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Ley de granos continuara y pidió subvenciones para los terratenientes cuyos intereses representaba,<br />
aduciendo que ellos eran los verdaderos productores del valor. En cambio, David<br />
Ricardo exigió la abolición de la Ley, pues decía que haría más caros los artículos de<br />
consumo de los trabajadores, lo que, a su vez, incrementaría los salarios y con ellos, los<br />
precios de los bienes producidos por los industriales. Su preferencia estaba a favor de la<br />
clase burguesa que ya se consolidaba como tal, en contra de los terratenientes. En todo caso,<br />
Ricardo defendía un capitalismo progresista, vencedor en la lucha contra el feudalismo,<br />
lleno de iniciativas y liderado por el capitalista que era también empresario.<br />
En la segunda mitad del siglo XIX los marginalistas incluyeron el concepto de “marginalidad”<br />
en la Economía, concepto que aún sigue vigente en las diferentes variantes del marginalismo<br />
actual. Según este principio, el valor de algo se basa en la valoración que “el consumidor<br />
otorga a la última unidad del bien consumido”. Por ejemplo, la primera unidad de<br />
pan es más valiosa que la segunda, y ésta, que la tercera… así hasta la última. Lo mismo<br />
sucede con el salario: el primer trabajador tiene una productividad mayor que el segundo;<br />
la de éste es más alta que la del tercero… y así hasta que la productividad del último trabajador<br />
se acerca a cero.<br />
Pues bien, la teoría dice que para estimar el salario de todos los trabajadores de la firma,<br />
debe estimarse la productividad del “último de los trabajadores contratados”; ahora bien,<br />
sucede que el último de los contratados es, usando la terminología de los marginalistas, el<br />
“menos productivo”, por lo tanto el salario que se paga a todos resulta de la multiplicación<br />
del “producto marginal” del menos productivo de la empresa, por el precio del bien que se<br />
produce; de allí vienen las exorbitantes ganancias que obtienen. Por ejemplo, siguiendo la<br />
lógica de los marginalistas, suponiendo que el precio del bien en el mercado es de $10 y si<br />
el segundo trabajador contratado tiene una productividad de 30 unidades y el último sólo<br />
de 2, entonces el salario para ambos y todos los de la gama intermedia, resulta de la multiplicación<br />
de 2 x 10= 20 que correspondería a la productividad del menos productivo. De<br />
esta manera, el trabajador que produce 30 unidades y que debería ganar 300 debe contentarse<br />
con los 20 que determina el menos productivo de sus colegas. A esta uniformización<br />
del salario, usando como referente al “menos productivo” de los trabajadores, es que se<br />
llama “la distribución funcional del Ingreso”. Se supone que gracias a esa distribución se<br />
otorga a cada individuo por separado lo que realmente produce en la empresa.<br />
Estas contradicciones son increíbles.<br />
Por estas razones no es posible aceptar la afirmación de Mankiw en el sentido de que los<br />
“científicos economistas” sean objetivos y tan libres de la deformación ideológica que “ni<br />
un rayo de luna filtrado les ha”. Stiglitz reafirma la necesidad de una “economía equilibrada”<br />
es la respuesta que se debe dar al “fundamentalismo de mercado”. Éste ha tenido<br />
como consecuencia las crisis de los EE. UU y de Europa. Recalcó que estos sucesos han<br />
supuesto el fin del fundamentalismo de mercado, del mismo modo que la caída del muro<br />
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