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tormenta había cedido, y vio la Roca <strong>de</strong>l Castillo envuelta en la niebla. Tras otro<br />
bostezo, se apartó <strong>de</strong>l lúgubre panorama y se dispuso a dormir en el sofá las<br />
cuatro <strong>hora</strong>s restantes, hasta el <strong>de</strong>sayuno. Field seguía respirando profundamente<br />
en la habitación contigua, así que antes fue <strong>de</strong> puntillas a echarle otra ojeada.<br />
Se asomó por la puerta entreabierta, y lo primero que vio fue la cama,<br />
perfectamente discernible a la luz grisácea <strong>de</strong> la madrugada. La observó con<br />
atención. Después se frotó los ojos. Luego se los volvió a frotar, y asomó aún<br />
más la cabeza por la abertura <strong>de</strong> la puerta. Siguió mirando, y mirando, con los<br />
ojos clavados en ella.<br />
Pero nada. Lo que veía era una habitación <strong>de</strong>sierta.<br />
De súbito, le volvió la sensación <strong>de</strong> temor que había experimentado al<br />
principio, cuando Field apareció por la puerta, aunque con mucha más intensidad.<br />
Se dio cuenta, también, <strong>de</strong> que le latía violentamente el brazo izquierdo, y que le<br />
dolía muchísimo. Se quedó allí, perplejo, mirando, tratando <strong>de</strong> poner en or<strong>de</strong>n sus<br />
pensamientos. Temblaba <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />
Con un gran esfuerzo <strong>de</strong> voluntad, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> apoyarse en la puerta y entró<br />
valerosamente en la habitación.<br />
Sobre la cama <strong>de</strong>scubrió la huella <strong>de</strong> un cuerpo, don<strong>de</strong> Field había estado<br />
acostado, y había dormido. Vio la señal <strong>de</strong> la cabeza en la almohada; y en los<br />
pies, don<strong>de</strong> las botas habían <strong>de</strong>scansado sobre la colcha, había un ligero<br />
hundimiento. Y allí, más claramente aún —porque se había acercado más—,<br />
¡sonaba la respiración!<br />
Marriott trató <strong>de</strong> hacer acopio <strong>de</strong> valor. Con gran esfuerzo, logró pronunciar<br />
en voz alta el nombre <strong>de</strong> su amigo.<br />
—¡Field! ¿Eres tú? ¿Dón<strong>de</strong> estás?<br />
No hubo respuesta; sin embargo, seguía, ininterrumpida, la respiración que<br />
procedía <strong>de</strong> la cama. Le había salido una voz tan rara que no quiso repetir las<br />
preguntas, sino que se arrodilló e inspeccionó la cama por encima y por <strong>de</strong>bajo,<br />
quitando finalmente el colchón, y separando una a una las mantas y las sábanas.<br />
Y aunque el rumor <strong>de</strong> la respiración continuaba, no <strong>de</strong>scubrió el menor rastro <strong>de</strong><br />
Field, ni había espacio don<strong>de</strong> pudiera ocultarse un ser humano por pequeño que<br />
fuese. Apartó la cama <strong>de</strong> la pared, pero la respiración siguió en el mismo lugar.<br />
No se <strong>de</strong>splazó con la cama.<br />
Marriott, a quien le costaba un poco mantener la sangre fría <strong>de</strong>bido a su<br />
cansancio, se puso a inspeccionar inmediatamente la habitación. Registró la<br />
alacena, la cómoda, el armario don<strong>de</strong> colgaba sus ropas… todo. Pero no había el<br />
menor rastro <strong>de</strong> persona alguna. El ventanuco que había cerca <strong>de</strong>l techo estaba<br />
cerrado; y a<strong>de</strong>más, no era bastante gran<strong>de</strong> ni para que pasase un gato. La puerta<br />
<strong>de</strong>l gabinete estaba cerrada por <strong>de</strong>ntro; no podía haber salido por allí. Extraños<br />
pensamientos comenzaron a turbar el cerebro <strong>de</strong> Marriott, acompañados <strong>de</strong> un<br />
séquito <strong>de</strong> impresiones inquietantes. Cada vez se sentía más nervioso; volvió a