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hora de lectura

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piedra, y se abrió lentamente la enorme puerta.<br />

Un hombre alto, <strong>de</strong> expresión severa, se encaró con él en silencio.<br />

—Le ruego que me disculpe… sé que es algo tar<strong>de</strong> —empezó, algo<br />

pomposamente—; pero soy un antiguo alumno. Acabo <strong>de</strong> llegar, y no he podido<br />

reprimir el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer una visita —su alemán parecía menos fluido que <strong>de</strong><br />

costumbre—. Tengo mucho interés. Estuve aquí en los años setenta.<br />

El otro abrió más la puerta, y le acogió inmediatamente con una inclinación<br />

<strong>de</strong> cabeza y una sonrisa <strong>de</strong> sincera bienvenida.<br />

—Soy el Bru<strong>de</strong>r Kalkmann —dijo suavemente, con voz profunda—. Yo<br />

mismo fui profesor en esa época. Es una gran satisfacción recibir a un antiguo<br />

alumno —le miró con suma atención unos segundos, y luego añadió—: creo,<br />

también, que es magnífico que haya venido… realmente magnífico.<br />

—Es para mí un gran placer —replicó Harris, encantado <strong>de</strong> esta acogida.<br />

El mal iluminado corredor con su enlosado <strong>de</strong> piedra gris, y el acento<br />

familiar <strong>de</strong> una voz alemana resonando en él (con la entonación peculiar que los<br />

Hermanos utilizaban siempre al hablar), se combinaron para elevarle<br />

físicamente, por así <strong>de</strong>cir, a la atmósfera onírica <strong>de</strong> unos tiempos largamente<br />

olvidados. Entró <strong>de</strong> buen grado en el edificio, y la puerta se cerró con un trueno<br />

familiar que completó la reconstrucción <strong>de</strong>l pasado. Casi experimentó la antigua<br />

sensación <strong>de</strong> encarcelamiento, <strong>de</strong> dolorosa nostalgia, <strong>de</strong> haber perdido la libertad.<br />

Harris suspiró y se volvió involuntariamente hacia su anfitrión, el cual le<br />

<strong>de</strong>volvió débilmente la sonrisa, y luego le condujo por el corredor.<br />

—Los chicos se han retirado —explicó—; como recordará, aquí se madruga.<br />

Pero al menos, se unirá a nosotros <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un momento en la Bru<strong>de</strong>rstube, y<br />

tomará una taza <strong>de</strong> café —era precisamente lo que el comerciante en sedas<br />

había esperado, y aceptó con una prontitud que pretendió atemperar con la<br />

gracia—. Y mañana —prosiguió el Bru<strong>de</strong>r— tiene que venir a pasar el día entero<br />

con nosotros. Pue<strong>de</strong> que incluso encuentre a algún conocido, y a que varios<br />

alumnos <strong>de</strong> sus tiempos han vuelto aquí como profesores.<br />

Por los ojos <strong>de</strong> este hombre cruzó fugazmente una expresión que sobresaltó al<br />

visitante. Pero <strong>de</strong>sapareció con la misma celeridad con que había asomado. Fue<br />

imposible precisarla. Harris tuvo el convencimiento <strong>de</strong> que fue el efecto <strong>de</strong> una<br />

sombra proyectada por la lámpara <strong>de</strong> la pared, junto a la que acababan <strong>de</strong> pasar.<br />

La apartó <strong>de</strong> su mente.<br />

—Es usted muy amable —dijo con cortesía—. No pue<strong>de</strong> imaginar la alegría<br />

que supone para mí visitar <strong>de</strong> nuevo el colegio. ¡Ah! —se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> repente ante<br />

una puerta cuya mitad superior era <strong>de</strong> cristal, y miró al interior—, ésta era una<br />

<strong>de</strong> las aulas <strong>de</strong> música don<strong>de</strong> yo solía practicar el violín. ¡Cómo me vuelve el<br />

recuerdo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tantos años!<br />

El Bru<strong>de</strong>r Kalkmann se <strong>de</strong>tuvo indulgente, sonriendo, a fin <strong>de</strong> permitir que su<br />

invitado mirase unos momentos.

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