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ANIMALES Y SOCIEDAD 5

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listas o liberacionistas debemos creer

que podemos salvar la vida de todos

los individuos que acogemos. Se requiere

demasiada responsabilidad,

compromiso y desinterés en cada paso

que demos por la liberación animal,

por lo que es importante no quedarnos

en el ciclo del activismo estandarizado

por los derechos de los animales

y empezar a proponer otros diálogos

que nos lleven a superar aquellas conductas

prejuiciosas y destructivas.

Dejar de patrocinar las industrias que

someten a los animales, por ejemplo,

puede ayudar a reducir ese mal trato

que hay hacia aquellos, pero este solo

es un paso dentro de la liberación

animal y ésta no puede limitarse a reivindicar,

únicamente, el veganismo.

Cuando reconocemos que existe este

tipo de discriminación hacia los animales,

nos lleva a ver que esto, en efecto,

es una consecuencia de una serie

de prejuicios y desconocimientos de

quiénes somos, quiénes son los otros

con los que vivimos y cómo debemos

vivir con ellos. Porque cuando sometemos

a un animal a un proceso de sobreexplotación

bajo condiciones que

revelan las patologías de las sociedades

en las que vivimos, lo mínimo que

podemos reconocer allí es que solo

nuestras conductas pueden repercutir

en la transformación de la realidad de

muchos animales que pasan su vida

muy mal. Por eso es necesario extender

nuestras consideraciones morales

y éticas hacia los animales y hacia el

espacio que compartimos con ellos.

Además, es importante comprender

que todo movimiento hacia la liberación

implica un desapego material e

ideológico que deviene en la transformación

de nuestro pensamiento y de

nuestras realidades.

La liberación conduce a un punto de

referencia que reivindica la naturaleza

humana del grupo de los hombres y

las mujeres. Este punto es el cuidado

como relación que garantiza la subsistencia

del otro, del individuo animal,

posibilitando espacios para su

adecuado y libre desarrollo, pues el

modo en que tratamos a los animales

demuestra el modo en que los pensamos

y los asumimos en relación con

nuestras experiencias.

No podemos caer en antropomorfizaciones

y asumir indefinidamente que

los animales sienten o experimentan

igual que nosotros, para darles los

cuidados propios de nuestro grupo;

esto representa una acción antropocéntrica

de los procesos fracasados de

liberación animal. Recordemos que se

trata de legitimar el interés que ellos

tienen como individuos animales,

más allá de los intereses que nosotros

tengamos sobre sus vidas.

Dejar de patrocinar las

industrias que someten

a los animales, por

ejemplo, puede ayudar

a reducir ese mal trato.

El cuidado es el fundamento de la actitud

ética sobre el trato hacia los demás

grupos de seres con los que cohabitamos

el planeta, el cual salvaguarda todos

los elementos constitutivos de un

sistema vivo y complejo garantizando,

además, los derechos de los seres vivientes

gracias a la comprensión y el

entendimiento que debemos tener

respecto al modo de relacionarnos

con lo demás. Amar a los animales no

es rescatar animales de las industrias y

llevarlos a lugares que no les brindan

una libertad segura y conforme a su

naturaleza o animalidad. Si no conocemos

a profundidad a los individuos

oprimidos por quienes luchamos, si

seguimos asumiendo su individualidad

en referencia a lo que nuestro

ego proyecta de ese animal, es que

no estamos viendo al animal como

tal. Por eso nuestra lucha recae en un

desgaste sin fin. En consecuencia, serían

acciones especistas e incoherentes

bajo la fachada del liberacionismo

animalista.

Amar a los animales es cuidar de

ellos, y cuidar, más que un acto, es

una actitud de respeto, de ocupación,

de responsabilidad y de compromiso

efectivo por el otro para garantizar su

libre desarrollo individual y biológico.

Desafortunadamente somos, muchas

veces, realmente ignorantes respecto

a la vida de los animales y creemos saber

sus necesidades asumiendo que

podemos saber cuáles y cómo son

sus pensamientos, emociones y hasta

decisiones. Repetidamente creemos

que los animales se comportan, viven

y piensan como el grupo de mujeres y

hombres. Los observamos y les damos

ciertas características que, “pareciera”,

fueran solo de nuestro grupo y optamos

sin más por admitir que tienen

actitudes “humanas”, pero nunca llegamos

a ver que somos nosotros quienes

a menudo presentamos actitudes

meramente “animales”. Por eso, el

movimiento de liberación animal no

es otra cosa que el movimiento que

libera la exterioridad del animal. Exterioridad

que revela el ánima de quien

habita en esos cuerpos animales. En

otras palabras, el movimiento de liberación

animal es el acto de liberar para

ir hacia el animal, es el paso que conduce

de la liberación al animal.

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