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ANIMALES Y SOCIEDAD 5

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forzada por Descartes y Kant, y que la

razón le permitiría dominar esa entidad

vasta, caótica e irracional que es la

naturaleza, es normal que se despliegue

una contraposición hombre-naturaleza,

el que domina y lo dominado,

solo a través del uso de la fuerza y la

violencia. Aquí la violencia es un recurso

importante, ya que sin esta no hay

dominación; es decir que el sometimiento

del otro se confirma a través

del ejercicio fuerza.

raleza, en tanto entidad, y el animal,

en tanto sujeto, quedan relegados al

margen de la sociedad, la historia y la

civilización. De este proyecto moderno

es titular aquello comprendido bajo la

categoría de racional, personificado

por un prototipo de hombre europeo,

blanco —por supuesto—, y heterosexual.

Por nuestra parte, las mujeres tampoco

éramos plenas titulares de la

categoría de racionalidad, no teníamos

voz en los espacios públicos, por

lo que en muchos casos, pensadoras

y creadoras tuvieron que refugiarse

con nombre masculino o no firmar su

autoría para así poder ser leídas y escuchadas,

ya que se dudaba de la validez

de todo lo producido por una mujer

en el marco intelectual. El uso del

seudónimo masculino se popularizó

ante la negativa de varios editores por

publicar lo que consideraban asuntos

Es a partir de esta diferenciación entre

hombre y naturaleza que se comienzan

a instaurar los discursos religiosos,

políticos, éticos e incluso lingüísticos

que darían dirección y sentido a la sociedad.

Esta idea sobre los límites entre

lo racional/hombre y lo irracional/

naturaleza-animal hizo que el hombre

apartara de sus intereses aquello que

no era él mismo o que sirviera para

sus fines; de modo tal que la natupropios

de la vida de una mujer. Sucedió

con Mary Ann Evans, Amantine

Aurore Lucile Dupin, Charlotte Brontë

y más, incluso con la bogotana Soledad

Acosta. Otra posible alternativa

para estas mujeres era atribuirle su

trabajo al marido, como Mary Shelley,

lo que propició la escandalosa idea de

que ella no fuera la autora legítima de

Frankenstein 2 .

2

En el prólogo de Frankenstein, Mary Shelley

reconoce que una de las preguntas más usuales,

una vez decidió ponerle su autoría a la obra, era

sobre la posibilidad de que una mujer, y sobre

todo siendo tan joven, pudiera desarrollar una

historia así. Por eso decide explicar en ese prólogo

que gran parte del desarrollo de la idea es de

su pareja, Percy B. Shelley. Sin embargo, explica

que la idea del monstruo fue siempre suya. A pesar

de la sospecha que algunos escritores introducen,

sospecha en parte nacida a partir de que

las primeras ediciones no contaran con su nombre,

o que su esposo fuera un afamado escritor,

o que era muy joven para crear una historia así o

que, al fin y al cabo, era una mujer, no cabe duda

Aquí la violencia es un recurso

importante, ya que sin

esta no hay dominación; es

decir que el sometimiento

del otro se confirma a través

del ejercicio fuerza.

Ya para finales del siglo XIX y principios

del XX comienza a cambiar el

panorama para todos esos sujetos

que no estaban comprendidos bajo la

categoría hegemónica, es decir, personas

con sexualidad diversa, mujeres,

de la autoría de Shelley. En El año del verano que

nunca llegó, Ospina (2015) sugiere que Shelley

creó al monstruo, en parte contagiada por el espíritu

de su marido y el ambiente en el que se

gestó la obra, pero le permitió a él trabajar sobre

la idea orginal. Aún así existe un supuesto misterio

sobre la primera versión. Otra idea similar

hace eco en la novela Bravura, de Carrère (2016),

cuando Polidori se atormenta pensado que Mary

le robó la idea original del monstruo.

negros, indígenas y, como no, animales

3 . Estas nuevas fuerzas alentaron a

que se abrieran poco a poco debates

nunca antes pensados, discusiones

donde se incluyeran subjetividades

históricamente marginadas. Así van

apareciendo algunas sociedades ve-

3

Si bien estos sujetos siguen siendo objeto

constante de discriminación, exclusión y violencia,

acabando el siglo XIX y comenzando el

XX comienzan a surgir vigorosamente algunos

movimientos emancipatorios que dan cuenta

de la urgencia de un cambio de paradigma en

términos sociales y políticos. Estos movimientos

buscan permitirles cabida a otros sujetos tradicionalmente

subordinados. Solo por nombrar

algunos: (1847) Vegetarian Society; (1866) The

American Society for the Prevention of Cruelty

to Animals; (1875) Londres de la Society for the

Abolition of Vivisection; (1891) Humanitarian

League; (1897) Order of Chaeronea; (1897)

National Union of Women’s Suffrage Societies;

(1905) Niagara Movement; (1924) League

Against Cruel Sports; (1924) Society for Human

Rights; (1944) The Vegan Society; (1969) Gay Liberation

Front; entre muchísimos otros.

ganas y vegetarianas en el panorama

social de finales del siglo XIX. Muchos

de estos colectivos dieron uso práctico

a las ideas de Bentham, quien desde

1780 se había preguntado la razón

por la cual no se extendía la consideración

moral hacia los animales. Así,

estos colectivos comenzaron a pregonar

en ciertos círculos sociales la idea

de que la crueldad hacia los animales

era innecesaria y debía de abolirse.

Pero en el siglo XX se hace más visible

la incomodidad hacia esa identidad

de hombre moderno como ser totalizante;

así es como ciertos colectivos

comienzan a insistir en la creación

de nuevos espacios en donde se les

otorgara reconocimiento a sujetos

silenciados por la historia y la cultura,

como las mujeres; a la vez que se

inicien debates necesarios sobre los

intereses de otros animales en tanto

seres sintientes y cohabitantes de un

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