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SALA DE TOGAS
A LA MUERTE DE JOAQUIN MONTERREAL
Poder hablar o escribir sobre un
amigo y compañero siempre, es
hermoso y gratificante. Hablar o
escribir sobre ese amigo muerto en
todo momento, es triste y doloroso.
La ida del amigo, su ausencia, nos
trae un cúmulo de recuerdos y de
vivencias compartidas y, ello, nos
hace desgranar del árbol del tiempo
infinidad de ilusiones y esfuerzos
vividos en común.
La muerte de Joaquín Monten·eal,
aunque anunciada, no por ello. ha
dejado de golpearnos bruscamente.
Los amigos y compañeros sabíamos
que su naturaleza, grande por
tantos motivos, estaba débil y castigada.
Los que le conocían menos
podían apreciar que su rostro, habituatmente
vivo y curtido, tenía un
tono más apagado, y en la mirada se
acusaba la sombra de la duda de
toda enfermedad. Para unos y otros,
durante el período de su cruel
enfermedad, Joaquín Monterreal, en
todo momento, dio muestras de la
esencial elegancia de alma que le
caracteriz~a. Supo sonreír, continuar
su trabajo de abogado abnegado
y pundonoroso con la misma
naturalidad y entrega que siempre
derrochó. En esas circunstancias
tan adversas, como en los momentos
de mayor plenitud de su vida, Joaq
uín supo combinar cuatro condiciones
que hacían difícilmente repetible
su personalidad: el valor, la
generosidad, el humor y la tolerancia.
Las cuatro se dejaron ver innumerables
veces tanto, en su vida profesional
como, en la privada.
Jugó un papel nada desdeñable,
como Diputado 2º de la Junta de
Gobierno del Colegio de Abogados,
para el logro de todas y cada una de
nuestras aspiraciones como colegiados,
y supo servir al mismo con
la lealtad que le era connatural.
El lograr una nueva sede para el
Colegio fue para él un continuo reto.
A tal fin no escatimó tiempo ni
esfuerzos, sabiendo imprimir para
ello un especial dinamismo, trabajando
con voluntad abnegada y
haciéndolo con la desenvoltura de
quien se recubre el esfuerzo con la
capa de una sonrisa.
Otro anhelo de Joaquín Monterreal
fue la creación de nuestra
Revista. Como miembro fundador de
la misma animó, con la calidad que
emanaba de su persona, reuniones y
sesiones de trabajo que, andando el
tiempo, habían de rendir el fruto ilusionado
de nuestra publicación: "Sala
de Togas".
Su fe en la Justicia y su respeto al
Derecho los veía encarnados en el
ejercicio de su profesión de abogado
a la cual, se entregó y sirvió con
dedicación y cariño. Acumuló simpatías
y afectos dentro y fuera de la
profesión, y rara vez dejó de usar el
diálogo cordial en el debate forente o
en el hacer cotidiano. Sus amigos se
contaban a cientos y en todas las
esferas sociales.
En estas palabras a la muerte de
Joaquín Monterreal Alemán, llenas
de tristeza y nostalgia, quedan en el
aire mucho de los valores qu~ le han
acompañado en vida y a la hora de
morir.
Dios, en el que creyó y, del que se
sabía deudor lo haya confortado.
J osé Berna! Pérez
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