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estaba <strong>de</strong> pie, mirando; el asombro y el interés <strong>de</strong>sterraron todo su nerviosismo,<br />
aun cuando la bestia, en su violento escarbar, le rozaba el cuerpo con el suy o.<br />
Tenía la sensación, quizá, <strong>de</strong> que estaba viviendo un sueño, uno <strong>de</strong> esos sueños<br />
fantásticos en los que las cosas suce<strong>de</strong>n sin ir acompañadas <strong>de</strong> la consiguiente<br />
sorpresa; porque, <strong>de</strong> otro modo, aquella manera <strong>de</strong> arañar y escarbar la tierra<br />
<strong>de</strong>bía haberle parecido un fenómeno imposible. Ningún lobo, y por supuesto<br />
ningún perro, utilizaba sus pezuñas <strong>de</strong> la manera en que éstas trabajaban. Hy <strong>de</strong><br />
tenía la grotesca, la angustiosa impresión <strong>de</strong> que eran manos, no pezuñas, lo que<br />
veía. Sin embargo, no experimentaba la lógica y natural sorpresa que <strong>de</strong>bía<br />
haber sentido. No le parecía totalmente anormal aquella extraña actividad. Una<br />
corriente <strong>de</strong> simpatía y piedad se agitaba oculta en su corazón. Tenía conciencia<br />
<strong>de</strong>l pathos.<br />
El lobo <strong>de</strong>tuvo su tarea y le miró. Hy <strong>de</strong>, entonces, actuó sin vacilación. Más<br />
tar<strong>de</strong>, no acababa <strong>de</strong> explicarse su conducta. Por lo visto, sabía qué había que<br />
hacer: adivinó lo que se le pedía, lo que se esperaba <strong>de</strong> él. Entre su mente y el<br />
mudo <strong>de</strong>seo que estremecía al animal salvaje hubo una comunicación inteligente<br />
e inteligible. Cortó una estaca y la afiló, y a que las piedras habrían embotado el<br />
filo <strong>de</strong> su hacha. Se metió en los arbustos a completar la excavación que su<br />
compañero había iniciado. Y mientras trabajaba, aunque no olvidaba la<br />
proximidad <strong>de</strong>l lobo, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> prestarle atención; a menudo le volvía la espalda, al<br />
inclinarse sobre el trozo <strong>de</strong>spejado <strong>de</strong> tierra dura; no abrigaba y a ninguna<br />
inquietud, ni tenía sensación alguna <strong>de</strong> peligro. El lobo estaba sentado fuera <strong>de</strong> los<br />
arbustos y observaba el trabajo. La atención concentrada, la paciencia, la intensa<br />
ansiedad, la mansedumbre y docilidad <strong>de</strong> este bruto gris, feroz y probablemente<br />
hambriento, y su evi<strong>de</strong>nte placer y satisfacción, también, por haber ganado al<br />
hombre para su misterioso propósito… constituían los colores <strong>de</strong>l extraño cuadro<br />
que Hy <strong>de</strong> se representó más tar<strong>de</strong>, al volver a tratar con la gente, en el hotel. De<br />
momento, se daba cuenta sobre todo <strong>de</strong>l pathos y <strong>de</strong>l afecto. El caso entero era,<br />
naturalmente, imposible <strong>de</strong> creer; pero ese <strong>de</strong>scubrimiento lo hizo más tar<strong>de</strong>, al<br />
contarlo a otros.<br />
La excavación se prolongó durante media <strong>hora</strong>, antes <strong>de</strong> que su trabajo se<br />
viera recompensado con la exhumación <strong>de</strong> un objeto minúsculo y blancuzco…<br />
Lo sacó y lo examinó: era el hueso <strong>de</strong> un <strong>de</strong>do humano. Siguieron otros hallazgos,<br />
más rápidos y numerosos. Dejó vacío el escondite. Había recogido un esqueleto<br />
casi completo. El cráneo, sin embargo, lo encontró en último lugar; y podía no<br />
haberlo encontrado, <strong>de</strong> no ser por la indicación <strong>de</strong> su compañero que observaba<br />
atento. Estaba a unas y ardas <strong>de</strong>l hoy o central a<strong>hora</strong> vacío; el lobo se había puesto<br />
a hozar el suelo, hasta que Hy<strong>de</strong> comprendió que quería que cavase en ese punto.<br />
La estaca chocó con él entre las mismas pezuñas <strong>de</strong>l animal. Lo limpió <strong>de</strong> tierra<br />
y lo examinó con atención. Estaba perfecto, salvo el hecho <strong>de</strong> que algún animal<br />
salvaje lo había mordido: aún era claramente visible la señal <strong>de</strong> los dientes. Muy