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Luna. Archivo personal de Tatiana Cuenca
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La llamamos Uma, y vivió
con nosotros/as durante
doce años, hasta que un
cáncer decidió recordarnos
que lo bonito no
solo tarda en llegar, sino
que también parece que
permaneciera solo un
instante.
que ser una persona con la ropa llena
de pelos es sucio y antiestético”; muchos
preceptos que no contaban para
mí. No es claro si yo terminé “humanizándola”
o yo “animalizándome” más
allá de lo establecido o lo “correcto”, el
caso era que ella resultó siendo el ser
más importante en mi vida, también
porque mi amor y deseo de protección
por ella no sabía de fronteras. Lo más
parecido al amor que una madre siente
por su hija humana, solo que la mía
era de otra especie.
Es bien conocido el vínculo afectivo
que se genera de una madre hacia
su hijo/a, incluso antes del parto, del
amor irracional de abuelos/as hacia
los nietos/as o del amor e incondicionalidad
entre hermanos/as. Incluso de
los distintos tipos de familias que son
constituidas por personas que conviven
bajo el mismo techo y que tienen
un vínculo sanguíneo, social y/o afectivo.
Ahora bien, hablar de familia y relaciones
afectivas con otros animales,
y no necesariamente con personas, resulta
extraño e impensable para muchos/as,
sobre todo para quienes no se
han dado la oportunidad de convivir
con animales de otras especies, de tener
una familia interespecie. Y es que,
en últimas, solo quienes lo hemos vivido
sabemos a qué nos referimos.
A pesar de las condiciones de salud
con las que llegó Uma, adoptarla y
cuidarla no fue un sacrificio. No se
trató de una perra enferma toda su
vida, fue una perra feliz y saludable
la mayor parte del tiempo. Era noble,
aunque tenía su temperamento, sobre
todo con personas extrañas. Ella sabía
el lugar tan importante que tenía en
su casa, y también fue siempre muy
agradecida. Creo que siempre se sintió
amada y protegida por cómo se
comportaba.
Hoy la partida de Uma la recuerdo con
dolor, pero también con mucho amor.
Vivir ahora sin ella no es fácil. Nuestra
rutina cambió; es inevitable sentir un
vacío en la familia, en la casa, en la
calle, en los viajes, en el corazón. Y no
se trata tampoco de reemplazarla por
otra, de correr a buscar otro animal no
humano para adoptarlo. Y aunque,
seguramente, en algún momento
volveremos a abrir este espacio en
nuestra vida, quiero por ahora, individualmente,
permitirme sentir y expresar
de alguna manera cómo se siente
haber logrado esta relación que trasciende
el paso del tiempo y los límites
absurdos que nos hemos marcado
como especie.
Dedico este artículo no solo a Uma,
sino a Toby, Lana, Tomy, Carlota, Dalí,
Sophie, Dimitri, Valentina, Luna y todos
aquellos animales no humanos
que ya no están con nosotros/as y que
nos han acompañado en nuestra vida,
ayudándonos a verla de una forma distinta,
a llevar una vida más amorosa y
empática. En esta oportunidad, quiero
reflexionar, más allá de lo personal,
por qué considero que para muchos/
as de nosotros/as resulta fundamental
esa conexión con otros animales,
incluso más que con nuestra misma
especie.
Está claro que la experiencia que tiene cada persona es distinta. También porque
el amor y la empatía que se puede llegar a sentir por ellos/as depende de
innumerables factores y contextos. Sin embargo, es muy fácil encontrar personas
cuyos sentimientos son mucho más fuertes con un animal no humano que
hacia personas cercanas o familiares. Incluso, muchos estudios psicológicos
lo atribuyen a temas de baja autoestima, soledad, moda e incluso decepciones
con otros. Yo le añado motivos generacionales, puesto que cada vez es
más común encontrarse con alguien que no quiere tener hijos (humanos) y
sí adoptar un hijo/a de otra especie. Por otra parte, también es cada vez más
frecuente encontrar cierta empatía en la gente, que les importe lo que le pasa
a los demás y no solo a sí mismos/as o a las personas cercanas. Y esto, en muchos
casos, también involucra fuertemente a los animales no humanos.
El cuidado es fundamental. Más, si se trata de un animal rescatado de la calle.
Muchos/as de ellos/as son adoptados con problemas de desnutrición, estomacales,
de piel, con huesos y corazones rotos, debido al abandono e incluso maltrato
que han vivido. Seres que han soportado la desatención y negligencia de
una sociedad que no solo los abandona, sino que los reproduce, los vende por
altas sumas de dinero dependiendo de su raza, perpetuando un negocio cruel
donde se obliga a las hembras a parir, destetar a sus cachorros antes de tiempo,
donde se obliga a los machos a montar hembras una y otra vez, donde los
cachorros son vendidos enfermos, hacinados, etc. Situaciones que nos ocultan
para que compremos animales sin ser conscientes de todo lo que hay detrás,
del sufrimiento y explotación a la que estamos contribuyendo sin quererlo;
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