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ANIMALES Y SOCIEDAD 5

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tuar conforme a un estado de conciencia

y no bajo el pretexto de la razón,

que sirve, generalmente, de comodín

para hacer con los demás lo que nuestro

interés oriente.

Es indispensable reiterar que la liberación

en el movimiento animalista

no se debe limitar a sacar animales

de jaulas, llevarlos a

refugios, castrarlos y esterilizarlos

para que estén encerrados

y no incomoden a

la familia que los acogió o

a sus vecinos. El criterio de

liberación exige un proceso

más complejo, continuo

y de corresponsabilidad con

el individuo liberado. Desde

algunos fundamentos

éticos latinoamericanos,

la posibilidad de la liberación

animal no se restringe

a las formas de activismo

del movimiento animalista, sino

que implica un acto de alteridad que

involucra la proyección de las necesidades

no cumplidas de las víctimas.

Desde una perspectiva latinoamericana,

que reconoce que las víctimas no

pueden reproducirse ni desarrollar su

vida ni participar de la discusión que

los afecta directamente, tenemos la

obligación de liberar al oprimido.

Para esto es necesario deconstruir

las normas, acciones, instituciones

y estructuras que han

hecho que actuemos conforme

a la idea de que los animales

son cosas y que, por ello, podemos

utilizarlos, reutilizarlos,

explotarlos e impedir que se

desarrollen como individuos.

Deconstruir significa aquí deshacer

analítica y críticamente

los elementos que constituyen

un entramado o estructura

conceptual, y que se han

arraigado a nuestros sistemas de pensamiento.

Esta deconstrucción, que no se limita a

la noción derridiana de un análisis meramente

textual, invita a abandonar o

a superar el espectro moderno-colonial

que predomina en nuestras culturas

respecto a los animales. No se trata

de destruir, sino de analizar, transformar

y reconstruir. Es decir, superar la

idea de la modernidad que nos hizo

creer que, por ser poseedores de la

“razón”, podemos dominar a aquellos

que no la tienen, como los animales.

Razón que, al final, termina siendo

no una cualidad, sino un dispositivo

de poder a la Foucault y que, desde

el pensamiento latinoamericano, termina

siendo el pretexto del mito de la

modernidad. En segunda instancia, el

liberacionista debe construir y transformar

las normas, acciones e instituciones

para que los animales puedan

Se trata de reconstruir

nuestra historia a partir

del abandono de los

procesos de domesticación

que hemos llevado

a cabo con varias especies

y con individuos de

nuestro grupo.

vivir y desarrollarse íntegramente

según su especie. Y es en este punto

donde la acción liberadora no puede

desentenderse de su componente político

y social, pues no solo se trata de

sacar a los animales de un estado de

cautiverio y explotación, sino de que

nuestras actitudes y acciones construyan

caminos de transformación que

sean capaces de establecer un nuevo

orden basado en relaciones solidarias,

justas y respetuosas con los animales y

con los demás seres de nuestro grupo.

Si se compran animales para rescatar,

no se está transformando el orden establecido;

si se llevan animales de un

lado a otro sin las condiciones óptimas

para su desarrollo y la restitución de

su alteridad negada, no se está transformando

el especismo; si se agarran

animales de la calle y se venden bajo

la falsedad de un sinnúmero de costos

que conlleva un proceso de adopción,

se está perpetuando el prejuicio que

indica que podemos hacer con la vida

de los animales lo que nos plazca.

En esta dirección, el proceso de liberación

animal conlleva un imperativo

que obliga éticamente al liberacionista

a realizar esa transformación

antisistémica. Esto no es más que un

enfrentamiento entre un movimiento

social organizado que aboga por el

reconocimiento de los animales y un

sistema formal dominante que los

oprime. Por eso, causa gracia cuando

algún animalista o liberacionista lucha

para que McDonald’s tenga una

opción vegana o que Zenú saque al

mercado productos sin ingredientes

de origen animal, en vez de encargarse

de demostrar cómo esa línea mercantil

juega con las tendencias que

surgen para impulsar nuevas formas

de producción que implican desentenderse

del problema de la opresión

animal y satisfacer a unos clientes a los

que solo les preocupa hallar un sabor

similar al de la carne en sustitutos. No

podemos negar que la tendencia a ser

vegano o vegana ha forjado un mercado

capitalista con etiqueta veg friendly

o vegan que no ayuda en nada a erradicar

el especismo, pero sí contribuye

con la destrucción de ecosistemas y

con la muerte de millones de animales.

Solo por el simple hecho de hacer

uso del petróleo o de comprar produc-

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