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para que el medio ambiente vuelva a ser como era antes de la actividad productiva, lo que es<br />
un error. Interpreto esta afirmación en el sentido de que todo el deterioro ambiental ocasionado<br />
por una actividad productiva puede ser reducido a una cantidad determinada de "materias<br />
primas básicas" cuyo flujo, valorizado como todas las demás materias básicas, ingresaría en<br />
las cuentas nacionales. Este intento parece muy racional en principio, y la propuesta parece<br />
viable, además, pero tiene algunos aspectos que le quitan la posibilidad de ser un método que<br />
realmente mida y valore el deterioro ambiental debido a una actividad productiva. En primer<br />
término, se parte de la idea de que las materias primas básicas son ya materialización de<br />
valores de cierta magnitud (en otro acápite dice textualmente que muchos procesos de<br />
deterioro ambiental caen fuera de sus posibilidades significadoras) es decir, la valorización de<br />
esas materias, que para nosotros es el punto fundamental del cálculo, para el autor ya está<br />
definida en principio. En segundo término, identifica como materias primas básicas solamente<br />
aquéllas que pueden ser valorizadas a valor de mercado, excluyendo todo el deterioro<br />
ambiental que no pueda ser expresado en estas "materias primas básicas". Por último, toma en<br />
cuenta solamente el costo de las "materias primas básicas" en el producto y no el costo de<br />
reposición para que el medio ambiente vuelva a ser como era antes de la actividad productiva.<br />
Este es un punto en contra muy importante, puesto que no toma en cuenta en el costo del<br />
producto el deterioro ambiental.<br />
La Economía Vital establece que, si no se incluye los costos de reposición del medio ambiente<br />
en el precio final del producto, ha de llegar el momento en que el planeta, al menos<br />
teóricamente, ya estará completamente deteriorado y nada quedará para ser valorizado<br />
después. Por todos estos aspectos, reitero la necesidad de tomar parámetros que no sean de<br />
mercado para valorizar el deterioro del medio ambiente, como resultado de una actividad de<br />
producción o de consumo y reafirmo mi propuesta de que sea el Estado el que impute precios<br />
al uso y deterioro del medio ambiente, de acuerdo con las prioridades del país y de la<br />
comunidad internacional. La imputación de precios del deterioro del medio ambiente no es<br />
una cuestión de mercado, es un asunto de supervivencia de la especie misma y por ello exige<br />
instrumentos no convencionales y la participación de la comunidad internacional en su<br />
determinación. Un aspecto muy importante de los intentos de contabilizar el patrimonio<br />
natural (o los recursos naturales) es la consideración del precio que deberá imputarse a cada<br />
uno de ellos en cada caso. Tomemos el ejemplo de Gligo: supongamos que deseamos valorizar<br />
un bosque. Para el dueño de un aserradero el bosque es sólo un conjunto comerciable de<br />
madera; pero, para el encargado de valorarlo, ese bosque es algo más que madera, es también<br />
una fuente de producción de agua, fauna, diversidad genética, flora, recursos farmacéuticos,<br />
turismo, recreación; ¿Cómo se determinan los precios que reflejen los diferentes usos que<br />
tiene el bosque y la apropiación de esos usos que se lleva a cabo en el momento de la<br />
explotación de madera por parte del industrial? Para contestar esta pregunta, el sistema<br />
capitalista tiene que aceptar la necesidad de recurrir a otros parámetros diferentes del mercado<br />
en el proceso de contabilizar los recursos naturales. En este caso, debería pensarse en la<br />
posibilidad de imputar, a través del Estado, precios basados en lo que podríamos llamar<br />
"costos de prioridad nacional", los mismos que se expresarían mediante coeficientes de<br />
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