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hora de lectura

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no lo sabía.<br />

—Parece como si hubiese alguien ahí, durmiendo a pierna suelta, ¿no? —<br />

insistió el otro, señalando con un gesto <strong>de</strong> cabeza hacia la alcoba, y observando<br />

con curiosidad a su amigo. Se miraron los dos fijamente durante unos segundos;<br />

luego Marriott dijo con seriedad:<br />

—¡Así que tú también lo oy es, gracias a Dios!<br />

—Naturalmente que lo oigo. La puerta está abierta. Lo siento, si no querías.<br />

—¡Ah, no se trata <strong>de</strong> eso! —dijo Marriott, bajando la voz—. Pero es un alivio<br />

tremendo para mí. Deja que te explique. Por supuesto, si lo oy es tú también,<br />

entonces todo va bien; pero la verdad es que me he asustado lo in<strong>de</strong>cible. Pensé<br />

que iba a sufrir una encefalitis o algo así, y ya sabes lo que me juego en este<br />

examen. Siempre empieza con ruidos, o visiones, o con alguna alucinación<br />

repugnante; y yo…<br />

—¡Tonterías! —exclamó el otro con impaciencia—. ¿De qué estás hablando?<br />

—Bueno, escucha, Greene —dijo Marriott, lo más bajo que podía, ya que<br />

aún era claramente audible la respiración—, y te lo contaré todo; pero no me<br />

interrumpas —y a continuación le relató puntualmente lo sucedido durante la<br />

noche, sin omitir ningún <strong>de</strong>talle; incluso el dolor en el brazo. Cuando hubo<br />

terminado, se levantó <strong>de</strong> la mesa y cruzó la habitación.<br />

—Tú le oy es respirar a<strong>hora</strong>, ¿no? —dijo. Greene asintió—. Bien, pues ven<br />

conmigo, y registraremos juntos la habitación —el otro, sin embargo, no se<br />

movió <strong>de</strong> su silla.<br />

—Ya he estado ahí <strong>de</strong>ntro —dijo tímidamente—; he oído esa respiración y<br />

pensé que eras tú. La puerta estaba entornada… así que entré.<br />

Marriott no dijo nada, pero empujó la puerta cuanto podía. A medida que la<br />

abría, la respiración se iba haciendo más clara.<br />

—Ahí <strong>de</strong>ntro tiene que haber alguien —dijo Greene en voz baja.<br />

—Tiene que haber alguien, pero ¿dón<strong>de</strong>? —dijo Marriott. Pidió nuevamente<br />

a su amigo que entrase con él. Pero Greene se negó en redondo; dijo que ya<br />

había entrado una vez y había registrado la habitación y que no había nadie. No<br />

volvería a entrar por nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

Cerraron la habitación y se retiraron a hablar <strong>de</strong>l asunto entre pipa y pipa.<br />

Greene interrogó a su amigo pormenorizadamente, pero sin resultados<br />

esclarecedores, dado que las preguntas no podían alterar los hechos.<br />

—Lo único que <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener una explicación lógica y normal es el dolor <strong>de</strong>l<br />

brazo —dijo Marriott, frotándoselo al tiempo que esbozaba una sonrisa—. Es tan<br />

fuerte que me sube hasta arriba. Aunque no recuerdo haberme dado ningún<br />

golpe.<br />

—Deja que te lo vea —dijo Greene—. Entiendo bastante <strong>de</strong> huesos, aunque<br />

los examinadores opinen lo contrario —era un alivio bromear un poco, y Marriott<br />

se quitó la chaqueta y se arremangó la camisa.

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