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ANIMALES Y SOCIEDAD 5

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Luna. Archivo personal de Tatiana Cuenca

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La llamamos Uma, y vivió

con nosotros/as durante

doce años, hasta que un

cáncer decidió recordarnos

que lo bonito no

solo tarda en llegar, sino

que también parece que

permaneciera solo un

instante.

que ser una persona con la ropa llena

de pelos es sucio y antiestético”; muchos

preceptos que no contaban para

mí. No es claro si yo terminé “humanizándola”

o yo “animalizándome” más

allá de lo establecido o lo “correcto”, el

caso era que ella resultó siendo el ser

más importante en mi vida, también

porque mi amor y deseo de protección

por ella no sabía de fronteras. Lo más

parecido al amor que una madre siente

por su hija humana, solo que la mía

era de otra especie.

Es bien conocido el vínculo afectivo

que se genera de una madre hacia

su hijo/a, incluso antes del parto, del

amor irracional de abuelos/as hacia

los nietos/as o del amor e incondicionalidad

entre hermanos/as. Incluso de

los distintos tipos de familias que son

constituidas por personas que conviven

bajo el mismo techo y que tienen

un vínculo sanguíneo, social y/o afectivo.

Ahora bien, hablar de familia y relaciones

afectivas con otros animales,

y no necesariamente con personas, resulta

extraño e impensable para muchos/as,

sobre todo para quienes no se

han dado la oportunidad de convivir

con animales de otras especies, de tener

una familia interespecie. Y es que,

en últimas, solo quienes lo hemos vivido

sabemos a qué nos referimos.

A pesar de las condiciones de salud

con las que llegó Uma, adoptarla y

cuidarla no fue un sacrificio. No se

trató de una perra enferma toda su

vida, fue una perra feliz y saludable

la mayor parte del tiempo. Era noble,

aunque tenía su temperamento, sobre

todo con personas extrañas. Ella sabía

el lugar tan importante que tenía en

su casa, y también fue siempre muy

agradecida. Creo que siempre se sintió

amada y protegida por cómo se

comportaba.

Hoy la partida de Uma la recuerdo con

dolor, pero también con mucho amor.

Vivir ahora sin ella no es fácil. Nuestra

rutina cambió; es inevitable sentir un

vacío en la familia, en la casa, en la

calle, en los viajes, en el corazón. Y no

se trata tampoco de reemplazarla por

otra, de correr a buscar otro animal no

humano para adoptarlo. Y aunque,

seguramente, en algún momento

volveremos a abrir este espacio en

nuestra vida, quiero por ahora, individualmente,

permitirme sentir y expresar

de alguna manera cómo se siente

haber logrado esta relación que trasciende

el paso del tiempo y los límites

absurdos que nos hemos marcado

como especie.

Dedico este artículo no solo a Uma,

sino a Toby, Lana, Tomy, Carlota, Dalí,

Sophie, Dimitri, Valentina, Luna y todos

aquellos animales no humanos

que ya no están con nosotros/as y que

nos han acompañado en nuestra vida,

ayudándonos a verla de una forma distinta,

a llevar una vida más amorosa y

empática. En esta oportunidad, quiero

reflexionar, más allá de lo personal,

por qué considero que para muchos/

as de nosotros/as resulta fundamental

esa conexión con otros animales,

incluso más que con nuestra misma

especie.

Está claro que la experiencia que tiene cada persona es distinta. También porque

el amor y la empatía que se puede llegar a sentir por ellos/as depende de

innumerables factores y contextos. Sin embargo, es muy fácil encontrar personas

cuyos sentimientos son mucho más fuertes con un animal no humano que

hacia personas cercanas o familiares. Incluso, muchos estudios psicológicos

lo atribuyen a temas de baja autoestima, soledad, moda e incluso decepciones

con otros. Yo le añado motivos generacionales, puesto que cada vez es

más común encontrarse con alguien que no quiere tener hijos (humanos) y

sí adoptar un hijo/a de otra especie. Por otra parte, también es cada vez más

frecuente encontrar cierta empatía en la gente, que les importe lo que le pasa

a los demás y no solo a sí mismos/as o a las personas cercanas. Y esto, en muchos

casos, también involucra fuertemente a los animales no humanos.

El cuidado es fundamental. Más, si se trata de un animal rescatado de la calle.

Muchos/as de ellos/as son adoptados con problemas de desnutrición, estomacales,

de piel, con huesos y corazones rotos, debido al abandono e incluso maltrato

que han vivido. Seres que han soportado la desatención y negligencia de

una sociedad que no solo los abandona, sino que los reproduce, los vende por

altas sumas de dinero dependiendo de su raza, perpetuando un negocio cruel

donde se obliga a las hembras a parir, destetar a sus cachorros antes de tiempo,

donde se obliga a los machos a montar hembras una y otra vez, donde los

cachorros son vendidos enfermos, hacinados, etc. Situaciones que nos ocultan

para que compremos animales sin ser conscientes de todo lo que hay detrás,

del sufrimiento y explotación a la que estamos contribuyendo sin quererlo;

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