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“Portugal eterno”, “Egipto misterioso”, “Fantasía del Niágara”,<br />
“Joyas del Este”, “Cartagena imponente”, “Tentaciones de<br />
Japón”, “Ecuador a tu aire”, “Turquía sensacional”, “China: fabricantes<br />
del sueño”, por un momento el mundo parece tener<br />
el tamaño de un paquete. Basta desenvolverlo y poner cara de<br />
sorpresa para obtener exotismos y experiencias. Y si no, chequeen<br />
el itinerario “Dubái maravilloso” que incluye safari por<br />
el desierto, medio día en Dubái, medio día en Sharjah, cena en<br />
crucero, un día entero en Abu Dhabi y otro en Fujairah. Cuatro<br />
emiratos en una semana. “No sabés, ¡hermoso!”, diremos al<br />
volver a la oficina con el cuerpo agotado, pero con las selfies en<br />
línea y decenas de “me gusta” en la red.<br />
Vivencia transformadora, descanso reparador o visita intrascendente,<br />
el viaje contemporáneo privilegia sin lugar a dudas<br />
el espacio sobre el tiempo. Lugares mágicos hechos a la<br />
medida de una escapadita y a precio de temporada, a muchos<br />
les sonará a paraíso y a unos cuantos a pequeño infierno. Ya<br />
se dijo por ahí que sobre gustos no hay nada escrito, aunque<br />
en cualquier caso perderse para encontrarse es difícil con un<br />
guía a la cabeza o mapas que ya no necesitan ni siquiera del<br />
wifi. Sea con mochila o valija, lo cierto es que ningún sendero<br />
2002) de Michel Houellebecq propone una idea radical:<br />
el turismo sexual es el futuro. A lo largo de la novela, el<br />
protagonista concreta su hipótesis. No solo consume prostitución<br />
en Tailandia, además inaugura, con su pareja, una red de<br />
hoteles que ofrece sexo en todas sus variantes.<br />
“El viaje ha muerto” parecen repetir las postales, pero mucho<br />
antes de esta proclama, de los hoteles de lujo o del turismo<br />
trash, viajar con fines recreativos se relacionaba con la formación.<br />
En el siglo XVI, los ingleses ricos realizaban el Grand<br />
Tour por Europa continental como parte de su educación.<br />
No fue hasta a mediados del XIX, con la llegada del ferrocarril,<br />
que moverse por placer se transformó en un fenómeno<br />
popular. La primera guía turística moderna, con una lista de<br />
atracciones y datos útiles, apareció en 1820 y desde entonces,<br />
las formas de moverse y los destinos se han multiplicado;<br />
también, las narraciones en las que nadie quiere reconocerse<br />
como un mero visitante.<br />
“No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que<br />
la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista<br />
se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos<br />
meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un<br />
Escapar de los arquetipos es complicado. “Alto, una foto,<br />
adelante” es la forma de responder a la desorientación<br />
generalizada. De acuerdo con Susan Sontag en Sobre la fotografía<br />
(Edhasa, 1997), “la mayoría de los turistas se sienten<br />
obligados a poner la cámara entre ellos y toda cosa destacable<br />
que les sale al paso. Al no saber cómo reaccionar, hacen una<br />
foto”. La imagen funciona como un medio para experimentar<br />
algo y dar la apariencia de participación, además de ser una<br />
prueba de presencia y conocimiento.<br />
En última instancia, se viaja buscando la diferencia, pero<br />
en un mundo globalizado e hiperconectado, la significación<br />
se aplana en cientos de tomas y todo termina pareciéndose.<br />
Más aún, cuando el viaje pierde su carácter excepcional y se<br />
transforma en una actividad cotidiana.<br />
Cómo viajar sin ver (Alfaguara, 2010) de Andrés Neuman repite<br />
ese periplo en la forma del diario. Ganador de un premio<br />
literario, el autor debe hacer presentaciones por diecinueve<br />
países en poco tiempo, por lo que decide dar cuenta de su<br />
itinerario con anotaciones al vuelo. Impresiones, reflexiones<br />
y lecturas se suceden a modo de fragmentos hasta lograr un<br />
compendio abrumador. Sin snorkel ni museos ni paisajes pinto-<br />
rompa el orden de lo previsible, “un salto de programa”, es lo<br />
que propone Beatriz Sarlo como posibilidad ante la seguridad<br />
que brindan los sitios de interés. El imprevisto no puede<br />
buscarse, pero cuando ocurre, conduce a consecuencias que se<br />
desconocen. Se transforma en una experiencia pensable.<br />
Bajo este prisma, Viajes. De la Amazonia a Malvinas (Seix<br />
Barral, 2014) narra sus incursiones por el suelo latinoamericano,<br />
alejándola del denostado mote de turista. Córdoba,<br />
Bolivia o Brasil no solo sirven como escenarios para su teoría<br />
de lo inesperado, también mapean un relato lúcido y crítico<br />
sobre una generación a la deriva.<br />
“El viajero ve lo que ha leído”, dijo alguna vez el teórico<br />
Edward Said. Por ende, se traslada para constatar lo que<br />
ya conoce. En este sentido, la búsqueda de originalidad o de<br />
una aventura primigenia es compleja. “Metaviajeros” llama<br />
Jorge Carrión a aquellos que saben que la novedad ya no<br />
importa. Conscientes de que el territorio es una construcción<br />
textual que se completa con la mirada propia, no solo se<br />
observan a sí mismos con distancia, sino que miran con ironía<br />
