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isla-interior-angel-santiesteban-prats

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desde una celda y cada palabra pronunciada toma fuerza;<br />

primero no se puede escuchar qué dice, luego se entiende<br />

algo como «tengo hambre».<br />

Los sargentos pasan de prisa por delante de las celdas,<br />

buscando, como perros con rabia, de dónde sale aquella voz;<br />

abren una ventanita, le dicen que se calle, pero el detenido<br />

habla, y por el orificio de la puerta escapan las palabras con<br />

mayor nitidez, perdone, sargento, pero no sé cómo soportar<br />

el hambre, no puedo aguantar, perdón mil veces, pero yo<br />

he sido siempre un hombre de buen apetito; los guardias<br />

siguen aconsejándole que mejor haga silencio, que si<br />

continúa le va a ir muy mal; el preso comienza a suplicar, y<br />

la súplica se convierte en llanto. Le advierten que después<br />

no van a poder hacer nada cuando quieras parar, ahora<br />

estás a tiempo; pero el detenido llora como un niño y pide<br />

perdón, nunca fue un hombre de problemas, nunca lo he<br />

sido, por favor, entiéndanme.<br />

Se escucha el sonido del candado y luego de los cerrojos<br />

que se abren con violencia, después, el chirrido de las<br />

bisagras. El pánico del hombre aumenta, su llanto se<br />

acrecienta mientras las voces amenazantes de los sargentos<br />

lo interpelan; ruega que no lo golpeen; y los guardias, que<br />

entonces se calle y se retirarán y no habrá problemas; le<br />

insisten en que comprenda que le están dando más<br />

oportunidades de las que acostumbran, pero el detenido<br />

asegura que no lo entienden, el problema radica en que no<br />

puede soportar el hambre, es algo que no está en mí, no sé<br />

cómo controlarla.<br />

Se escuchan algunos golpes y luego el llanto. Los<br />

sargentos le preguntan si se va a callar finalmente, y el preso<br />

en medio de su llanto incontenible explica que con un<br />

pedazo de pan viejo es suficiente, que un poco de raspa le<br />

basta o un trozo de boniato. Los guardias comprenden que<br />

ni siquiera los golpes lo harán callar y deciden llevarlo a la<br />

celda de castigo. El llanto se convierte en gritos de pánico, al<br />

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