You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
EL HECHIZO DE LA NIEVE [12]<br />
HIBBERT, que siempre tuvo conciencia <strong>de</strong> dos mundos, en este pueblo <strong>de</strong><br />
montaña tenía conciencia <strong>de</strong> tres. Se hallaba situado en las la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> los Alpes<br />
<strong>de</strong> Valais, e Hibbert había alquilado una habitación en el pequeño edificio <strong>de</strong><br />
correos, don<strong>de</strong> podía tener tranquilidad para escribir su libro, y disfrutar al<br />
mismo tiempo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>portes <strong>de</strong> invierno o buscar compañía en los hoteles<br />
cuando la echara <strong>de</strong> menos.<br />
Eran muy evi<strong>de</strong>ntes para su temperamento imaginativo los tres mundos que<br />
aquí confluían y se mezclaban, pero es dudoso que una mente menos intuitiva<br />
que la suy a los pudiese percibir con tanta niti<strong>de</strong>z. Estaba el mundo <strong>de</strong> los turistas<br />
ingleses, civilizado y cuasiculto, al que, en todo caso, pertenecía él <strong>de</strong> nacimiento;<br />
estaba el mundo <strong>de</strong> los campesinos, hacia el que se sentía atraído por simpatía,<br />
porque amaba y admiraba su sencilla vida <strong>de</strong> trabajo; y estaba este otro que sólo<br />
podía clasificar como el mundo <strong>de</strong> la Naturaleza. Y notaba que, por su<br />
imaginación vehemente y poética, y un instinto tumultuoso y pagano que<br />
alimentaba su propia sangre, casi todo su ser pertenecía a éste último. Los otros<br />
dos se vestían con prendas <strong>de</strong> éste, por así <strong>de</strong>cir, cuando lo requería la ocasión.<br />
Aquí, en el alma <strong>de</strong> la Naturaleza, se ocultaba su vida central.<br />
Había pugna entre los tres: una pugna potencial. Cada domingo, en la pista <strong>de</strong><br />
patinaje, los turistas miraban a los naturales como intrusos; en la iglesia, los<br />
campesinos preguntaban abiertamente: « ¿Por qué vienen? Estamos aquí para<br />
honrar a Dios; ¡uste<strong>de</strong>s sólo entran a fisgar y a cuchichear!» Porque ninguno <strong>de</strong><br />
estos dos mundos aceptaba al otro. Y tampoco el <strong>de</strong> la Naturaleza aceptaba a los<br />
turistas, porque aprovechaba sus más pequeños errores; y a <strong>de</strong>cir verdad, incluso<br />
<strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> los campesinos « aceptaba» sólo a los que eran lo bastante fuertes<br />
y osados como para invadir sus dominios salvajes y librarse con habilidad <strong>de</strong> las<br />
diversas formas <strong>de</strong> muerte.<br />
A<strong>hora</strong> bien, Hibbert se daba perfecta cuenta <strong>de</strong> este potencial conflicto y<br />
falta <strong>de</strong> armonía; se sentía fuera, aunque atrapado por él, « <strong>de</strong>sgarrado» en las<br />
tres direcciones, porque formaba parte <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> esos mundos, si bien<br />
estaba <strong>de</strong>l todo en uno solo. En su interior se iba <strong>de</strong>finiendo un esfuerzo —o<br />
<strong>de</strong>seo, al menos— constante, sutil, por unificarlos y <strong>de</strong>cidir claramente a cuál<br />
pertenecer, en cuál vivir. Este intento, por supuesto, era en gran medida