestros chicos en sencillo puré, a cucharadas, no sea que lean El celoso extremeño<br />

y se sientan ofendidos en su identidad de comunidad autónoma, o La ilustre fregona, que no<br />

fregono, o La española inglesa, y la liemos con el Peñón, y ya lo último y más peligroso, no<br />

sea que se acerquen sin protección a Rinconete y Cortadillo o El licenciado vidriera y les dé<br />

por pensar, o por hacer comparaciones con lo que ven, y entonces ya la tenemos liada”. En fin.<br />

Otra vez en fin. La verdad es que “al gran personaje que fue Miguel le faltó un Cervantes que<br />

le escribiera. Hizo por su rey lo máximo que se podía pedir a un súbdito en el siglo XVI: jugarse<br />

el tipo como espía y jugarse el talante como recaudador de impuestos. Miguel de Cervantes,<br />

fallecido en 1616 y buscado en el subsuelo de un convento en 2015, guerreó en batallas navales<br />

cuando aún conservaban la épica de los clásicos, sobrevivió a un largo cautiverio en Argel y tocó<br />

una cima de la literatura universal que, cuatro siglos después, ahí sigue plantada, viendo otras<br />

novelas pasar”.<br />

Cervantes había nacido en Alcalá de Henares, donde los Cervantes se instalaron en 1630,<br />

y allí se casan sus padres (Rodrigo y Leonor) en 1540. Allí nacen todos los hermanos: Andrea<br />

en 1544, Luisa en 1546, Miguel en 1547, Rodrigo en 1550 y la vallisoletana Magdalena en<br />

1544. En su casa su padre, Rodrigo, sólo tiene tres libros: una Gramática de Nebrija, un<br />

libro de cirugía que no ofrece más conocimientos que uno de primeros auxilios, y el Libro de<br />

las cuatro enfermedades. Era cirujano, no como los cirujanos de hoy, tan celebrados e<br />

importantes, sino un médico de primeros auxilios, menos quizá que un ATS, que apenas podía<br />

competir con los licenciados que salían de la Universidad de Alcalá. Cirujano que aprendió<br />

el oficio ya mayor. Por eso se separa de la familia, al amparo de su padre hasta que se reúnen<br />

I.E.S. “Profesor Hernández-Pacheco”. Año 2016

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