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isla-interior-angel-santiesteban-prats

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chinchorro no, por favor, allí no. Y los sargentos forcejean<br />

para inmovilizarlo y poder trasladarlo. El detenido gira el<br />

cuerpo, lo encoge para luego estirarlo como un resorte y<br />

escapar de las manos de los carceleros, hasta que ya no<br />

puede hacer más movimientos y lo conducen a rastras por<br />

delante de las celdas. Va llorando y pide disculpas, no<br />

quiere que lo tomen como un antisocial, es un hombre<br />

bueno, pero de mucho apetito, ese es su único delito. Al<br />

chinchorro no, tengo miedo, dice. Le quitan la ropa, como<br />

establece el castigo, lo echan dentro de la celda y la cierran;<br />

pero los soldados saben que no han hecho mucho, el<br />

detenido continúa pidiendo comida porque es un hombre<br />

de buen apetito, está convencido de que esa excusa basta<br />

para que lo comprendan.<br />

Los sargentos abren la celda, le advierten que si sigue<br />

alterando el orden se van a poner muy furiosos. Pero nada<br />

hace que se calle, pide comida una vez tras otra. Uno de<br />

ellos entra desesperado y lo golpea muchas veces hasta<br />

darse cuenta de que no se callará mientras tenga<br />

conocimiento. Otro soldado trae un juego de esposas para<br />

las manos y los pies y un poco de vendas para taparle la<br />

boca. Forcejean un rato hasta que se deja de escuchar la voz<br />

del detenido. Después cierran la puerta de un tirón y por<br />

los pasos de los sargentos y la manera en que dejan caer las<br />

botas, los detenidos deducen que están cansados. Vuelve el<br />

silencio, un silencio que habían olvidado por varios<br />

minutos.<br />

Al amanecer, abren la celda de castigo. Nadie ha podido<br />

conciliar el sueño pensando en el hombre del chinchorro, en<br />

la humedad del piso bañado por esa gota de agua que<br />

inevitablemente cae desde el techo y choca contra su cuerpo;<br />

saben que es insoportable permanecer un día completo allí.<br />

Cuando le quitan la venda de la boca todavía llora, ahora<br />

con menos fuerza, pero aún se puede escuchar su voz: tengo<br />

hambre, por favor, soy un hombre de buen apetito.<br />

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