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hora de lectura

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edificio quemado y <strong>de</strong>struido, y la hierba y las ortigas <strong>de</strong>mostraban <strong>de</strong> manera<br />

concluy ente que hacía años que se encontraba en ese estado.<br />

La luna se había ocultado y a tras el bosque que le ro<strong>de</strong>aba, pero las estrellas<br />

que salpicaban el cielo emitían luz suficiente como para permitirle cerciorarse <strong>de</strong><br />

lo que veía. Harris, el comerciante en sedas, contempló las piedras quemadas, y<br />

se estremeció.<br />

Luego, <strong>de</strong> repente, vio emerger <strong>de</strong> la oscuridad una figura, y <strong>de</strong>tenerse junto<br />

a él. Al mirarla con atención, crey ó reconocer el rostro <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sconocido <strong>de</strong> la<br />

posada <strong>de</strong> la estación.<br />

—¿Es usted real? —preguntó con una voz que apenas reconoció como suya.<br />

—Más que real… soy aliado —replicó el <strong>de</strong>sconocido—; le he seguido <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la posada, hasta aquí.<br />

Harris calló, y se le quedó mirando durante unos minutos sin añadir nada. Le<br />

castañeteaban los dientes. El más leve ruido le sobresaltaba; pero esas simples<br />

palabras en su propia lengua, y el tono en que fueron pronunciadas, le aliviaron<br />

inmensamente.<br />

—Es usted inglés también, gracias a Dios —dijo, incoherente—. Estos<br />

alemanes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio… —se interrumpió, y se llevó una mano a los ojos—.<br />

Pero ¿qué ha sido <strong>de</strong> todos ellos… y <strong>de</strong> la habitación, y… y …? —se llevó la<br />

mano a la garganta, y se palpó el cuello con nerviosismo. Aspiró larga,<br />

profundamente con alivio—. ¿Lo he soñado todo… todo? —preguntó, perplejo.<br />

Miró ofuscado a su alre<strong>de</strong>dor, y el <strong>de</strong>sconocido se acercó y le cogió <strong>de</strong>l<br />

brazo.<br />

—Vayámonos —dijo en tono tranquilizador, aunque con cierto acento<br />

autoritario en la voz—; vayámonos <strong>de</strong> aquí. El camino, incluso el bosque, serán<br />

más agradables para usted; porque a<strong>hora</strong> estamos en uno <strong>de</strong> los lugares <strong>de</strong>l<br />

mundo más terriblemente frecuentados por espectros.<br />

Guió los pasos inseguros <strong>de</strong> su compañero por la <strong>de</strong>smoronada albañilería<br />

hasta que llegaron al sen<strong>de</strong>ro, con las ortigas picándoles las manos, y Harris<br />

caminando a tientas como un sonámbulo. Cruzaron la verja <strong>de</strong> barrotes<br />

retorcidos y salieron; <strong>de</strong> aquí se dirigieron al camino, blanco en medio <strong>de</strong> la<br />

oscuridad. Una vez fuera <strong>de</strong> las ruinas, Harris recobró el dominio <strong>de</strong> sí, y se<br />

volvió a mirar hacia atrás.<br />

—Pero ¿cómo es posible? —exclamó con la voz aún temblorosa—. ¿Cómo es<br />

posible? Cuando entré aquí vi el edificio a la luz <strong>de</strong> la luna. Me abrieron la puerta.<br />

Vi las figuras y oí sus voces, y toqué, sí, toqué, sus mismas manos; y vi sus<br />

con<strong>de</strong>nadas caras negras, las vi mucho más claramente <strong>de</strong> lo que le veo a usted<br />

a<strong>hora</strong> —estaba completamente confuso. La fascinación aún le <strong>de</strong>slumbraba los<br />

ojos con un grado <strong>de</strong> realismo más fuerte que la misma realidad normal—. ¿Tan<br />

absoluto ha sido mi engaño?<br />

Entonces, <strong>de</strong> repente, le llegaron a la conciencia las palabras <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sconocido

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