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CUANDO VENGAN POR TI<br />

Los regímenes totalitarios suelen castigar la participación de<br />

los escritores en el espacio público, especialmente en aquellos<br />

mínimos bolsones de opinión y participación no controlados por<br />

ellos, como los que propicia internet. Es esa operatoria de secuestro<br />

de voluntades lo que ha desafiado el escritor cubano<br />

Ángel Santiesteban en esa confusa Habana del invierno del 2013.<br />

No se cansa uno de repetir que Ángel ha mostrado un coraje<br />

que lo iguala al de los tantos escritores que han logrado hacer<br />

aportes a la literatura bajo circunstancias difíciles, bajo<br />

persecución, censura, acoso y prisión, en países que sufrieron –y<br />

sufren todavía en algunos casos– dictaduras totalitarias o<br />

gobiernos autoritarios. Toda la responsabilidad de este caso recae<br />

sobre el Estado y su demoledora maquinaria policial, lo que<br />

ciertamente no debe nunca perderse de vista.<br />

Pero lo que quizá destaque más en este momento es el hecho<br />

de que Ángel ha vuelto a poner en entredicho y dejar desnudas a<br />

las legiones de escritores e intelectuales domesticados por años<br />

de sumisión dictatorial, especialmente dentro de la Isla, incapaces<br />

de esbozar siquiera un pálido gesto de respaldo o solidaridad<br />

pública con un colega amenazado de cárcel, esos que ahora<br />

mismo están pensando que el caso de Ángel no es problema de<br />

ellos, o que Ángel se lo buscó porque quiso saltarse las claras<br />

reglas que imperan en ese gigantesco presidio de las ideas que es<br />

la Cuba bajo los Castro.<br />

Por esos que regatean su apoyo a cambio de cuestionables,<br />

escuetos privilegios, solo queda sentir pena ajena. Y desear que<br />

no se cumpla aquella antigua máxima que parafraseo: “No dije<br />

nada cuando vinieron por mis vecinos y amigos. Ahora ya no<br />

queda nadie que diga algo cuando vengan por mí.”<br />

11<br />

Michael H. Miranda. Escritor.

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