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La Globalización y la Tecnología<br />
Mirando en retrospectiva la historia contemporánea de la gran mayoría de los países subdesarrollados,<br />
nos damos cuenta que la radiecito a transistores, la que cabe en el bolsillo de la<br />
camisa, fue el instrumento más importante de integración social internacional aún antes del<br />
Internet. Fue por la radio a transistores que muchos habitantes de regiones alejadas e inhóspitas<br />
del mundo, se enteraron de la existencia no sólo de otros países en el mundo, sino también<br />
de otras regiones en el propio país, con una gran diversidad de percepciones acerca de<br />
asuntos vitales. Al mismo tiempo, la radio a transistores fue uno de los dolores de cabeza más<br />
grande que tuvieron los dictadores de la época, en los diferentes continentes. Así, por ejemplo,<br />
la población soviética se enteró de que el mundo no había sido como lo habían pintado<br />
los zares de la dictadura; también supo que había cosas extrañas tales como la Declaración<br />
de los Derechos del Hombre o la Declaración de los Derechos Humanos, ambas consideradas<br />
anatemas por la visión de la supuesta dictadura del proletariado. Los acólitos más feroces de<br />
Mao Tse Tung, encabezados por su esposa, no encontraron otro medio más contundente para<br />
luchar contra la “influencia foránea” que, allanando domicilios, quemando libros (y radiecitos<br />
a transistores, por supuesto) apaleando ciudadanos, sometiéndolos a confesiones públicas<br />
forzadas, torturándolos y asesinándolos con la criminal impunidad que rubrica la firma de<br />
todas las bestias en función de gobierno. Pero la radiecito a transistores siguió con su función<br />
de zapa y nada fue suficiente para detenerla. En general, el avance tecnológico se expresó<br />
sobre todo en el gran adelanto de los medios masivos de comunicación. Gracias a ellos, el<br />
mundo empezó su marcha hacia sí mismo, a través de los deseos de hombres y mujeres por<br />
conocer los modos de vida de otros hombres y de otras mujeres en el resto del mundo.<br />
Ahora nos encontramos con un nuevo elemento, la telenovela. Yo guardo para la telenovela<br />
la peor de las opiniones. Creo que, desde el punto de vista literario, es la expresión más<br />
vulgar y degradada del teatro, por su utilitarismo extremo, basado en lo que denomino, el<br />
supersentimentaloidismo. Sólo la avanzada demagogia manifiesta en los discursos de nuestros<br />
políticos y sindicalistas, puede ser comparable a la intención original de las telenovelas<br />
que pasan en los canales televisivos del planeta. Sin embargo, es, también en mi opinión,<br />
al igual que en su época fue la radiecito a transistores, uno de los instrumentos de integración<br />
social más potentes que existen. La telenovela expresa los sentires de las clases insurgentes<br />
de los países latinoamericanos y al hacerlo, concreta un fenómeno raro y en extremo<br />
atrayente, por lo menos en nuestro país, pues en los comienzos de su aparición hace que,<br />
por primera vez en la historia nacional, patrona y empleada se junten, codo a codo, para<br />
estremecerse juntas, siguiendo con toda atención capítulo tras capítulo, la trama en que se<br />
desenvuelve el argumento dramático correspondiente. En este proceso, patrona y empleada<br />
descubren que sus preferencias son las mismas, el castigo para el malo y el premio para los<br />
esfuerzos de la heroína. Por primera vez descubren que comparten los mismos sentimientos,<br />
que se alegran por las mismas cosas y que sienten pena por los mismos avatares. Por lo<br />
menos, en el corto periodo que dura un capítulo, patrona y empleada han compartido emociones<br />
intensas, que de otro modo nunca hubieran tenido la oportunidad de hacerlo. Por lo<br />
menos, en el lapso de un nuevo capítulo, empleada y patrona se han descubierto mutuamente<br />
en sus más recónditas inquietudes y en sus más íntimas fibras sentimentales. No nos<br />
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