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Quid77

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El líder de un culto llamado Valkiria pide que le traigan<br />

criaturas descarriadas, como si fueran alimento para su<br />

fe. Sucede en Sanuribe, localidad rural de la Provincia de<br />

Buenos Aires donde funciona esta secta cuyo nombre evoca<br />

a las entidades femeninas de la mitología nórdica. Lavado de<br />

cerebros, abusos, violencia física, delirios místicos y suicidios<br />

en masa. En Errantes, Florencia Etcheves (Buenos<br />

Aires, 1971) se mete en ese sórdido mundo a partir de una<br />

investigación con todos los ingredientes que ya son su sello<br />

de autora: crímenes, investigación policial, fiscales, forenses,<br />

víctimas y victimarios.<br />

–La novela arranca como un policial bastante clásico<br />

hasta que cobra densidad y sumerge a los lectores en<br />

el universo de las sectas. ¿Cómo se le ocurrió trabajar<br />

con eso? Cuando escribo no me propongo temas. No digo,<br />

quiero explorar la trata de mujeres para explotación sexual o<br />

las sectas. Lo primero que busco es qué mecánica criminal<br />

y qué personajes pueden servirme de excusa para hablar de<br />

lo que quiero hablar. Cuando arranqué esta novela, yo pensé<br />

en el poder de los débiles. El disparador tenía que ver con lo<br />

que está pasando con el movimiento de mujeres en Argentina.<br />

Mujeres que fueron víctimas de situaciones terribles,<br />

y que uno podría creerlas débiles y vulnerables, demostraron<br />

que no eran ni débiles ni vulnerables. Yo las veía en las<br />

marchas y pensaba, con la mitad de lo que vivieron ellas, yo<br />

estaría escondida debajo de la cama. Entonces en la cabeza<br />

empezó a ganar fuerza esta idea: qué pasa si los débiles se<br />

juntan. ¿Serán capaces, de alguna manera, de quebrarle el<br />

brazo al opresor? Alrededor de esta idea empecé a construir<br />

Errantes. Con personajes débiles, atribuyéndoles características<br />

que le dieran más debilidad, incluso física. Hay una mujer<br />

ciega, otra con problemas de memoria. Y, del otro lado,<br />

busqué personajes fuertes. No solo desde lo físico, sino desde<br />

lo psicológico. Y yo sabía que en algún momento opresor y<br />

oprimido se iban a encontrar. Bueno, me interesaba narrar<br />

ese encuentro.<br />

–Algo muy notable es la estructura, de tipo serie, donde<br />

cada capítulo introduce un nuevo personaje y abre<br />

otra línea narrativa. Soy muy cuidadosa con la estructura.<br />

Escribir una novela quizá me lleva tres meses, pero puedo<br />

tardar un año y pico en armar la estructura. Con respecto al<br />

desarrollo de los personajes, a mí me gusta contar sus arcos<br />

dramáticos. Me interesa que, cuando ellos actúen o entren<br />

en acción, vos como lector entiendas por qué están haciendo<br />

lo que hacen. Si ahora el mozo se acercara a nuestra mesa,<br />

sacara un arma y nos matara a los dos, cualquiera pensaría<br />

que se trata de un loco. A mí me importa explicar qué es lo<br />

que le pasó a ese mozo desde que nació hasta el momento<br />

en que nos mató a tiros, para que vos comprendas la acción,<br />

no para que la justifiques. Además, contar el arco dramático<br />

de los personajes hace que no me aburra. Cuando uno está<br />

mucho tiempo metido en su cabeza con una historia, llega<br />

un momento en que se aburre. Contar el arco dramático me<br />

permite pequeñas novelas dentro de la novela. La novela de<br />

la ciega, la novela de Urko y así.<br />

–Urko es un personaje muy potente. Un psicópata que<br />

me recordó a los de la serie Mindhunter. La vi. Coincido.<br />

Es que los personajes que son víctimas y devienen en<br />

victimarios son interesantes. Porque ahí está la psicología.<br />

Urko es la mano de obra desocupada de un psicópata. Y la<br />

única manera que encuentra él de sobrevivir es la de ser tan<br />

o más psicópata que quien lo premió. Vuelvo a la pregunta<br />

anterior: me interesa contar cómo Urko se convirtió en quien<br />

es. No lo justifico, pero tampoco lo juzgo. No me gusta juzgar<br />

a mis personajes ni justificarlos. Me preocupo por darles una<br />

historia. La historia de Urko me interesaba particularmente<br />

porque Urko es un hijo de Valkiria. De algún modo, él también<br />

representa el poder de los débiles. No todos los débiles<br />

son buenos.<br />

–Casi todas las víctimas de la secta son mujeres. ¿Piensa<br />

que estos cultos reproducen, a su manera desquiciada,<br />

el mismo machismo que vemos en la sociedad de la<br />

que se autoexcluyeron? Por supuesto. Yo investigué mucho<br />

para escribir el libro. El interior de las sectas es el patriarcado<br />

en su máxima expresión. Las mujeres son sometidas desde<br />

el cuerpo, desde lo sexual, desde lo intelectual. Ejemplos<br />

sobran. David Koresh, Charles Manson... Las mujeres<br />

en las sectas son usadas como esclavas sexuales y, sobre todo,<br />

