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isla-interior-angel-santiesteban-prats

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Promesas que se llevó el viento<br />

Semanas después, cuando los intelectuales presentes en<br />

aquella reunión comenzaron a indagar por el<br />

arrepentimiento público, les dijeron que había sido una<br />

promesa del mencionado Presidente de la Televisión y que<br />

en su momento sería dada a conocer la que, por supuesto,<br />

tampoco llegó. También esta vez esos intelectuales<br />

volvieron a silenciar sus voces ante la palabra empeñada<br />

con ellos. Claro, no comprendieron, o no quisieron<br />

comprender que habían sido manipulados en los propios<br />

derechos de sus espacios, de su obra y su historia plagada<br />

de lágrimas; ellos fueron el muro de contención.<br />

Entre tanto los mensajes por correo continuaron, y<br />

algunos comenzaron a narrar los pasajes de aquellos<br />

acontecimientos. No bastaba con la nota en el periódico,<br />

había que permitir otras concesiones, dejar que sus viejas<br />

heridas destilaran la sangre contenida. Y a puertas cerradas,<br />

por invitación personal al cuartel de la Casa de las Américas,<br />

se accedió a que expiaran sus sufrimientos (luego, para<br />

alejarlo del medio social, lo llevaron a al Instituto Superior<br />

de Arte (ISA), y ahí, como niñitas, vertieron las lágrimas<br />

aplazadas. Siempre estuve a la espera de que alguno de los<br />

lastimados señalara al verdadero culpable, que todos<br />

sabíamos que era Fidel Castro, el autor intelectual de<br />

nuestros sufrimientos nacionales. Pero, unánimemente,<br />

todos prefirieron callar, nadie mencionó el nombre de la<br />

Bestia de Birán, para ellos ya era suficiente dejar que<br />

expulsaran, como volcanes, todo lo que habían sufrido para<br />

que, satisfechos, volvieran a callarse sus secretos y dejaran<br />

de ser noticia.<br />

Mencionar al verdadero culpable del terror<br />

En un intercambio por correo electrónico con el escritor<br />

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