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principio emitió los gruñidos acostumbrados; luego, poco a poco, Hy <strong>de</strong> hizo que<br />
pusiera en práctica su limitado vocabulario. El resultado, empero, fue bastante<br />
exiguo, aunque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego directo:<br />
—¿Tú acampar ahí? —preguntó el individuo, señalando la otra orilla.<br />
—Sí.<br />
—¿Lobo venir?<br />
—Sí.<br />
El indio le miró fijamente un momento, con una expresión <strong>de</strong> asombro en su<br />
cara grasienta y cobriza.<br />
—¿Tú miedo <strong>de</strong> lobo? —preguntó, tras una breve pausa.<br />
—No —replicó Hy <strong>de</strong>. Sabía que era inútil interrogarle, aunque estaba<br />
<strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> saber cosas. El indio no le habría dicho nada. Era pura casualidad que<br />
hubiese hecho referencia al asunto, y Hy <strong>de</strong> comprendía que lo mejor que podía<br />
hacer era limitarse a contestar, y no hacer preguntas. Y entonces, <strong>de</strong> repente, el<br />
indio se volvió relativamente locuaz.<br />
—Él no lobo. Él gran lobo medicina. Él lobo espíritu.<br />
Después <strong>de</strong> lo cual se bebió el té que Hy <strong>de</strong> le había preparado, cerró<br />
fuertemente los labios, y no dijo nada más. Una <strong>hora</strong> más tar<strong>de</strong>, distinguía en la<br />
orilla su silueta, rígida, inmóvil, mientras se dirigía en su canoa a la esquina <strong>de</strong>l<br />
lago, a tres millas, y <strong>de</strong>sembarcaba para transportar su impedimenta hasta el<br />
primer rápido <strong>de</strong>l río que le llevaría <strong>de</strong> regreso.<br />
Fue Morton quien, tras hacerse rogar, le facilitó algún <strong>de</strong>talle más <strong>de</strong> lo que él<br />
llamaba la ley enda. Unos cien años antes, la tribu que habitaba el territorio <strong>de</strong>l<br />
otro lado <strong>de</strong>l lago comenzó sus anuales ceremonias <strong>de</strong> hacer medicina en el gran<br />
morro rocoso <strong>de</strong>l extremo norte; pero no consiguieron hacer ninguna. Los<br />
espíritus, <strong>de</strong>claró el hombre medicina principal, no querían escuchar. Estaban<br />
ofendidos. Realizaron una investigación. Descubrieron que un valeroso joven<br />
había matado un lobo hacía poco, cosa que estaba rigurosamente prohibida,<br />
puesto que el lobo era el animal totémico <strong>de</strong> la tribu. Para empeorar las cosas, el<br />
culpable se llamaba Lobo Corredor. El <strong>de</strong>lito era imperdonable; el joven fue<br />
execrado y expulsado <strong>de</strong> la tribu:<br />
—Vete. Vaga solo por los bosques; y si te vemos, te mataremos. Y tus huesos<br />
serán esparcidos por el bosque, y no entrará tu espíritu en las Felices Tierras <strong>de</strong><br />
Caza hasta que alguien <strong>de</strong> otra raza los encuentre y les dé sepultura.<br />
—Lo que probablemente significa —explicó Morton, lacónicamente,<br />
haciendo su único comentario al relato— nunca.