a la tradición que los precede.<br />
Lacrónica (Planeta, 2016) de Martín Caparrós, Banco a<br />
hoy se escapa del turismo. Podremos descubrir barcitos,<br />
pasajitos o playas alejadas de las multitudes, pero la grandilocuencia<br />
del folleto marca el ritmo del relato.<br />
“¡Espectacular!” es, en ese sentido, la crónica de David<br />
Foster Wallace sobre su semana en un crucero por el Caribe,<br />
publicada en Algo supuestamente divertido que nunca<br />
volveré a hacer (Literatura Random House, 2011). Bajo un<br />
lente descarnado, el periodista describe la vida all inclusive y<br />
se despacha contra personajes y actitudes, solo para descubrir<br />
que detrás del blanco inmaculado, las playas paradisíacas y<br />
los soles prístinos, él únicamente siente tristeza. “Mi placer es<br />
gestionado de forma eficaz y sabia durante siete noches y seis<br />
días y medio... Tal como me prometieron en la publicidad”,<br />
escribe casi avistando tierra firme.<br />
El turismo de masas produce una ficción del mundo y su<br />
tipicidad, plantea Marc Augé en El viaje imposible (Gedisa,<br />
1998). Según su ensayo, ante agencias que cuadriculan la<br />
tierra, ya no hay forma de abrir el espacio a nuevos paisajes,<br />
nuevas costumbres y, por ende, nuevos encuentros. Todo es<br />
espectáculo. Desde esta perspectiva, Plataforma (Anagrama,<br />
lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de<br />
un punto a otro de la tierra”, escribía Paul Bowles en El cielo<br />
protector (Aguilar, 1993). Su novela se convirtió en un clásico<br />
del género y él, en el referente de los “independientes”.<br />
Turistas (Adriana Hidalgo, 2008), de Hebe Uhart, se inmiscuye<br />
en esta diferenciación para terminar comprándose todos<br />
los suvenires. Con ironía y humor, pero también con una mirada<br />
puesta en el detalle, retrata los discursos, rituales y pensamientos<br />
mínimos de los veraneantes. Desde un tour de alta<br />
montaña en el que la protagonista solo desea una cafetería y se<br />
persigue por la conducta del convoy (“se sentaron en un asiento<br />
paralelo al mío, señal de que no me odiaban”, concluirá);<br />
hasta la mujer que, después de unos días, se siente una vecina<br />
más en Nápoles, los cuentos abrazan con amor a los presos del<br />
color local, aun a los que creen salirse del contingente. “Turista<br />
es cuando vas donde te llevan como un borrego y no ves nada<br />
de lo que hay alrededor, como si tuvieras anteojeras (…).<br />
Nosotros no vamos a ir por las calles que va todo el mundo;<br />
vamos a recorrer esas callecitas que van todo en redondo. Y si<br />
nos perdemos, mejor”, dirá la casi napolitana.<br />
rescos donde reposar el lente, los países se enumeran uno tras<br />
otro. En este peregrinar frenético las distinciones son pocas,<br />
a no ser por la realidad política particular, que el narrador<br />
comenta en base a lo que escucha en los medios.<br />
“Lo que no es ventana es espejo”, escribe el poeta Santiago<br />
Sylvester, aunque bien podría decirlo la periodista Carolina<br />
Reymúndez. “Los viajes de prensa son cortos y manejan<br />
agendas apretadas, cerradas. Uno va de un lado a otro,<br />
siempre medio dormido porque el día arranca temprano y<br />
termina tarde. No se contemplan el jet lag ni el tiempo libre”,<br />
declara en El mejor trabajo del mundo (SüdPol, 2013), una<br />
obra que hace del resquicio una oportunidad. Sus crónicas,<br />
explica, “son el descarte, los recortes, lo que queda después<br />
de años de escribir artículos para revistas de viajes”.<br />
En el caso de Verás cosas extraordinarias (Periplo, 2018), su<br />
último libro, opta por encontrar lo inusual en el detalle, la fugacidad<br />
que permanece, mezclando historias sobre cazadores<br />
de langostas, lluvias endémicas y zoológicos latinoamericanos<br />
con recetas de cocina e ilustraciones.<br />
Un evento, un hecho mínimo, una coincidencia, algo que<br />
la sombra (Sudamericana, 2007) de María Moreno, La<br />
canción de las ciudades (Seix Barral, 1999) de Matilde Sánchez<br />
o algunos relatos de Yo, etcétera (Punto de Lectura,<br />
2005) de Sontag son algunos de los tantos que se saben de<br />
regreso. En sus relatos no hay ida ni descubrimiento, pero sí<br />
vuelta y reflexión.<br />
La autoconciencia define al viaje posmoderno. Incluso el<br />
turista sabe que en sus vacaciones se le ofrecen experiencias<br />
escenificadas. Muchos buscarán lo “auténtico” en lo “local” y<br />
la “vida cotidiana”; otros, como Lawrence Osborne, cada<br />
vez se van más lejos. Hastiado de ver cómo las culturas se<br />
imitan a sí mismas, en El turista desnudo (Gatopardo ediciones,<br />
2017) el inglés busca un destino donde jamás se hayan<br />
visto extranjeros. Papúa aparece como el lugar indicado. Una<br />
vez inmerso en la isla, entre la desnudez de las comunidades<br />
y la violencia de la jungla, el otro aparece e interpela. “Nosotros,<br />
turistas congénitos, nos preguntábamos por qué no<br />
habían viajado por todas partes; ellos se preguntaban por qué<br />
lo habíamos hecho”, escribe, mientras piensa en Madagascar<br />
como su próxima parada<br />
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