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Uma: Un vínculo
afectivo que
traspasa las
fronteras del
tiempo y de la
especie
Hoy siento que es un
amor corto pero sus
tancioso. Uma se fue y
seguirá siendo parte de
nuestra familia, incluso
después de su partida
Natalia Rincón
Sobre la autora
Maestra en artes plásticas y visuales
de la Academia Superior de Artes
de Bogotá ASAB-UD, Magistra en
Estudios culturales de la Pontifica
Universidad Javeriana, actualmente
hace parte del Centro de Estudios
Abolicionistaspor la Liberación Animal
CEALA y equipo editorial de la
revista Animales & Sociedad
Era un día de esos que resultan ser
tan comunes que pasan desapercibidos,
porque no pasa nada extraordinario.
De esos días donde la vida
transcurre sin que haya un punto de
quiebre o un momento importante
que te ayude a recordarlo por el resto
de tu vida. Fue una noche de abril
donde, sin darme cuenta, tomé una
decisión que cambiaría mis días de
ahí en adelante, y aunque lo había
imaginado previamente, pareciera
que todo debía pasar en el momento
menos esperado y contrario a todo lo
que había planeado. Transcurrieron
varias semanas pensando en los pros
y contras de compartir mi vida con un
animal de la calle, de darle un hogar a
un perro o gato sin importar su raza,
color de pelo, tamaño o condiciones
de salud.
Desde que lo decidí quise romantizar
ese momento; quería que tuviera algo
de coincidencia y, tal vez, de cosas del
destino. No esperaba con ansias que
llegara ese día. Sin embargo, era
consciente que ese momento podría
cambiar mi forma de vivir, mi cotidianidad,
mi tiempo y mi forma de ver
la vida. Y llegó el día; no se trató de
un animal que corriera desesperado a
mí para que lo adoptara; todo lo contrario,
era una perra que me huía con
miedo y afán. Primero, porque un par
de desconocidos quisieran alzarla, y,
segundo, obviamente porque tenía
necesidad de escarbar las bolsas de
basura y pedir comida en las ventas
de comida en la calle. Lo que ella no
sabía era que queríamos protegerla
y hacer lo mejor por ella. Y lo que yo
ignoraba era que ella iba a generar
sentimientos increíbles en mí.
La llamamos Uma, y vivió con nosotros/as
durante doce años, hasta que
un cáncer decidió recordarnos que lo
bonito no solo tarda en llegar, sino
que también parece que permaneciera
solo un instante. Durante ese
tiempo, ella se convirtió en mi hija.
Éramos una familia que no sabía de
distinciones de especie, de supuestos
comportamientos que debe tener una
perra y una persona, cada una en su
ámbito familiar y natural: “que por ser
un perro no debe subirse a la cama,
que besarla y consentirla da asco o
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Uma y Natalia. Archivo personal de Natalia Rincón