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Quid77

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–Muchas veces la leí hablando sobre su vida en Berlín.<br />

Su abuela le decía que si está preparada para la tristeza,<br />

la vida sorprende con algunas alegrías. ¿Qué le da<br />

tristeza y qué le da alegría de vivir ahí? Me da alegría la<br />

libertad. Esa es la gran diferencia entre vivir acá y vivir allá.<br />

Libertad en todo sentido: libertad económica. Allá trabajo<br />

un tercio de lo que trabajaba acá para vivir y todo el resto del<br />

tiempo es escritura. Es tremenda la diferencia de lo que sale<br />

comprar el tiempo libre allá para poder producir. La libertad<br />

física también es muy importante. Yo viví toda mi vida en<br />

Buenos Aires y no sabía que una mujer podía salir con sus<br />

amigas y volver sola a las tres de la mañana en bicicleta. No<br />

sabía que eso era un derecho y es hermoso. Eso es algo que<br />

nunca se nos ocurriría como latinoamericanas. Después está<br />

la libertad que uno siente en una ciudad en la que todo está<br />

pasando al mismo tiempo y uno puede elegir dónde se mete y<br />

dónde no. En qué momento te encerrás en tu propia burbujita<br />

y la ciudad te desconoce porque al final sos una extranjera.<br />

–Y con el lenguaje, ¿cómo se lleva? Cuando llegué no solo<br />

no hablaba una palabra de alemán, sino que mi inglés era terrible.<br />

Por eso lo primero que hice fue estudiar inglés. Recién<br />

ahora estoy empezando a estudiar alemán. Me encanta, es un<br />

idioma precioso y súper difícil.<br />

–Dicen que la vida es muy corta para aprender alemán.<br />

Ese es uno de los dichos que está colgado arriba de la puerta<br />

del instituto donde estoy estudiando. Eso nos recuerda que<br />

siempre hay un plan mejor que estar ahí aprendiendo alemán.<br />

Lo que pasa también con el alemán es que no lo necesito nunca<br />

para nada en mi vida en Berlín. Todo sucede en inglés o en<br />

español. Hay una comunidad hispanohablante enorme.<br />

–¿Le da miedo que su español suene un poco anacrónico,<br />

como le pasaba a Julio Cortázar cuando estaba<br />

en París? Me pasa algo parecido. Me pregunto también<br />

cuánto tendrá que ver esta novela con ese ruido que tengo<br />

ahora en el lenguaje. Igual, se vive muy diferente que en el<br />

momento en el que vivió Cortázar. Lo que te pasa cuando<br />

vivís afuera, sobre todo en un microclima latinoamericano, es<br />

que tu porteño se neutraliza porque sabés que si decís “salgo<br />

en musculosa” el otro te mira sin entender nada. Para dejar<br />

de hacer ruido, empezás a neutralizar y también empezás a<br />

tomar palabras de los otros españoles, que son hermosas y<br />

no existen en tu lengua. Lo que me pasa a mí cuando escribo<br />

es que mi cabeza vuela inmediatamente a Argentina porque<br />

todo lo que pienso sucede ahí, pero mi porteño es un porteño<br />

de hace seis años atrás. Entonces me pregunto: ¿qué es más<br />

natural que mis personajes hablen como yo o que hablen<br />

como argentinos, cuando en realidad esto sonaría forzado<br />

porque no es mío de manera natural?<br />

–Sigamos hablando del lenguaje. No sé si leyó la entrevista<br />

a Alan Pauls en la que se oponía al lenguaje<br />

inclusivo muy enfáticamente. En su caso, ¿qué opina al<br />

respecto? Para mí es muy extraño lo del lenguaje inclusivo<br />

porque no lo escuché nunca tet a tet porque no vivo en<br />

Buenos Aires. Lo veo en las redes sociales, pero son contadas<br />

con los dedos de las manos las veces que lo tuve en una<br />

conversación frente a frente. De cualquier forma, creo que<br />

es hermoso; que no lo sienta de manera natural porque estoy<br />

muy lejos, no significa que no me parezca algo realmente<br />

precioso. Me parece que ver mi lengua cambiando como está<br />

cambiando en vivo, girando sobre un eje tan puntual, es algo<br />

alucinante. Qué cosa más preciosa puede pedir un escritor<br />

que ver esta transformación en este momento.<br />

–¿Se ve formando parte del cambio y hablando así? Lo<br />

