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isla-interior-angel-santiesteban-prats

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Afuera estaba un activista, que también tomaron detenido,<br />

e iban a soltar y que me dijo, a propósito de la pistola en la<br />

cabeza y el martillazo, que a él también le habían hecho<br />

aquella escena de terror al estilo de Alfred Hitchcock.<br />

Les expliqué a los otros lo que había ocurrido y nadie<br />

entendía a ciencia cierta para qué me habían dejado llegar a<br />

la calle. Eugenio dijo que ellos estaban enfermos, que era<br />

una aberración, y lo hacían para desestabilizarme<br />

sicológicamente.<br />

Al rato llamaron a Veizant a una entrevista para decirle<br />

que lo liberarían, y que su esposa Yaremis estaba siendo<br />

proceda en el DTI en 100 y Aldabó por un post que había<br />

escrito y que, según ellos, ella mentía.<br />

Eugenio y yo estábamos felices porque eran dos menos<br />

en aquella injusticia y así Veizant podría atender a su hija,<br />

que seguro estaba preocupada por sus padres. Los dolores<br />

del cuerpo se iban agudizando en la medida que los nervios<br />

se distendían. Eugenio y yo nos pasamos la noche hablando<br />

de justicia, historia y masonería.<br />

En la mañana liberaron a Eugenio. Nos abrazos y la<br />

soledad es el peor enemigo, aunque el encierro lo prefiero<br />

así que con mis compañeros detenidos. Al medio día<br />

vinieron a buscarme cuatro militares. Me dijeron que saliera<br />

de la celda. Pregunté que a dónde me llevarían. “A donde<br />

nos de la gana”, respondieron.<br />

Cuando, lentamente, por los dolores, sobre todo en las<br />

costillas, hacía un gesto para levantarme, ellos quisieron<br />

alarme, me negué, y dije que no me tocaran, pero no<br />

esperaron, me halaron por los pelos hacia el exterior<br />

mientras me volvían a patear. Se lanzaron sobre mí como si<br />

fuera aquella “pilita” que hacíamos de niño, solo que yo era<br />

el de abajo; me pusieron una bota en el pecho, luego la<br />

rodilla, otro me golpeaba por el mismo lateral lastimado, lo<br />

hacía con saña. Le grité que me diera por el otro lado porque<br />

esas costillas ya estaban partidas, y eso le dio más ganas,<br />

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