como envases de reproducción para que engendren y gesten<br />

nuevos individuos que aumenten la población. Las mujeres<br />

son sumamente necesarias en estas comunidades cerradas.<br />

–El texto está sembrado de sutiles detalles que demuestran<br />

su conocimiento en distintos saberes y resultan<br />

fundamentales para la verosimilitud. Lenguaje tumbero,<br />

el estudio de televisión, las prácticas forenses. Es útil<br />

esa información a la hora de sentarse a escribir, ¿no?<br />

Yo trabajé durante casi 24 años en la crónica policial. Todo lo<br />

que tiene que ver con lenguaje tumbero, con las mecánicas<br />

de investigación y las prácticas forenses formaban parte de mi<br />

trabajo. Es un universo que conozco. Al momento de escribir,<br />

ni siquiera tengo que googlear. Cuando me surge alguna duda,<br />

por haber pertenecido a ese mundo, sé a qué teléfono llamar.<br />

Hay médicos forenses a quienes les puedo mandar un párrafo<br />

consultándoles si está bien lo que digo.<br />

–¿Cuánto de su propia experiencia puso en la protagonista,<br />

Carmen Hidalgo? Siempre me negaba a la<br />

posibilidad de que hubiera una periodista en mis novelas. Me<br />

parecía que era como la escritura del yo. Pero en Errantes<br />

me pasó algo muy especial. La empecé a escribir el año pasado<br />

y la terminé de escribir este año; el 18 de julio, para ser<br />

más precisa. Parte de la novela la escribí estando en el canal<br />

y otra parte ya fuera del canal. Cuando empecé a estructurar<br />

la trama, Carmen Hidalgo era actriz, no periodista. Y en un<br />

momento sentí que tenía que ser periodista. Hoy, viéndolo a<br />

la distancia, creo que me estaba despidiendo de la televisión.<br />

Pero eso lo pude ver después. Al principio, me levantaba<br />

todas las mañanas a escribir y mi protagonista era actriz y yo<br />

pensaba “no funciona, no funciona”. Con mi alejamiento del<br />

canal, Carmen Hidalgo se convirtió en periodista mientras yo<br />

dejaba de serlo.<br />

–Además de un policial, Errantes es la historia del<br />

vínculo entre una madre y su hija. Las primeras páginas<br />

narran esa relación. Establecen, digamos, el statu quo. Porque<br />

yo suelo trabajar las tramas como si fuese un guion y uso<br />

mucho lo que se conoce como el camino del héroe. Es decir,<br />

mis personajes no están concebidos para ser héroes, pero se<br />

van a convertir en héroes en el recorrido de la historia. En el<br />

medio, van a adquirir ciertas habilidades y, cuando vuelvan<br />

a su statu quo, a sus vidas, ya no van a ser los mismos, hayan<br />

resuelto el enigma o no.<br />

–¿Cuál es su líder mesiánico favorito? No tengo.<br />

–Digo en el sentido de que se haya obsesionado con<br />

él para escribir esto. No me obsesioné con ninguno. Sí<br />

investigué las sectas para estudiar las diferentes mecánicas<br />

criminales en cada una. La que me impactó mucho fue la<br />

Colonia Dignidad, en Chile. No solamente funcionaba como<br />

una secta muy poderosa: hubo desaparecidos de Pinochet<br />

que fueron llevados allí. Me sirvió mucho para la escritura<br />

leer relatos de sobrevivientes de la Colonia Dignidad. Los<br />

que escaparon o fueron liberados. Cómo reconstruyeron sus<br />

vidas, si es que pudieron hacerlo.<br />

–En una reunión de equipo, el fiscal Oviedo se dirige<br />

a sus subalternos, entre los que hay una policía, con<br />

un “muchachos y muchacha”. ¿El lenguaje inclusivo<br />

llegará a las fuerzas de seguridad y a las instituciones<br />

más verticalistas? No lo sé. Yo no hablo ni escribo con lenguaje<br />

inclusivo, pero no me voy a pelear con el futuro. Como<br />

persona que trabaja con el lenguaje, me parece fascinante ser<br />

testigo de cómo está cambiando. Tal vez en diez años todos<br />

digamos “les amigues” y no recordemos la disputa que se<br />

generó en torno a esto. O tal vez quede acá. No lo sabemos.<br />

El lenguaje es una construcción colectiva. Si, finalmente,<br />

dentro de veinte o treinta años, el lenguaje inclusivo, que<br />

hoy utilizan sobre todo los más jóvenes, llegara a imponerse,<br />

nosotros vamos a haber sido testigos de ese cambio. Ocurrió<br />

delante de nuestros ojos. No entiendo cómo alguien que vive<br />

en esta época puede enfrentarse al futuro. A mí el lenguaje<br />

inclusivo no me sale espontáneo, pero de un tiempo a esta<br />

parte cuando digo “amigos”, siento que me falta algo.<br />

–¿Se imagina escribiendo otra cosa que no sea policial?<br />

Sí. Por supuesto que el universo que me queda más cómodo<br />

es este. Pero siempre estoy abierta a los desafíos. De hecho,<br />

el año pasado Planeta sacó un libro de cuentos de amor y me<br />

convocaron. Así que escribí una historia de amor y termina<br />

habiendo un muerto. A mí la gente se me muere (risas). Si yo<br />

escribiera una novela romántica, tengo la sensación de que<br />

probablemente un muerto va a haber<br />

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