escuché a Hernán Casciari diciendo algo que me parece<br />

que es justo lo que va a pasar. Hernán decía que para él es<br />

muy extraño entrar en una fiesta y decir “vamos todes afuera”<br />

porque no es de nuestra generación, porque no lo entendemos<br />

todavía, porque no es un ejercicio que nos salga de<br />

manera natural, pero va a llegar un punto en el que si en una<br />

fiesta decimos “vamos todos afuera”, solo van a venir los varones.<br />

Entonces, vas a tener que decir “vamos todes afuera”<br />

y punto. Porque a veces vos cambiás el lenguaje y otras, el<br />

lenguaje te cambia a vos.<br />

–Nombró a Casciari. Hace un tiempo lo entrevistamos<br />

y nos decía que el hecho de vivir afuera a él le dio<br />

cierto prestigio. En su caso, ¿piensa que el hecho de<br />

escribir desde Berlín la coloca en un lugar distinto? No<br />

creo que estar afuera sume respeto. Conozco mucha gente<br />

que está afuera y que no respeto, pero sí me parece que hay<br />

algo con la figura del escritor que, al no estar tan al alcance<br />

de la mano, los lectores se movilizan más cuando venimos al<br />

país. Estar afuera ayuda a moverse de una manera un poco<br />

más ágil y más cómoda en un contexto literario internacional:<br />

viajar a festivales o a determinadas lecturas que te puedan<br />

invitar en Europa. Desde Argentina es muy difícil que un<br />

editor se arriesgue a invitarte a Croacia. En cambio, desde<br />

Berlín es posible. Ahí sí ser extranjera termina acercándote a<br />

tus lectores extranjeros, pero no sé si te acerca a los lectores<br />

de tu propio país.<br />

–¿Se ve volviendo o eso todavía no está en sus planes? Es<br />

una sensación muy extraña porque cuando pienso en un futuro<br />

lejano nunca me pienso viviendo en Europa. Para mí, mi futuro<br />

lejano es Buenos Aires, pero no me veo volviendo ahora. No<br />

solo por la situación argentina, sino porque una vez que uno<br />

sale de su país siente una libertad tan bonita que es más tentador<br />

ir a la ciudad siguiente que volver. Pero, siempre les hago<br />

el mismo chiste a mis amigos y les digo que “cuando vuelva a<br />

Buenos Aires, yo voy a haber elegido vivir acá, ustedes no”.<br />

–Este fue un año muy intenso y de muchos logros para<br />

las mujeres. En una nota la leí citar a Marguerite Yourcenar<br />

que decía que no quería participar de ningún espacio<br />

en el que por ser mujeres las pongan en un lugar<br />

aparte. ¿Piensa que la literatura y las mujeres escritoras<br />

tienen el deber de manifestar su postura? Yo soy de<br />

las que creen que no hay que presentarse a esas mesas y te<br />

digo que este año he rechazado unas siete u ocho invitaciones<br />

a mesas de mujeres. Con respecto a si tenemos algún deber,<br />

creo que en todo caso el deber es como ciudadana, no sé si el<br />

deber está puesto en la literatura. La literatura es la que es y<br />

por ósmosis y transpiración dice lo que pienso y cómo veo el<br />

mundo. Para llevarlo a un lugar más personal y del día a día,<br />

la gran lucha este año fue el ejercicio continuo que estamos<br />

haciendo todas las mujeres en nuestros espacios íntimos de<br />

empezar a poner límites y barreras que antes no poníamos,<br />

simplemente porque antes no nos dábamos cuenta, pero<br />

ahora que te das cuenta es hasta cansador el ejercicio. Hay<br />

un ejercicio de revisionismo del mundo pequeño que está<br />

buenísimo, pero es muy cansador.<br />

–En el campo literario, ¿cree que sigue habiendo<br />

diferencias entre hombres y mujeres? Sigue habiendo<br />

diferencias, pero no en la escritura. En la escritura no hay<br />

género, hablamos de diferencias en el mercado. Se nota<br />

muy bien la diferencia de cómo va creciendo el espacio de la<br />

mujer de generación en generación. Si mirás las generaciones<br />

más grandes, son todos hombres los que ocupan puestos de<br />

poder. En mi generación, eso ya es mucho más par y si ves las<br />

generaciones que vienen ya hay una mezcolanza preciosa<br />

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