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isla-interior-angel-santiesteban-prats

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Cuando me fueron a sentar en el auto, alguien detrás de mí<br />

dijo “entra, anda”, y un puñetazo dio en mi nuca, sin<br />

pensarlo devolví el golpe, y fueron devastadores, como si<br />

les hubiera propinado la mayor ofensa, o solo aquella horda<br />

de anormales estuvieran esperando una ínfima chispa para<br />

que explotara su cobarde y anormal violencia. Era como si<br />

estuvieran esperando el silbato de salida para comenzar su<br />

cobardía.<br />

Nunca imaginé que aquello podrían grabarlo, ya ustedes<br />

vieron la paliza que me dieron. Aún no he visto el video, ya<br />

saben que youtube desde Cuba, como todo lo demás, es<br />

imposible. Los golpes que más me dolieron fue el del que<br />

abrió la puerta trasera derecha: eran como patadas de bestia,<br />

y por un momento pensé que me haría fractura de cráneo,<br />

fueron tantos y tan fuertes que los golpes de los otros que<br />

me propinaban por las costillas, pecho y piernas dejaron de<br />

ser importantes. No sé si me golpeaban con una sortija o una<br />

manopla, pero los golpes fueron tan contundentes que me<br />

partieron la cabeza, el labio, y, como un aviso urgente de<br />

salvación personal en mi estado casi consciente, decidí<br />

levantarme y volver a salir del auto.<br />

No voy a describir más lo que pueden observar en video.<br />

Pero un detalle que quizá no se observe es que, al salir un<br />

oficial que estaba a mí espalda, alardeando, dijo: “tú verás<br />

si él se acoteja ahora”, y me apretó con su brazo por el cuello<br />

hasta que comencé a sentir la fatiga de la falta de aire, lo<br />

hizo con tanta fuerza que pensé que desprendería mi cabeza<br />

del resto del cuerpo.<br />

Me condujeron a otro auto patrullero para llevarnos al<br />

patio de la estación policial. Miré hacia los otros autos y<br />

permanecían, como yo, a la espera. A Yoani le sentaron una<br />

mujer al lado vestida de civil. Luego me cambiaron de auto<br />

y me sentaron junto a Eugenio. Dieron la voz de salir de la<br />

unidad: “vamos de aquí, hay que salir de aquí”, pero lo<br />

dijeron con terror. Creo que temían que llegaran más<br />

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