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hora de lectura

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Era muy extraño que un espíritu, incluso un espíritu imaginativo, se <strong>de</strong>jase<br />

dominar por una fantasía así; y Hibbert, aunque se daba perfecta cuenta <strong>de</strong> esa<br />

anomalía, encontraba un gozo especial rindiéndose a ella. Este centro<br />

insubordinado que le empujaba hacia antiguas creencias paganas había asumido<br />

el mando. Y él, con una especie <strong>de</strong> placer sensual, se <strong>de</strong>jaba conquistar.<br />

Y la nieve parecía ser esta noche el centro <strong>de</strong> interés <strong>de</strong> todo el mundo. Las<br />

parejas que bailaban hablaban <strong>de</strong> ella; los propietarios <strong>de</strong> los hoteles se<br />

felicitaban mutuamente: significaba po<strong>de</strong>r practicar el <strong>de</strong>porte, y esto complacía<br />

a sus huéspe<strong>de</strong>s; todos planeaban salidas y expediciones, hablaban <strong>de</strong> <strong>de</strong>scensos<br />

y virajes, <strong>de</strong> distancias, velocidad fulgurante, <strong>de</strong> alu<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> capas duras y <strong>de</strong><br />

heladas. La vitalidad y el entusiasmo palpitaban en el ambiente mismo; todo eran<br />

ágiles, dinámicas, radiantes corrientes <strong>de</strong> vida creativa en el aire cargado <strong>de</strong>l<br />

salón <strong>de</strong> baile. Y era la nieve lo que la había <strong>de</strong>spertado, lo que la había traído;<br />

toda esta <strong>de</strong>scarga <strong>de</strong> inquieta y chisporroteante energía se <strong>de</strong>bía sobre todo a…<br />

la Nieve.<br />

Pero en la mente <strong>de</strong> Hibbert, esta energía se había transmutado. Se había<br />

enrarecido, centelleaba en forma <strong>de</strong> blancas y cristalinas corrientes <strong>de</strong><br />

apasionada expectación que él transfería —como por una especie <strong>de</strong><br />

imaginación eléctrica— a la personalidad <strong>de</strong> la joven: a la Joven <strong>de</strong> la Nieve.<br />

Estaba esperándole en alguna parte, llamándole suavemente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esas leguas <strong>de</strong><br />

montaña bañada por la luna. Recordó el contacto <strong>de</strong> aquella mano fría y seca; el<br />

aliento suave y helado contra su mejilla; la quietud y dulzura <strong>de</strong> su presencia en<br />

la manera <strong>de</strong> llegar y <strong>de</strong> marcharse… como un remolino <strong>de</strong> nieve que el viento<br />

<strong>de</strong>splaza pendiente arriba. Ella, como él, pertenecía al mundo <strong>de</strong> fuera. Le<br />

pareció que oía su vocecita ventosa, que le llegaba apagada a través <strong>de</strong> las ramas<br />

nevadas <strong>de</strong> los árboles, gritando su nombre… una vocecita encantada que<br />

penetraba hasta el centro <strong>de</strong> su vida; como en otro tiempo, hacía muchos años,<br />

solían llegarle otras dos…<br />

Pero no <strong>de</strong>scubrió su figura <strong>de</strong>lgada entre las bailarinas disfrazadas. Hibbert<br />

bailó con todas, distraído, ausente y soso como pareja, como comprobaron todas<br />

las chicas, con la mirada siempre vuelta hacia la puerta y las ventanas,<br />

esperando <strong>de</strong>scubrir el rostro seductor, la visión que no llegaba… y, finalmente,<br />

esperando contra toda esperanza. Porque el salón <strong>de</strong> baile se iba <strong>de</strong>spoblando; los<br />

grupos <strong>de</strong>sfilaban uno tras otro, regresando a sus hoteles o sus chalets; la orquesta<br />

estaba evi<strong>de</strong>ntemente cansada; la gente bebía refrescos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> pequeñas<br />

mesitas, los hombres se enjugaban la frente; todo el mundo estaba <strong>de</strong>seando<br />

retirarse.<br />

Eran cerca <strong>de</strong> las doce. Al cruzar el vestíbulo para recoger su abrigo y sus<br />

botas <strong>de</strong> nieve, Hibbert vio a unos cuantos hombres en el acceso a la « sala <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>portes» , engrasando sus esquís para salir temprano. Estaban encargando<br />

comidas para llevar, también, junto a las puertas batientes <strong>de</strong> la cocina. Tras

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